Apagado ya el ruido de la conferencia de Carles Puigdemont, Oriol Junqueras y Raül Romeva en Bruselas, la conclusión es que para lo único que sirvió tamaño despliegue fue para trasladar a Bruselas por unas horas el discurso que escuchamos por aquí desde hace más de cuatro años. Pero ni siquiera ese objetivo se cumplió porque entre los cerca de 500 asistentes apenas había un puñado de eurodiputados --40 ó 20 de 750, según las versiones--, la mayoría catalanes y del resto de España, y ninguna autoridad europea relevante. Es decir, que la exportación del procés a la capital de la Unión Europea quedó reducida a un acto para la colonia catalana en Bruselas y para grupos de catalanes invitados que fueron trasladados hasta el Parlamento Europeo con subvenciones de fondos comunitarios.

Esta realidad, sin embargo, está lejos de ser asumida por los tres conferenciantes y por todo el aparato propagandístico del soberanismo. Puigdemont aseguró en el Parlament que el acto “producirá efectos” porque en las instituciones europeas “existe interés” por la realidad política catalana. Pese a tan píos deseos, este interés no se ve por ningún lado porque ninguna autoridad europea ha recibido al president en su año de mandato.

Pero tampoco hay que sorprenderse por afirmaciones así. Forman parte de la posverdad (por otro nombre las mentiras o las medias verdades) sobre la que está edificado el procés desde que se inició en 2012. Toda la operación de Bruselas es un ejemplo. Se inició cuando el inefable eurodiputado del PDECat Ramon Tremosa acusó en un tuit al PP de “contraprogramar para evitar el lleno en la sala grande del Parlamento Europeo”. Concretó incluso que para ello habían sacado “el Sant Cristo gros, que es el nuevo presidente del Parlamento”. El portavoz oficial del Europarlamento, el también catalán Jaume Duch, tuvo que recordarle a Tremosa que la recepción de Antonio Tajani al cuerpo diplomático, algo habitual, estaba convocada desde diciembre y le reprochó la “manipulación de la realidad”. O sea, además de manipuladores, incompetentes porque la conferencia de Puigdemont podía haber sido fijada para otro día.

Los impulsores del procés deberían preguntarse, si todo es tan democrático y tan legal, por qué Europa no les hace caso. Y menos que les hará como se prodiguen otras posverdades como las difundidas por Santi Vidal

Las posverdades abundaron asimismo en el discurso de Puigdemont, que concluyó asegurando que en 2017 “Catalunya decidirá libremente su futuro mediante un referéndum legítimo, legal, con todas las garantías democráticas, eficaz y vinculante”. Ninguno de los adjetivos responde a la verdad. Una verdad que tampoco fue respetada al decir que “una mayoría de catalanes ya no quiere seguir formando parte de España”, que “el encaje de Cataluña en España era imposible”; que millón y medio de personas han salido a la calle seis veces en estos años --¿no eran dos millones?--; que existe un “mandato democrático” y “una mayoría de ciudadanos que quiere construir un nuevo Estado”; que “quien permitirá que el referéndum sea válido serán los propios ciudadanos”; que el Gobierno español “se aleja cada día más de los estándares de calidad democrática de la Unión Europea”; que Artur Mas y sus consellers serán “juzgados por poner las urnas”, o, en fin, que “en esta cuestión lo que está en juego no es la independencia, sino la democracia”.

Todas estas afirmaciones envolvieron la apuesta del referéndum sí o sí, es decir, que habrá referéndum si es pactado con el Estado y, si no, también, unilateral, con lo cual la segunda condición anula la primera. En cuanto a posverdades, Junqueras tampoco se reprimió y llegó a asegurar que los gobiernos españoles son “los que más quiebras de la humanidad han provocado”. El Govern se gastó 127.810 euros solo en publicidad para promocionar la conferencia, que, sin embargo, no fue recogida informativamente en ningún medio internacional importante.

Los impulsores del procés deberían preguntarse, si todo es tan democrático y tan legal, por qué Europa no les hace caso. Y menos que les hará como se prodiguen otras posverdades como las difundidas en conferencias en Cataluña por el exjuez Santi Vidal, que dimitió el viernes de su escaño del Senado por ERC al destaparse sus afirmaciones sobre el procés.

Algunas, como que Cataluña ya tiene un preacuerdo con la OTAN o que 11 Estados de los 28 de la UE reconocerán el nuevo Estado al día siguiente del referéndum, son puro delirio, pero otras, como la obtención ilegal por la Generalitat de datos fiscales o el destino. “debidamente camuflados”, de 400 millones en los presupuestos para el referéndum y las estructuras de Estado, merecen investigarse. Vidal era hasta ahora uno de los “héroes y mártires del procés”, es asesor del conseller de Justicia y el día antes de dimitir y confesar que sus manifestaciones, “tomadas en su literalidad, no se ajustan a la realidad", se había ratificado en ellas.