1.540.000 euros (1.800.000 dólares). Es el precio de una bolsa etiquetada con la frase “Lunar simple return” que contiene las muestras de rocas y polvo lunar recogidas por el astronauta Neil Armstrong en el primer viaje a la Luna en 1969.

Las muestras han tenido una vida accidentada. Una vez depositadas en la NASA se perdieron misteriosamente y no fueron localizadas hasta el año 2003 en el garaje del gerente de un museo planetario de Kansas. Por error, fueron puestas a la venta y desaparecieron hasta que una pequeña casa de subastas las puso en el mercado. En febrero de 2015, Nancy Lee Carlson las adquirió por 995 dólares y solicitó un certificado de autenticidad a la NASA que solo le causó dolores de cabeza. La agencia sostuvo que era patrimonio del “pueblo americano” y que no pensaba devolverlas. El asunto acabó en los tribunales, que dieron la razón a Nancy, la afortunada propietaria de ese millón y medio de euros tras venderse la bolsa en la casa de subastas Sotheby’s a un comprador desconocido.

Me pregunto qué hará el nuevo propietario con esos restos. ¿Exponerlos a la luz de la luna llena para que se sientan más cerca de sus orígenes? ¿Deslizar entre sus dedos ese polvo milenario y cerrar los ojos para sentirse transportado hasta nuestro satélite? Quién sabe...

Dan ganas de abrir esa bolsa y soplar fuerte para esparcir ese polvo lunar que, para algunos, vale más que muchas vidas

Oriol Mitjà es médico y, desde 2010, reside en Lihir, una isla que pertenece a Papúa Nueva Guinea, tras haber ejercido en Brasil, India y China. Se declara feliz con su trabajo, que consiste en lidiar con la malaria, la tuberculosis, VIH y especialmente con el pian. Esta última es una enfermedad causada por una bacteria que se come literalmente el rostro y deforma las piernas. Afecta a trece países y a medio millón de personas. La Organización Mundial de la Salud (OMS) ya se propuso erradicarla en los años 50, pero sucede lo de siempre, es una enfermedad que no existe en el primer mundo, que la sufren los que viven en zonas remotas y, en definitiva, de la que nadie se preocupa.

Tras la investigación dirigida por este médico se sabe que se cura con un antibiótico barato. Durante siete años, el tesón de este profesional ha conseguido lo que parecía imposible, empezar a erradicar la enfermedad. La mala noticia es que se calcula que hasta el 2030 el pian seguirá existiendo y el por qué es sencillo, por falta de financiación. Las ayudas públicas son escasas y sin donaciones privadas es imposible. Esta es una de los miles de enfermedades que pasan desapercibidas porque afectan a un porcentaje pequeño de personas, no interesan al primer mundo. Lo mismo sucede con las llamadas “enfermedades raras” que sufren unos pocos.  

Lástima que el que compró ese polvo lunar no conociera del trabajo del doctor Mitjà y de otros muchos como él que entienden la medicina como lo que es, ayudar a los demás para construir un mundo mejor. Lástima que nos dediquemos a tirar el dinero en cosas que no lo valen. Dan ganas de abrir esa bolsa y soplar fuerte para esparcir ese polvo lunar que, para algunos, vale más que muchas vidas.