Ha comenzado una nueva legislatura. Cada vez que se inicia un nuevo ciclo, sucede que sus señorías miran a su alrededor buscando encontrar a un político corcho: dícese del diputado o diputada que, en ocasiones desde tiempo inmemorial, continúa en la vida política, nacional, autonómica o municipal. Entre esta especie digna de estudio, sobresalen aquellos que han cambiado de partido y su estrella sigue brillando con más o menos intensidad, incluso pese a todas las tormentas habidas en el seno de las formaciones a las que han estado vinculados. El político corcho es un superviviente nato que es admirado por sus vecinos de bancada.

Este tipo de políticos fueron muy visibles en tiempos de la caída de Suárez. La huida masiva de diputados de la UCD a Alianza Popular fue protagonizada, entre otros, por los Miguel Herrero de Miñón, Pío Cabanillas, Rodolfo Martín Villa, Marcelino Oreja o Gabriel Cisneros, que a su vez habían transitado desde las altas esferas del poder franquista. Otros, como Francisco Fernández Ordóñez, optaron por virar hacia la izquierda y enrolarse en las filas del pujante PSOE. Durante la década de los 80 del siglo XX, los escaños del Congreso de los Diputados y del Senado estuvieron copados por una mayoría de políticos corchos. Para los más ortodoxos, se trataba de individuos ambiguos o tornadizos con una enorme capacidad para continuar flotando, fuera en marea alta o en marea baja.

Durante los años que duró la prolongada descomposición del PCE y de su apéndice IU, hubo políticos de todo signo y condición que supieron reconvertirse sin esfuerzo alguno en políticos socialdemócratas o conservadores, fuera por origen o por desembocadura. Cristina Almeida, Diego López Garrido, Paca Sauquillo, Josep Piqué, Guillermo Gortázar o Pilar del Castillo entre otros, tuvieron o tienen carreras políticas y mediáticas muy admiradas por sus correligionarios.

Mención aparte merece Rosa Aguilar. Sin duda es el modelo por excelencia de política corcho. Desde que debutara como concejala del PCE en el Ayuntamiento de Córdoba en 1987 hasta la actualidad ha tenido una trayectoria política ininterrumpida. Ha ejercido como diputada autonómica y nacional y como alcaldesa de IU, y ha seguido como consejera, diputada nacional, ministra y diputada autonómica del PSOE. Ha sobrevivido a la crisis del PCE y de IU, a los Gobiernos de Zapatero, Griñán y Díaz, y a la pérdida de poder del PSOE en Andalucía, incluso a la crisis del pepino de 2011. Y ahí está, ahí está, viendo pasar el tiempo sentada como un corcho en el Parlamento andaluz. Más que admirarla, es posible que muchos de sus colegas de bancada la veneren. Nadie como ella para aconsejarles cómo sobrevivir a la próxima crisis que se avecina. ¿Hacia dónde navegará su señoría?

En Cataluña, el procés también ha dado ejemplos notables de políticos corchos. Sin duda, Ernest Maragall debería recibir una de las distinciones más celebradas por haber sabido mutar desde el franquismo hasta la actualidad y copar ininterrumpidamente sillones y cargos de relevancia, tanto en el Parlament como en el ayuntamiento barcelonés, sin olvidar sus vacaciones en el Parlamento europeo.

Muchas son las voces autorizadas que advierten del inminente desembarco de políticos corchos de Ciudadanos en el Partido Popular, tanto como han transitado de éste hacia Vox en los últimos años. El espectáculo continúa. Ligereza, elasticidad, coeficiente de rozamiento elevado, impermeabilidad, gran poder calorífico, fácilmente manejable, aislante térmico, etc., son algunas de las cualidades únicas del corcho y de los políticos que han adquirido esa condición. Convendrán ustedes que en los convulsos tiempos que vivimos, estos políticos son resiliencia en estado puro. Nadie como ellos para desbloquear la democracia española, para enseñarnos cómo se ha de dar la vuelta en el callejón sin salida en el que nos encontramos. Y nadie como ellos para encontrar nuevos caminos que nos alejen del desencanto y de la peligrosa crisis de nuestra democracia a la que nos han llevado. Ellos tienen la respuesta, solo nos falta saber quién tiene la pregunta.