El conflicto entre la mayoría del Parlamento de Cataluña y el Estado español ha adquirido la velocidad de crucero. La dialéctica entre desobediencia y legalidad ha entrado en una fase de normalidad muy satisfactoria por ambas partes. Especialmente para la CUP, triunfadora intelectual de la moción de confianza y del debate de política general al reafirmar su dominio táctico sobre JxSí, a cambio de concederle aire presupuestario al presidente Puigdemont. Para el PP, la actitud desafiante de los independentistas para con el Estado de derecho le permite exhibir las tablas de la ley como único argumento político.

CDC y ERC no tienen otro remedio que hacer su papel en el escenario elegido por la CUP si quieren seguir disfrutando de la estancia en el Palau de la Generalitat

Todos contentos, pues. Aunque algunos más que otros. En JxSí son muchos los que disimulan mal sus dudas por la táctica de creación de héroes inhabilitados y por el seguidismo a los diputados antisistema que disfrutan con sus exigencias populistas. Se sufre más en la vieja Convergència que en ERC, pero unos y otros no tienen otro remedio que hacer su papel en el escenario elegido por la CUP si quieren seguir disfrutando de la estancia en el Palau de la Generalitat.

La práctica parlamentaria y administrativa de la desobediencia favorece la judicialización del proceso buscada desde el primer día por el PP. Por eso algunos insignes independentistas desconfían de esta vía por creer que acabará beneficiando al Gobierno central, imperturbable en su lectura simplista y casi temeraria de la situación, convencido de que ningún socio comunitario se atreverá a insinuar una concesión a quienes incumplen la ley y confiado en el temor social a la movilización permanente que exigirá, en última instancia, la actitud del desafío.

Esta demostración de fuerza es la gran incógnita. Es evidente que al gobierno de Madrid no le quita el sueño. No deben considerar el aplauso político de la Unión Europea a la revuelta victoriosa protagonizado por la oposición ucraniana en la plaza Maidan como un precedente apropiado; tal vez pensando que la exigencia de una mayor integración europea reivindicada por los manifestantes de la plaza de la Independencia de Kiev les aleja de los soberanistas catalanes.

La secuencia de episodios de desobediencia imprescindibles para mantener viva la tensión, seguidos puntualmente por las advertencias del TC, se rige por un piloto automático invisible pero prudente hasta la fecha

La secuencia de episodios de desobediencia imprescindibles para mantener viva la tensión, seguidos puntualmente por las advertencias del TC, se rige por un piloto automático invisible pero prudente hasta la fecha. Del lado de los independentistas, la planificación de momentos históricos depende en buena parte de la firmeza de la Mesa del Parlament en la tramitación de las votaciones apropiadas sin hacer caso de las consideraciones legales de los servicios jurídicos de la Cámara. El calendario de provocaciones controladas podrá soportar renuncias de juristas, pero no debilidades o deserciones políticas.

Del frente constitucional y penal, sabemos que los abogados del Estado y la Fiscalía no cesarán en su empeño. Solo nos queda saber si la mano invisible que ha programado el piloto automático ha introducido las escenas de la policía entrando en el Parlament y la del presidente Puigdemont apareciendo en el balcón del Palau de la Generalitat.