Con su renuncia al escaño como diputado en el Congreso, Íñigo Errejón no ha hecho más que certificar la extrema gravedad del cisma existente en Podemos. Un cisma que se arrastra, como mínimo, desde que el grupo de dirigentes que lidera Pablo Iglesias hizo posible que Mariano Rajoy siguiera como presidente del gobierno. Ya entonces se hizo visible el divorcio existente entre Iglesias y Errejón. Un divorcio que se ha hecho cada vez más evidente y que se cierra, al menos por ahora, con la enésima constatación de la tendencia cainita y suicida de la izquierda.

Pablo Iglesias es, hoy por hoy, el único de los cinco principales fundadores de Podemos que sigue en su dirección. El suyo es un caudillaje que parece ahora indiscutido e indiscutible, es decir sin discusión posible: se está con él o, pura y simplemente, no se está. Pero es también un caudillaje cada vez más reducido, ya que todas las encuestas conocidas desde hace meses marcan un progresivo e imparable descenso de las expectativas de voto de Podemos y de casi todas sus confluencias, como quedó claro en las pasadas elecciones autonómicas en Andalucía. Un descenso que llega unido a diversas crisis territoriales y al desmarque cada vez más claro de algunas de las confluencias, como sucede con Compromís en Valencia.

Aquel anunciado y prometido “asalto a los cielos” se ha topado con la realidad. Querer no es poder. Además de querer es necesario saber poder. Y Podemos, y en concreto Pablo Iglesias, no supo poder, tal vez porque no quiso poder o por exceso de ambición. Perdió su primera gran oportunidad para sumarse a una alternativa de cambio que no solo impidiera entonces, primero tras los comicios del 20 de diciembre de 2015, y después de los del 26 de junio de 2016, la continuidad en el poder de Mariano Rajoy y el PP, sino que abriera las puertas a un proceso de regeneración institucional, política y moral. Es muy cierto que aquel error estratégico fue posteriormente corregido y que Podemos y todas sus confluencias se sumaron a la moción de censura presentada por Pedro Sánchez contra Mariano Rajoy, pero aquel primer exceso de ambición se ha convertido en una mancha indeleble en la trayectoria personal de Pablo Iglesias. Son muchos quienes no olvidan ni perdonan un error que hizo perder tanto tiempo, ¡más de dos años!

Ahora, más allá de las consecuencias que sin duda tendrá la presentación en la Comunidad de Madrid de dos candidaturas que se reclamarán herederas de Podemos, está por ver hasta qué punto el cisma que se ha producido en Podemos tiene repercusiones electorales en toda España, el próximo mes de mayo, en los comicios europeos, autonómicos y municipales. Está por ver también si este mismo cisma acaba o no debilitando al Gobierno del PSOE que preside Pedro Sánchez, aunque también podría acabar fortaleciéndole al poner en evidencia que cualquier alternativa progresista y de izquierdas capaz de hacer frente a la coalición de las derechas formada ya ahora por PP, C’s y Vox pasa, de forma inevitable, por el PSOE.