En Vilassar de Mar se han disculpado y hasta ha dimitido la concejala de Juventud, Montse Gual. No por la gincana sexual en la que participaron menores lamiendo plátanos como si fueran penes, sino por la falta de información. Un ayuntamiento, así como cualquier otra administración, no se disculpa jamás por lo que haya hecho, sino en todo caso por detalles colaterales que vienen a decirnos que lo que hizo, bien hecho está. Ahora que en Vilassar ya saben eso, el próximo año podrán repetir la experiencia, eso sí, mandando antes un correo electrónico a los papás de los niños y niñas, que no se diga que el ayuntamiento peca de falta de información, e incluso ampliando la clase magistral a franjas de menor edad, por qué no, de lo que se trata es solamente de informar bien, una vez resuelto esto, ancha es Castilla.

--El ayuntamiento de Vilassar de Mar le informa de que en la jornada de mañana del casal de verano, su hijo Pol, de cinco años, va a lamer un plátano untado con nata y miel como si fuera un nabo erecto, así sabrá lo que es la vida.

A ver qué familia va a negarse a que su hijo se eduque divirtiéndose, siempre y cuando el ayuntamiento no cometa otro error de comunicación. Informando previamente, todo arreglado. Como mucho, alguna familia va a preguntar si el plátano tiene que traérselo el niño de casa, o va a cargo de la organización de la gincana y lo van a incluir en la factura a final de mes.

No puede haber mayor motivo de orgullo para un padre que llegar por la noche a casa después de una dura jornada laboral y escuchar a su tierna hijita de once años, que después de darle un par de besos de bienvenida le dice, con su vocecilla de infante:

--¿Papá, quieres que te enseñe cómo se coloca un preservativo con la boca? Lo he aprendido hoy en la gincana municipal. ¡Es muy díver!

Y el papá, que naturalmente ya había sido informado por el ayuntamiento, sonríe orgulloso, ay, esa niña sí que va a llegar lejos.

Esas cosas, con informarlas, no hay problema. Aunque yo no creo que el ayuntamiento de Vilassar actuara de mala fe, simplemente quería dar una sorpresa a los padres. Si ocultó que la gincana municipal se iba a parecer a la despedida de soltera en Benidorm de un grupo de cuarentonas de Brighton ahítas de alcohol, fue solo por mantener ese efecto sorpresa. Ha sido así toda la vida, antes los niños aprendían en el colegio un poema de Navidad, que ocultaban celosamente a la familia hasta que en la comida del 25 de diciembre, el pequeño se encaramaba a una silla y recitaba ante toda la parentela unos sencillos versos. Lo que pretende el ayuntamiento de Vilassar de Mar es lo mismo, solo que el niño encaramado en la silla va a escenificar todas las posturas del Kama Sutra aprendidas en la gincana, ante unos orgullosos padres y tíos y alguna lágrima furtiva del abuelo, emocionado no se sabe si por todo lo que sabe el crío ese o por recordar tiempos pasados que ya no volverán.

Por eso, no es fácil decidir cuándo informar previamente a los padres de esos aprendizajes y cuándo no. Quizás muchos prefieren no saber por qué razón su niñita ha dejado de sopetón las muñecas y las cocinitas de lado y prefiere jugar siempre con plátanos de Canarias, una afición mucho más sana y encima más barata. Imagino a una pareja de padres primerizos, abrazados sonrientes, mientras observan sin que él los advierta a su pequeño jugando con un plátano untado con nata, venga a darle lametones como si no hubiera un mañana. Con la felicidad de tener ante ellos esta imagen les basta, no necesitan saber más.