Nunca se me han dado muy bien las redes sociales, pero recuerdo que poco antes de cumplir los 31 hice un comentario en Facebook que acumuló un alto número de me gusta. El post decía algo así como “cuanto más mayor me hago, más me gusta la pizza”.

No mentía: estábamos en 2011, en pleno apogeo de los foodies y los detractores del gluten, y parecía que nadie volvería a valorar la sencillez de cenar una pizza recién salida del horno acompañada de una buena copa de vino. La gente de mi edad empezó a olvidar que una pizza compartida proporciona felicidad y alegría, además de una muy probable indigestión por ingerir queso fundido antes de acostarse o del kilo extra que pesará al día siguiente. Pero ¿hay algo más importante que ser feliz?

Una pizza, además, convierte cualquier plan aburrido en un buen plan: desde quedar con los amigos para estudiar o hacer un trabajo de grupo, a que te inviten (en mi caso) a ver el fútbol: sí sé que habrá pizza en la media parte, siempre digo que sí. No hay nada mejor que zamparse media pizza tu solita mientras los demás sufren viendo al Barça perder frente al televisor.

En mi opinión, la cita perfecta también debe incluir pizza de por medio. “¿Una Cuatro quesos, de verdad? ¿Te has quedado en el insti?”, le pregunté entre risas al último ligue que me llevó a cenar a una pizzería. Siempre me han hecho gracia los hombres que piden una Cuatro quesos. Tienen un toque retro muy sexy. Lo que me echaría para atrás es que pidieran una Hawaiana. Ver trozos de piña en almíbar flotando entre capas de tomate y queso fundido me hace recordar el comedor del colegio, de donde salía, mediodía sí, mediodía también, con varias rodajas de fruta en almíbar escondidas en los bolsillos de la bata.

Está claro que el inventor de la pizza Hawaiana no podía ser italiano. Fue Sam Panopoulos, un cocinero canadiense de origen griego, quien decidió, en 1962, incluir una pizza con trozos de piña en conserva en el menú de su restaurante, un popular dinner en la pequeña ciudad de Chatham, Ontario. Cansado de servir siempre los mismos platos (pancakes, hamburguesas y patatas fritas, hígado con cebolla), Panopoulos había decidido incorporar primero algunos platos chino-americanos, y después probó suerte con la pizza, un plato que había probado solo una vez, ocho años antes, en Nápoles, donde el barco que lo llevaba de Grecia a Canadá hizo una breve escala antes de emprender la travesía del Atlántico.

“En los años 60, la pizza era algo muy primitivo en Canadá”, explicó Panopoulos en una entrevista con el portal Atlas Obscura realizada en 2017, poco antes de fallecer. Por aquel entonces, la pizza que se hacía en Canadá o EEUU tenía poco que ver con la receta original italiana, ya que los hornos eléctricos no tenían la potencia suficiente para conseguir una masa dorada y crujiente (hoy en día un horno de leña tiene capacidad para cocer a 500°C y uno de gas o eléctrico, a un mínimo de 420°C). Panopoulos admitía también que a él en esos momentos no le interesaba ser fiel a la tradición italiana, sino encontrar una combinación de ingredientes que tuviera éxito entre sus clientes. Y añadir piña en conserva, un exotismo tropical procedente de Hawái muy de moda en los 60, prometía ser un éxito asegurado.  “Por aquella época, el único plato que mezclaba dulce y salado era el cerdo agridulce de los restaurantes chinos, y como ya servíamos comida china en el Satellite, pensé que los clientes conectarían con ese sabor”, recordó Panopoulos en la entrevista 

Cuarenta años después de su invención, la pizza Hawaiana es quizás uno de los platos más detestados del mundo, y son pocos los que se atreven a pedirla en público. En 2017, el presidente de Islandia llegó a decir que, si estuviera en sus manos, la ilegalizaría, causando furor en las redes. Yo tampoco sería tan drástica. Hay gustos para todo: siempre habrá alguien que la pida, igual que en el cole siempre había algún niño dispuesto a cambiarme la piña o el melocotón en almíbar por su ración de macarrones. Además, hay pizzas peores. En Serbia, por ejemplo, o en China, me han servido pizza con kétchup.

Para acabar: encontré en internet una web mexicana con un test que adivina tu edad mental en función de los  ingredientes que elijas para tu pizza ideal. El resultado me pareció de fiar: “Tienes entre 10 y14 años: eres como una niña chiquita cuando se trata de comer pizza, no hay cosa que disfrutes más, y si es con los ingredientes típicos, mejor aún”.