El debate del miércoles en el Congreso de los Diputados no deparó nada bueno para vislumbrar un acuerdo “de reconstrucción” entre las formaciones políticas para superar la crisis económica que se vislumbra. El FMI apunta que la economía española caerá en un 8%, aunque algunas previsiones no descartan que el destrozo alcance el 10%, y la cifra de parados campe a sus anchas por encima del 20%. Además, España está endeudada hasta las cejas y se requiere dinero a espuertas para dar cobertura a los actuales tres millones de parados, a los seis millones de trabajadores y autónomos que verán truncadas sus expectativas personales y a las más de 50.000 empresas que irán a la quiebra. Eso sin contar que muchos sectores dan este año por perdido. Porque no podrán abrir o porque el descenso de pedidos los dejará en la inanición.

Todos estos datos no parecen suficientes para que los partidos políticos y las entidades económicas y sociales se centren en lo importante: establecer un marco mínimo de acuerdos que permita levantar la cabeza en los negros horizontes que se avecinan. Ciudadanos se abre a negociar, seguramente también el PNV puede apuntarse. La CEOE, de entrada, no cierra todas las puertas e irá de la mano de los sindicatos, aunque con objetivos que no siempre serán coincidentes. Y queda la incógnita de ERC. Queda por saber si sigue la estela de Torra o se desmarca. De momento, sólo tenemos en la mano el combate de esgrima, nada de navajazos, entre Rufián y el vicepresidente Iglesias en el debate de este pasado miércoles.

El PP se ha desmarcado aprovechando un desliz del Gobierno que anunció la ronda de consultas sin fijar primero la fecha con Casado. La reacción desmedida del PP, que parecía una zarina ofendida, marcó la orientación de los populares que tenían sobre la mesa el guion de FAES: pactos dentro de la Constitución, dejando fuera a los independentistas y a Podemos. O sea, el pacto debe implicar la ruptura de la coalición de Gobierno. No extraña esta postura. Los populares de Casado tienen el aliento en el cogote de VOX y consideran que participar en las negociaciones de un pacto político sólo ayudan al PSOE. Casado quiere hacer caer al Gobierno. Ese es su objetivo primero, y último. Quiere aprovechar la crisis del coronovirus en su propio provecho, y arrimar el hombro no es su prioridad.

Sólo cabría un resquicio en esta negociación que será larga. Si el PSOE agobiado por los problemas y por las disensiones con sus socios, vira en redondo y se abre a pactar, casi, en exclusiva con los populares. En este caso, el PP podría dar su sí porque tendría al Gobierno de Sánchez a su merced. De hecho, Casado podría arbitrar cuando le convendría dejar caer a Sánchez para que éste convocara elecciones. En este escenario, el PP se ve con fuerzas de hacer frente a la extrema derecha que está desbocada por el camino del insulto y la mentira.

Los independentistas de Torra no parece que apoyen este tipo de negociación. El presidente catalán ya ha diseñado su estrategia, aprovechar el coronavirus para que caiga el Gobierno y se abran expectativas para lograr la independencia. Su estrategia de mantener, y forzar, la tensión que ha desarrollado en las últimas semanas va en esta dirección. Que el PDeCAT quiera escuchar y ver las opciones no parece que sea la vía escogida, porque Torra, como Casado, tienen otras prioridades, pero su pinza con el inestimable apoyo de VOX, puede dejar al gobierno socialista noqueado.

Con estas perspectivas, el pacto puede quedarse nonato. El Gobierno sólo tiene a mano a Ciudadanos, y esto es así hasta que se empiecen a concretar temas sobre los que Podemos tendrá algo que decir. Quizás el PNV, canarios, cántabros, gallegos y turolenses. Tampoco en el frente autonómico parece que vaya a cosechar acercamientos, a no ser que con habilidad sea capaz de que los barones regionales del PP que, desconfían tanto de Sánchez como de Casado, intenten buscar puntos de acuerdo que necesitan para superar en sus ámbitos el año negro que se cierne en sus propios territorios.

Sánchez como Gary Cooper está sólo ante el peligro. La derecha hace cuentas de unas elecciones anticipadas. Los independentistas, sobre todo los más irredentos, están embravecidos porque “ara sí” es posible romper con el Estado. La Unión Europea no cede y los coronabonus, hoy por hoy, son una entelequia y la caja está esquilmada porque hay que pagar un dineral para evitar una fractura social. Su única esperanza es rehacer el acuerdo que le llevó al Gobierno. Una tarea que no es fácil, pero esto todavía no ha empezado. Pero no pierdan de vista la pinza PP, VOX, independentistas de JxCat. Tienen objetivos diferentes, pero una sola víctima.