El señor Raimon Obiols, ex líder de los socialistas catalanes, encabeza un manifiesto sobre la suerte de los Jordis y Cía. Para los abajo firmantes, la prisión preventiva es "injustificada y desproporcionada" y "aplicar un tratamiento penal al problema político que tenemos planteado no servirá para encontrar vías de solución". La opinión de la benemérita Amnistía Internacional o de unos cuantos juristas tienen por lo visto mucho más valor que las decisiones del Tribunal Supremo. ¡Solo faltaría!
La misiva parece una carta dirigida por una asamblea clandestina, encerrada en Montserrat, a la opinión pública internacional en tiempos remotos del Proceso de Burgos. Los independentistas deben estar celebrando tan humanitaria y noble iniciativa de prolongar el franquismo hasta el presente y proponer la vía del apaciguamiento de grato recuerdo para las democracias occidentales que tan buenos resultados le dieron a Hitler desde Varsovia hasta París.
Nada nuevo. El risueño Miquel Iceta ya propuso en las pasadas elecciones para los supuestos "presos políticos" un indulto en caso de ser elegido. Algunos alcaldes socialistas han expresado idénticas o parecidas opiniones, convertidos en auténticos señores o señora de la guerra que va por libre. Sin embargo, no deja de ser aleccionador que sea Obiols, el mismo al que llamaron de traidor para arriba a la salida del Parlamento de Cataluña, con motivo de la investidura de Jordi Pujol, mientras se anunciaba su enjuiciamiento por Banca Catalana. El ahora promotor del manifiesto tuvo que huir por piernas, metiéndose deprisa y corriendo en un 600 para lo cual debió efectuar una histórica genuflexión, mientras que el servicio de orden, unos verdaderos amigos, dirigido por Miquel Roca, a punto estuvo de comérselo vivo. Una pancarta rezaba "Felipe V. Franco. Felipe González". Tras ello, Pujol efectuó su paseo triunfal, en coche descubierto, hasta el balcón de la plaza San Jaume desde donde profetizó que "a partir de ahora de moral y de ética solo hablaremos nosotros". Los socialistas catalanes, con la heroica excepción de Jordi Solé Tura, a quien nunca se lo perdonarían ni los unos ni los otros, también consideraron entonces, como lo hacen ahora, desproporcionadas e injustas las medidas judiciales. Ello no les libró, por ejemplo, de que a Martínez Fraile le escupieran en la cara en pleno Paseo de Gracia por el simple hecho de ser socialista. La historia, por lo visto, nunca enseña nada, al menos a los socialistas catalanes.
Los socialistas catalanes, con la heroica excepción de Jordi Solé Tura, también consideraron entonces, como lo hacen ahora, desproporcionadas e injustas las medidas judiciales adoptadas contra Pujol por el caso Banca Catalana
Todo obedece a esa ley no escrita que rige en Cataluña a rajatabla: "Primero los de casa". ¿Cómo podía ser Pujol culpable de nada? Vázquez Montalbán en su pontificado ya proclamó que podía ser bajito, feo y de derechas, pero desde luego no era ningún ladrón. Obiols no tuvo ninguna duda de la honorabilidad de aquel al que había escuchado con emoción su discurso ante el tribunal militar del consejo de guerra, que lo había condenado a la cárcel por denunciar precisamente la corrupción del régimen de Franco.
Cataluña es una familia, una gran familia en el sentido más meridional del término. Gracias a ello Fèlix Millet --¿cómo pudo pasar?, todavía se preguntan algunos ilusos-- recién salido de la cárcel por una estafa piramidal fue colocado al frente del Palau de la Música por Pujol y Maragall con el resultado por todos sabido. Eso sí, los tres se conocían desde pequeñitos.
Max Weber --que no es el nombre de una nueva cerveza-- ya formuló la distinción entre "la ética de la intención" y la "ética de la responsabilidad". Si veo en el agua a alguien ahogándose y me tiro a salvarle, haré una buena acción, pero si fallecemos los dos ahogados tendremos dos muertos en lugar de uno. Ahí está la diferencia. La señora Victòria Camps, catedrática de ética y también abajo firmante, quizás podría habérselo explicado. Aunque, bien pensado, ¿para qué?