La ratafía, Astérix y el elefante

Manuel Trallero
5 min

Una vez concluida la bronca tabernaria (con perdón) montada en Washington; tras haber mostrado sus modales de perfecto maleducado al Rey en Tarragona y emplear su dialéctica de matón camorrista con el ministro Borrell por su defensa del embajador de España, el presidente de la Generalitat de Cataluña ha vuelto a hacer gala de las versátiles e innumerables virtudes que le adornan. Así, sobreponiéndose al peso de sus obligaciones y múltiples preocupaciones como gobernante, se ha convertido seguramente en el primero de ellos en aparecer promocionando una bebida alcohólica --la ratafía--​ con sus 25º a 29º.

Tan innovadora gesta la llevó a cabo a través de un vídeo colgado en las redes sociales en que ensalzaba las virtudes --llamémosle-- cívicas del susodicho mejunje, elaborado en su localidad natal de Santa Coloma de Farners. Las explicaciones propiciadas constituyen un compendio de las teorías (sangre y tierra) que tanto éxito tuvieron en la Alemania de los años treinta del siglo pasado. El señor Torra​ hace de la ratafía un ejemplo de la “pureza de sangre” ya que, tras presentarnos la garrafa con su propia elaboración, se enorgullece de explicarnos que ya la fabricaba su abuelo y el abuelo del abuelo. Para el presidente de todos los catalanes, “la ratafía es la familia, es tradición” es “quienes somos, la hacemos para recordar de dónde venimos”. Por si lo de la sangre y la raza no hubiera quedado suficientemente claro, nuestro presidente-intelectual pasa a la tierra porque, por lo visto, “la ratafía es país, es paisaje, es color, es luz”. No acaban sin embargo las propiedades reconstituyentes de ese licor dulzón que nada tienen que envidiar ni al aceite de hígado de bacalao, ni a la Quina San Patricio de mi infancia, ya que la ratafía “nos hace un poco más fuertes como país”.

¡Ah! La ratafía es a los catalanes lo que la pócima mágica a los galos de la aldea del guerrero Astérix y su amigo Obélix que resisten a los romanos, el último bastión para completar la invasión de las Galias. El druida Panorámix, con sus níveas barbas, tras recolectar en los bosques con su hoz de oro los ingredientes necesarios, y según la fórmula secreta que tan sólo conoce él, prepara un bebedizo que le concede una fuerza sobrehumana a Astérix --su fiel amigo Obélix no lo precisa porque de pequeño se cayó en la marmita-- en sus cuitas con los romanos. Por lo visto, los catalanes, tras ingerir la ratafía milagrosa del señor Torra, seremos más fuertes, incluso puede que seamos invencibles. No sé si a ustedes les suena de algo esta milonga con ruido de botas.

Estoy plenamente convencido de que al señor Torra no le hará falta poción mágica alguna, ni siquiera ratafía catalana, en su próxima reunión con el presidente del Gobierno español, quien por lo visto está dispuesto a un “diálogo sin cortapisas”. El portazo en la Moncloa puede darse por asegurado porque la bronca es lo que mejor les sale a los bravucones como él. El Muy Honorable ya ha anunciado que va a hablar sobre del “elefante”, es decir, la independencia. Es el mismo caballero a quien le duele tanto que le tilden de fascista. De verdad, queda feo decírselo. Sin embargo, hay un proverbio chino según el cual, si lleva trompa, colmillos, orejas grandes, patas solidas y cola... elefante es.

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¿Quién es... Manuel Trallero?
Manuel Trallero

​Ex periodista y ex casi todo lo demás. Tengo una edad ímproba, ¡incluso me acuerdo de que Franco murió en la cama! Eché artículos en 'La Vanguardia' hasta que me cansé. Hice un libro junto con Josep Guixá sobre Carmen Broto y otro solito sobre el (mal) llamado 'caso Palau'. Ambos tuvieron un éxito descriptible. Preparo una biografía de Jordi Pujol. Me he dado de baja del fútbol y del gintonic. Me gusta Schubert, aunque empiezo el día con Bach, mi ídolo fue Cassius Clay. Leo libros de historia en la cama. No soporto los restaurantes, las novelas ni el cava. Jamás veo la televisión ni oigo a Jordi Basté en RAC1. Practico la siesta del carnero y el boxeo.