Cataluña cuenta entre la nómina de sus funcionarios retribuidos a cargo del contribuyente --ya sea directamente, ya en forma de subvenciones-- con unos graciosos oficiales que disfrutan de sus prebendas tal que si fuera una canonjía vitalicia. Son fácilmente reconocibles porque, moviendo el dial de la radio o haciendo zapeo con el mando del televisor, en cuanto oigan hablar en castellano en una emisora catalana, pública o privada, no tengas muchas dudas al respeto de que se estará convirtiendo en relleno para las empanadillas algún español de esos que nos roban a los catalanes. Ellos, en cambio, son unos honrados currantes de las ondas que como la señora Empar Moliner ha cobrado durante los últimos tres años 225.000 euros de los medios públicos de comunicación de Cataluña, precio de mercado, según ella, por hacer cosas de tanto mérito como quemar una Constitución española o afirmar que ser catalán en España es como ser gay en Marruecos, eso sí, salvando las distancias.
La última incorporación a ese elenco de supuestos ingeniosos ha sido el señor Maiol Roger cuya postrera inenarrable hazaña consistió en poner mismamente a caldo a un expresidente de la Generalitat, el señor Montilla, quien sin perder en ningún momento la posición de flor de loto le endosó un mandoble de mucho cuidado cuando le replicó que lo que él hacía era "una caricatura de las cosas que está muy lejos de la realidad; desgraciadamente hay mucha gente en el país que se deja influir por estas caricaturas. Así nos van las cosas y desgraciadamente no nos van bien y no nos irán bien. Ojalá nos tomásemos las cosas más en serio, señor Maiol". Al referido personaje se le heló la sonrisa de supremacía que hasta entonces lucía y se le convirtió en una mueca, mientras que la hierática cara se tornó una máscara tras la que esconderse y Montilla enseñaba sonriente la dentadura dispuesto a darle un nuevo bocado.
Lo realmente escalofriante vendría después con la réplica del caballerete, quien afirmaría en un alarde de ingenio intelectual que "el humor es la mejor arma contra cualquier problema". A este chico todavía no se le ha caído el pelo de la dehesa y no ha leído ni siquiera el folleto de la aspiradora, por ello toma la risa como quien se toma un paracetamol, y se estruja las neuronas convenientemente para combatir el asesinato de mujeres por violencia de género o las pensiones de miseria de los jubilados a base de echar unas carcajadas. Estoy seguro de que les hará mucha gracia a las posibles víctimas y a los damnificados. El humor es lo que tiene, que hace gracia, por eso no sirve para nada como no sea para pasar el rato. Es hueco como una cáscara, simplemente humo y su poder de corrosión se disuelve al instante; pretende ser subversivo, pero se limita a un superficial picor como las burbujas del imbebible cava catalán.
Al aprendiz de brujo el cuerpo se le quedaba como desarreglado, así que sintió la imperiosa necesidad de decir la última palabra. Tras la preceptiva reivindicación de la libertad de expresión --de la suya de ellos, por supuesto-- en estos tiempos amarillos, se inmortalizó a sí mismo afirmando que la caricatura es "la muestra más eficiente de la realidad". Ni que decir tiene que el público de TV3 aplaudió a rabiar. Y aún hay quien se pregunta por qué ganó Donald Trump.