Dicen que el saber no ocupa lugar pero, por lo visto, no saber, y a poder ser no saber nada de nada, es en los tiempos que corren una cosa de mucho mérito, que goza de gran prestigio y reconocimiento social. Vivimos bajo el dominio aplastante del furibundo grito de "¡Abajo la inteligencia!" que pronunciara Millán-Astray y que se ha convertido, por lo visto, en el lema preferido de la llamada nueva política, una condición imprescindible para acabar con la casta e implantar, todo de una misma tacada, la República catalana.
El ínclito diputado por ERC Gabriel Rufián, con sus habituales ínfulas matoniles, tuvo a bien responder el zasca que le propinó Esperanza Aguirre en el Congreso al replicarle que, en lugar de "doceava", lo correcto era "decimosegunda". El interpelado respondió diciendo: "Bueno. Es que soy de barrio". Como bien arguyó el escritor Javier Pérez Andújar en Twitter, "con lo tanto que lucharon nuestros padres trabajando como mulos para que aprendiéramos los ordinales y los cardinales en el cole del barrio y va Rufián y lo destroza sin ningún respeto. ¿A quién pretende representar? ¿A qué espíritu de barrio?".
La ignorancia, incluso la ignorancia enciclopédica que según Josep Pla azota a los periodistas, es una de las señas de identidad de ERC
Los fascistas, los fascistas de verdad, sabían bien de la importancia del conocimiento y por ello procedieron a fusilar --se supone que con amor, como ahora dice algún desalmado-- a cuanto maestro de la República cayó en sus manos durante la Guerra Civil. La lucha por una educación, una cultura y unos mayores conocimientos fue sin duda la de nuestros mayores, y a la que siempre debemos honrar. La ignorancia, incluso la ignorancia enciclopédica que según Josep Pla azota a los periodistas, es una de las señas de identidad de ERC. Ya de su fundador, Francesc Macià, Amadeu Hurtado señalaba con sorna que "no sabía nada de nada y era espantoso oírle hablar de problemas de Gobierno porque no tenía ni la noción más elemental". Tras ver y escuchar el debate protagonizado entre Oriol Junqueras y Josep Borrell, no parece que la situación haya cambiado demasiado, y por supuesto ha quedado claramente de manifiesto con los criterios propuestos por el diputado Lluís Salvadó, que continúa tan tranquilo en el cargo, para la elección de un miembro del gobierno atendiendo al tamaño de sus tetas.
El lenguaje ha sido la primera víctima de esta escalada populista. El señor Turull, eximio candidato a la presidencia de la Generalitat, se cansó en un debate en TV3 de referirse al “pantanu” y el mayor Trapero se inmortalizó a sí mismo en rueda de prensa despidiendo a un corresponsal con aquello de "buenu, pues molt bé, pues adiós". Caballeros con pelo en pecho, luciendo barba y bigote, utilizan el femenino en sus diatribas porque así ayudan a visualizar a las mujeres, y referirse a portavozas es sin duda alguna un gran avance para combatir a la discriminación de la mujer en la sociedad actual. Tildar de fascista a un almirante fallecido en el año 1909 que combatió en la Guerra de Cuba, por parte de Ada Colau, alcaldesa de Barcelona, es la cosa más normal del mundo mundial. Y si no, siempre queda al teniente de alcalde Gerardo Pisarello, quien apostilla que "su encumbramiento al callejero de la Barceloneta fue una decisión deliberadamente adoptada por otros que sí eran, técnicamente, unos fachas". De tal forma que aprovechen y vayan a ver con los niños el Museo Picasso de Barcelona, antes de que el actual consistorio lo cierre por facha, ya que fue creado por el alcalde Porcioles, con Camilo Alonso Vega como ministro de Gobernación y Francisco Franco durmiendo en el Palacio del Pardo. Aunque lo más probable es que no lo sepan. Como todo lo demás.