Hace unos días el separatismo catalán iniciaba su enésima campaña de intoxicación contra España. Esta vez por un supuesto espionaje. “Catalangate”, se apresuraba a apodarlo Òmnium en un dominio registrado cuatro meses antes y bajo el lema “nos están vigilando”, la versión 2.0 de “el món ens mira”. A saber cuánto le ha costado el montaje a la Cataluña productiva.

Como siempre y para no perder las buenas costumbres, Moncloa les compra el relato. Raudo y veloz acude a Palau el fontanero de Sánchez, antaño encargado de remover los huesos del Valle de los Caídos. El toque de corneta del Govern manda, que no están en el Congreso las cosas como para prescindir de nadie. El socialismo y sus filias.

En Palau lo recibió Laura Vilagrà, consellera de Presidencia de la Generalitat. Una mesa algo putineja. Alargada, oscura, cada uno en cada punta. Aires de cumbrecilla bilateral. Cataluña-España, de igual a igual, el relato.

Sin sorpresa, leo en voz alta: "Batet cambiará las mayorías de la comisión de secretos para dar entrada a ERC y Bildu”. Las formas de hacer de Sánchez encarnadas en Meritxell Batet, una mujer de sonrisa amable y fondo oscuro. Leal a Iceta. Lo más rabiosamente antiespañol del PSC, sancionada por su propio partido tras votar a favor del derecho a la secesión de Cataluña. La tercera autoridad del Estado. Una plaga de termitas que devora las vigas de la democracia que sostienen el Congreso de los diputados.

Todos esperábamos que la doblemente imputada Ada Colau saliese a llorar en algún atril para hacernos saber que a ella también la espiaron, y recordarnos que es bisexual, por si no nos quedó claro en Sálvame Deluxe. Dato innecesario, pero las cuotas electorales marcan la política de la izquierda. Y Ada es quien mejor agrupa todas esas cuotas: mujer, bisexual, con pasado okupa e imputada. La candidata premium de la izquierda condal.

Pero para sorpresa de todos, ese papel de víctima del CNI se lo atribuyó a sí misma Yolanda Díaz, una de las pocas que quedan sin imputar de esa coalición de “las nietas de las brujas que no pudisteis quemar”. Decía la ministra del ERTE que es muy grave espiar a personas en España. Supongo que también estará en contra de las pesquisas judiciales a los consumidores de pornografía infantil, a las mafias de trato de personas o a los traficantes de droga, ya que sin el espionaje no se podrían cerrar muchísimos casos judiciales que afectan a la vida de terceras personas. No, en realidad no creo que esté en contra del espionaje en sí. Está en contra de espiar a los delincuentes de Cataluña que garantizan que ella pueda seguir gestionando el desempleo español desde Madrid.

Finalmente fueron la siempre sonriente portavoz del Gobierno y, de nuevo, el desenterrador Bolaños, quienes salieron a explicarnos que hace un año también espiaron al presidente y a la ministra de Defensa. “Pegasus de sobre”. Esto termina siendo un poco como el amigo que te da un cruasán a ti para no sentirse tan culpable por comerse él otro. El mal compartido es menos mal. Hay que reconocer que al menos Iván Redondo era original.

En el pleno de abril en el Ayuntamiento de Barcelona, el separatismo presentó distintas propuestas para condenar lo que ellos llaman “espionaje político”, insinuando que en Cataluña se cometen vulneraciones de derechos humanos, civiles y políticos. Es decir, equiparando nuestra España a la Rusia de Putin. El delirio nacionalista catalán. Los últimos coletazos del “ho tornarem a fer”.

El Partido Socialista en su línea, como siempre, sin decepcionar a nadie. Porque ya nadie se traga aquello de que son un partido “de Estado”. En dicho pleno volvieron a deslizarse por la pendiente de la indignidad sugiriendo que Bildu tenía mucho más sentido de Estado que, por ejemplo, Valents.

La izquierda comunista acusó de decir barbaridades a Eva Parera, quien animó, en una brillante y vibrante intervención que brilló entre tanta mediocridad, al CNI y a los tribunales a seguir investigando a quienes quieren partir nuestra patria en dos, o en tres, o en ocho, que son las naciones que contó Iceta. Seguidamente vino a rematar la jugada la regidora Barceló. Por la escuadra.

Si algo quedó claro en ese pleno es que, en una bancada opositora débil y asustada, quienes lideran la oposición son los tres concejales de Valents.