El histrionismo en política es muy contagioso. Algunas de las actuaciones en la investidura de Mariano Rajoy, empezando por él mismo y sus chistes sobre los SMS y acabando con el patético diputado de ERC, son una buena muestra de esa tendencia a la astracanada.

Es posible que la sobreactuación sea innata al oficio, como también lo es que el tertulianismo y las redes sociales la hayan llevado hasta extremos peligrosos para sus protagonistas porque refuerzan la confianza en sí mismos hasta el punto de perder de vista la realidad. Porque no basta con sorprender, ni con saber hablar, ni siquiera con decir la verdad. Hay que convencer.

Cuando Pedro Sánchez acusa al Grupo Prisa de lanzar una cacería contra su persona no miente: todos los lectores de El País y, en menor medida, los oyentes de la SER lo han visto. El director del diario ha tenido que pedir disculpas a los suscriptores que se han dado de baja.

La relación entre los medios de comunicación y la política es complicada y está vinculada a intereses económicos. En los buenos tiempos, los ingresos por las promociones y la propaganda de instituciones públicas suponían en torno al 35% de los ingresos de los diarios de Barcelona. En estos momentos, es de suponer que superan el 50%. Y sería muy raro que en Madrid ocurriera algo diferente.

Durante el primer mandato de Mariano Rajoy, los principales diarios del país han cambiado de director, y nunca en contra de los intereses del PP

Los partidos que administran esos recursos lo hacen en provecho propio, obviamente. Durante el primer mandato de Mariano Rajoy, los principales diarios del país fueron cambiando de director de forma consecutiva, y nunca en contra de los intereses del PP (¿hace falta decirlo?). En el mismo periodo de tiempo, las potentes televisiones del Grupo Planeta promocionaron el movimiento que surgió del 15M y que ha acabado con el PSOE como alternativa única de Gobierno frente al PP.

Lo que dijo Pedro Sánchez en Salvados (del grupo Planeta) es cierto: ni el Ibex ni los poderes fácticos veían con buenos ojos sus escarceos con Podemos; un matrimonio, por otra parte, imposible, como todo el mundo sabe. Pero eso ya estaba descontado, incluso cuando él mantenía buenas relaciones con El País.

La concomitancia entre medios y partidos es bien conocida en las sociedades modernas y forma parte del juego de equilibrios comúnmente aceptado y que permite que la democracia funcione.

Es la misma equivocación que ha cometido Ramón Espinar y a la que ha arrastrado a sus compañeros de Podemos

Atribuir a la conspiración --real-- toda la responsabilidad de su caída en desgracia es un error, no porque Pedro Sánchez mienta, sino porque todos los españoles asistieron en directo al espectáculo de su apuñalamiento a manos de sus compañeros de partido.

Es la misma equivocación que ha cometido Ramón Espinar y a la que ha arrastrado a sus compañeros de Podemos. Hay verdades que ayudan a contextualizar el relato, pero los hechos son tozudos. Nadie en su sano juicio puede creer que un estudiante de 21 años dé la entrada de un piso de protección oficial en una ciudad en la que no vive y que luego lo venda haciendo plusvalías –30.000 euros brutos sobre un gasto total de 60.000– de forma inocente. Especuló, y punto; como tantos otros.

Ha sido ocurrente acusar al Grupo Prisa y a la Cadena SER, pero ineficaz. Ha demostrado, como sus jefes y como Sánchez, que son unos pipiolos de la política. O peor todavía. Creen que con ponerse ante la pantalla y manejar unos miles de tuits pueden reescribir la historia.

Eso es necesario, pero luego hay que saber convencer, lo que no está al alcance de todos. Probablemente, eso es la política en nuestros días. No puedes ser cómplice de los medios que te encumbran y clamar por la democracia directa cuando te ponen la proa.