Mientras el PSOE como partido se ha autolesionado gravemente este pasado fin de semana, la imagen pública del depuesto secretario general sale reforzada. Sánchez se ha transformado, a ojos de la opinión de izquierdas y de gran parte de la militancia socialista, en un héroe que ha sucumbido a una sucia maniobra interna y a un sinfín de presiones mediáticas para torcer su empecinado “no es no” a facilitar un gobierno “antisocial y corrupto” de Mariano Rajoy. El veterano dirigente y ex alcalde de San Sebastián, Odón Edorza, lo describía bien al concluir “pierde el PSOE, gana Sánchez”. En este relato, el papel de villanos corresponde a los barones territoriales, capitaneados por Susana Díaz, que no querían consultar a las bases ni celebrar unas primarias que amenazaban en transformarse en un plebiscito a favor del zancadilleado líder. Ahora, en cambio, tendrán que asumir toda la responsabilidad de conducir al partido hacia una abstención que no supieron defender antes públicamente ni plantear cuando tocaba en el Comité Federal.

Ahora, los barones del PSOE tendrán que asumir toda la responsabilidad de conducir al partido hacia una abstención que no supieron defender antes públicamente ni plantear cuando tocaba en el Comité Federal

Esta es la imagen que a grandes rasgos se ha trasladado a la calle y que el paso del tiempo acentuará, como suele ocurrir siempre, hasta bordear la caricatura. Toda exageración tiene rasgos de verdad, particularmente en lo que concierne a la posición de los críticos y a su "chusquera" maniobra (en palabras de Josep Borrell) contra el secretario general. En lugar de plantear abiertamente una moción censura, intentaron anticipar su salida con la dimisión en bloque de la mitad de la ejecutiva, con lo que estatutariamente forzaban aquello que querían evitar, un Congreso extraordinario. La caricatura se personalizó en el intento de Verónica Pérez, presidenta del Comité Federal, de proclamarse en la puerta de la calle Ferraz “la única autoridad del PSOE” ante el supuesto vacío de poder a dos días del decisivo cónclave.

Ahora bien, si nos acercamos al desarrollo de los hechos, la imagen de héroe a secas de Sánchez empieza a teñirse de héroe insensato. Cuando tras el desastre electoral en Galicia y el País Vasco decide convocar primarias exprés para el 23 de octubre está lanzando un desafío mayúsculo a sus rivales, a los que no deja otra opción que rebelarse o capitular. Lo más sorprendente es que no hubiera contado bien sus apoyos y se lanzase a una operación de esta envergadura sin disponer de mayoría en el máximo órgano entre congresos. Lo que no se entiende bien es por qué razón, en lugar de plantear el desafío en términos de lucha por el poder, no centró el debate político sobre cuál debía ser la posición del PSOE de confirmarse la imposibilidad de formar un gobierno alternativo a Rajoy. Aquí seguía teniendo las de ganar porque los críticos se mantenían vacilantes y nadie quería dar la cara a favor de una abstención. También podía haber ganado tiempo aceptando abrir negociaciones con el PP si el candidato a la investidura no fuese Rajoy. Hubiera contando con el apoyo de C's y se habría quitado presión de encima.

El PSC ha recogido la bandera de Sánchez y, con unas primarias entre Miquel Iceta y Núria Parlon dentro de diez días, la ruptura del protocolo de unidad con el PSOE puede acabar siendo otra fatal derivada de este cisma

Puede que de no haberse visto tan acorralado internamente, Sánchez no se hubiera atrincherado en el “no es no” que, a partir de un cierto momento, se convirtió en su tabla de salvación frente a los críticos. Pero un secretario general no es un llanero solitario o un héroe insensato. Podía haber jugado otras cartas y, en cambio, alimentó entre las bases socialistas una posición monolítica cuyo resultado eran las terceras elecciones que él mismo decía no querer y que los dirigentes territoriales de su partido rechazaban radicalmente. No quiso explorar tampoco las contrapartidas de una abstención, ni que fuera para luego rechazarlas.

Toda crisis es susceptible de empeorar y, a la fractura por la base, se le puede sumar ahora una escisión territorial. El PSC ha recogido la bandera de Sánchez y, con unas primarias entre Miquel Iceta y Núria Parlon dentro de diez días, la ruptura del protocolo de unidad con el PSOE puede acabar siendo otra fatal derivada de este cisma si la gestora que preside Javier Fernández no encuentra la manera de limitar la abstención socialista a solo once votos, suficientes para desbloquear la investidura de Rajoy en segunda vuelta. De lo contrario, nuevamente perderían todos.