¡Templen panderetas, tambores y bombos! ¡Abrillanten címbalos, trompetas, trombones y tubas! ¡Que formen las bandas en alegre y festivo pasacalle convocando a tots els bons catalans! ¡Que els avis i les àvies vayan asando en hecatombe propiciatoria no menos de cien bueyes con denominación de origen! ¿No les oyen desfilar marciales? Ya llegan, al compás de claros clarines, los paladines de la Republiqueta, portando las sagradas urnas del 1 de octubre, que son presentadas al pueblo cual becerro de oro; y a su paso, al verlas, cae en trance el sediciosillo impenitente, se arrodilla, y llora y ruge feliz. Y tot el camp és un clam de esteladas al viento y consignas voceadas a pleno pulmón... ¡Ara va de bo, nens i nenes! ¡A la cuarta va la vencida! 

Tras el popular, muy alegal e inútil Butifarréndum 1.0 de Arenys de Munt (13 de septiembre de 2019), y no contentos con el dudosamente legal Choricéndum 2.0 (o "Proceso Participativo Sobre el Futuro Político de Cataluña", del 9 al 25 de noviembre de 2014) orquestado por el gran timonel Artur Mas, e incapaces de asumir el ridículo universal del Morcilléndum 3.0 promovido por el orate de Carles Puigdemont (1 de octubre de 2017), que cual valeroso caballero Jedi puso pies en polvorosa, llega ahora a nuestras pantallas, y de la mano de Pere Aragonès, el nen barbut que las mata callando, el "Chistoréndum 4.0 No Muy Sedicioso Ni Muy Punible Ni Malversador Ni Muy Agravado Aunque Cause Algún Disturbio"... Una corrida democrática a celebrar, si el tiempo y las autoridades competentes lo permiten (que lo permitirán), en todas las plazas, ruedos y cosos de Cataluña, cuando todos los fascistas, a base de darles la tabarra hasta la extenuación, se den por vencidos. Que para eso apoyamos al sátrapa de Madrid, Pedro "el aferrado" Sánchez.

Pues sí, amigos, ese es el plan. Y no por no verlo venir --pues es una posibilidad anunciada que está en boca de todos desde hace semanas-- el saber ahora con mayor certeza lo que nos preparan resulta menos inquietante, por mucha broma que hagamos al respecto.

Cuando aún resuena en el ambiente el eco de la infamia vivida días atrás en el Congreso; cuando aún nos duelen los oídos al rememorar los disparates verbalizados por Gabriel Rufián, Jaume Asens, Felipe Sicilia, Pablo Echenique --y toda la caterva de alegres conjurados antifascistas que sostienen en el poder al Partido Sanchista--, tildando a toda la oposición, a jueces y a miembros del Tribunal Constitucional de émulos togados de Antonio Tejero; cuando ya de poco sirven las brillantes andanadas dialécticas que propinaron Cuca Gamarra e Inés Arrimadas a toda esa horda; cuando a todos nos resulta imposible borrar la expresión cínica e imperturbable de Meritxell "ahí me las den todas" Batet (siguiendo el ejemplo de Carme Forcadell), ajena a los ruegos de que postergara esa votación mientras el Tribunal Constitucional no se pronunciara al respecto, quizá pensando, complacida, en que su compañero sentimental, Juan Carlos Campo, exministro de Justicia, ocupará, designado a dedo, una de las codiciadas plazas de ese alto tribunal... Cuando, en resumen, todas esas cosas pasan en una sesión parlamentaria, es para preocuparse de verdad. Vamos muy mal.

Cuando en el Congreso de los Diputados se permite y aplaude la desvergüenza que supone ver a una jauría de portavoces de la izquierda y la extrema izquierda, independentistas y herederos de violencias pretéritas, calificar a los magistrados del Tribunal Constitucional de golpistas togados, pero se silencia, censura y abuchea por sistema a quien se atreve a llamar etarra al que históricamente ha sido etarra, algo no va bien. Lo que está sucediendo es más que grave. Vamos de cabeza a un "Estado Mordaza", de verdad única, a la venezolana, gracias a la insaciable sed de poder de un político cuya personalidad muestra todos y cada uno de los rasgos del perfecto psicópata. Es incomprensible que alguien así haya llegado a Presidente del Gobierno de España. El día en que deba abandonar La Moncloa se llevará consigo medio palacete pegado a la piel, despacho incluido, porque se embadurnará todo él en cola de impacto y hará falta una dotación de bomberos, picos, palas y azadones para liberarle.

De nada sirve que muchos socialistas se lleven las manos a la cabeza ante los  indignos cambalaches, artimañas, pactos, chapuzas y prebendas que Sánchez perpetra día a día a fin de seguir en el poder. Es posible que la disconformidad verbalizada por Emiliano García Page sea puro postureo pactado en el seno del partido –como apunta Isabel Ayuso y muchos más en el PP– a fin de salvaguardar la imagen de libertad de expresión, porque a pesar de la dureza de sus declaraciones todos los diputados de Castilla y León acataron la disciplina de voto; pero lo cierto es que muchos otros se han mostrado tremendamente críticos con las malas artes de Sánchez. Seguramente nos quedaríamos a cuadros de poder leer una transcripción completa de lo hablado entre copas y puros por Felipe González, Alfonso Guerra y los treinta y nueve exministros reunidos en la cena conmemorativa del cuarenta aniversario de la victoria socialista de 1982, celebrada días atrás en Madrid. A Pedro le debieron silbar los oídos durante horas. La práctica totalidad de la vieja guardia socialista le aborrece profundamente, aunque muchos evitan hablar o posicionarse. Nada tiene que ver, pese a todos sus errores y corruptelas, el PSOE al que casi todos votamos en los ochenta con el partido actual, dominado por un inconsciente que en su frenesí avanza cual elefante en cacharrería demoliendo el Estado de Derecho, la Constitución, las leyes y sus procedimientos, sin que los destrozos puedan ser revertidos fácilmente. A Sánchez le importa un comino el hambre del mañana, solo le interesa el pan del día.

Tras poner en libertad a los culpables de haber creado el mayor conflicto convivencial que Cataluña ha vivido en democracia, nuestro presidente ha derogado el delito de sedición, ha rebajado a la carta, ad hoc, el de malversación, y declara ufano que "el procés ha terminado", que Cataluña ha sido "pacificada"... No sé a quién quiere engañar. Todos sabemos que el procés , en lo político, simplemente se ha trasladado a Madrid. ERC ya reclama un referéndum vinculante. Pedro dice que eso es imposible –"Si quiere se lo digo mil veces, no habrá referéndum; no podría yo dormir"--; Salvador Illa dice que se hará, porque es inevitable; Oriol Junqueras tiene claro que todo es táctica, cuestión de paciencia, y que el no de hoy será el "bueno, pues vale, pues lo hablamos" de mañana, y el sí rotundo de la siguiente semana. Y Pere Aragonès apostilla: "Y si hay que cambiar la Constitución, pues se habla y se cambia, ¿dónde está el problema?".

Si dentro de un año, tras las elecciones, Pedro Sánchez tiene la más mínima posibilidad de seguir reinando, el precio que pagará, pagaremos, será un referéndum consultivo no vinculante pero tremendamente vinculante, que los vascos también exigirán a renglón seguido. Junqueras lo tiene clarísimo: con una participación del 50% del censo y un 55% de votos independentistas a favor, habrán ganado y será inapelable.

Todo lo que Pedro Sánchez ha hecho y hará a fin de perpetuarse en el poder explica su afán por controlar el Tribunal Constitucional. Para él no existen líneas rojas que no puedan ser traspasadas. Es maquiavélico y no tiene un pelo de tonto. Necesita cubrirse las espaldas. A buen entendedor...

Y que nadie diga luego que no sabía nada de todo esto, porque todo esto ocurrirá, y lo veremos todos, como muy tarde en 2025.