En los pocos días que ese gran hombre de Estado y maniquí de manos que es Pedro Sánchez lleva al frente del Gobierno de España, hemos podido intuir, y en algún caso casi comprobar, lo caro que nos puede salir a todos esta broma. Es decir: ¿Por dónde van a ir los tiros, ahora que sabemos que no hay elecciones a la vista --shame on you, Pedrito!-- y sí una larga campaña electoral? En esta vida nada sale gratis. Y llegar al poder de carambola, investido en túnica alba, como si los tuyos no se hubieran revolcado en el fango una y mil veces, obliga a pagar un precio que podría resultar anímicamente inasumible para la ciudadanía; ésa que cansada de populismos, reyertas, demagogia, corrupción y concesiones a aquellos que sólo persiguen dinamitar la convivencia y el Estado, no pide sino un buen gobierno y medidas que les solucionen problemas y les ayuden en el día a día. No lo olviden: una quinta parte de españoles está bajo el umbral de la pobreza, y otra quinta, las pasa canutas y suda sangre para no ir a peor.

¿Habrá más autogobierno, acercamiento de criminales etarras y dinero para los vascos, esos cortesanos que se encaman con quien convenga y siguen, torticeros, a lo suyo? Me juego mi colección de vinilos a que sí. Sigo: ¿Veremos cómo a fin de contentar a la bestia corrupia del lacito amarillo recuperan artículos del Estatut tumbados en su día por el TC? Me refiero al rumor de una justicia catalana que ponga a salvo toda la mierda que esconde bajo la alfombra el nacionalismo de palio y barretina. ¿Recibirá Sánchez con honores de Jefe de Estado a Quim Torra  en la Moncloa? El polichinela de Carles Puigdemont ha afirmado en Washington que Cataluña será un Estado independiente en breve, y que el Estado español es despótico, opresor y malévolo. No contento con eso, él y sus pretorianos fanáticos han montado el numerito cuando en la cena inaugural del festival folklórico que les ha llevado hasta allí, Pedro Morenés, el embajador español, les ha cantado las verdades del barquero. Qué precio pagará, en definitiva, Sánchez a estos indeseables: ¿Habrá indultos para los golpistas presos; traslado a cárceles catalanas; dinero; reforma constitucional; posible consulta no vinculante futura?

Las preguntas que yo me hago, amigos, son las mismas que nos hacemos todos. Basta con mantener el ojo avizor para verlas venir. Porque chuparse los dedos, a cierta edad, no es de recibo. Insisto, esto no va de ser ni de derechas ni de izquierdas. El que no haya pasado ese sarampión de juventud que corra al CAP y pida vacuna. A mí me molieron tres veces a palos los grises de Valladolid, cuando en segundo de periodismo gritaba “¡Libertad, amnistía, Estatut de autonomía!” --¡Si lo hubiera sabido!--. Incluso me clavaron, literalmente, el cañón de una pistola entre las cejas en el interior del famoso café Zurich de la plaza de Cataluña, donde muchos nos habíamos refugiado. No, esto no va de ideología, ni de maniqueísmo trasnochado, esto va de sentido común, dignidad y democracia. Estamos todos muy hartos de que nos vendan a peso y por docenas.

Vuelvo a las concesiones. Las que se perfilan ahora mismo como más claras son las que se ofrecen desde el PSOE como pago por su ayuda a los vividores y cantamañanas de puñito alzado y casoplón hortera. Veamos...

A todos se nos encoge el alma --y lo digo mortalmente serio-- cuando vemos a seres humanos ateridos, a la deriva, hacinados y al borde de la extenuación... ¿Acaso era esa la situación de los pasajeros del Aquarius, que celebraron con gran jolgorio y envío masivo de fotos desde sus smartphones su desembarco en Valencia? Permítanme que lo dude, aunque acaso esté equivocado. En tal caso, pido perdón.

¿Vamos a reconvertir los CIES en balnearios high standing? ¿Quitamos las concertinas y seguimos, a continuación, con puertas, alambradas y control de fronteras? No voy a opinar aunque estoy cualificado para hacerlo --no quiero morir lapidado-- pero tengo muy claro que esto será Eurabia en muy pocas décadas. Lo único bueno, cuando ese día llegue, que llegará, es que todas las bestias infrahumanas españolas, incluyendo, claro, a las vascas, catalanas y gallegas, nos abrazaremos al oír hablar español, vasco, catalán o gallego por la calle. Al tiempo.

Pero tal vez la concesión más ridícula e innecesaria ahora mismo, con tantas urgencias por atender (y no las enumero porque no caben) es la que más anhelan nuestros revolucionarios de salón: la exhumación de los restos del dinosaurio Francisco Franco. Ocurrirá en pocos días o semanas. Y ocurrirá ante la más absoluta indiferencia por parte de los españoles tranquilos... ¿Cómo es posible que todos los que vivimos el franquismo y su represión hayamos sabido pasar página, y que aquellos que nacieron décadas después vivan obsesionados hasta lo enfermizo con el dictador? ¿No será que de quitarles ese teclado de dos teclas --“facha” y “franquista”-- que usan en sus soflamas se quedan en pelota picada y sin discurso? España, admitámoslo, está llena de incultos; borregos a izquierda y a derecha, mermados a las tres y a las nueve.

Yo sugiero que conviertan el Valle de los Caídos en una especie de Parque Jurásico para totalitarios, dictadores, fanáticos y nacionalistas de todo signo de la Historia de España. Así sus fantasmas podrán ulular por los pasillos y matarse a cadenazos eternamente. Y a Pablo Iglesias le nombramos director de ese Fachapark, y a Gabriel Rufián, community manager de redes sociales. Cargos, ambos, ajustados a su techo de máxima incompetencia. Como sé que eso no será aceptado --hoy estoy muy tonto, lo reconozco-- que se lleven al Dictator Rex al Pazo de Meirás (y no volverás), y que nos dejen tranquilos de una puñetera vez a todos.