El Frente Nacional ha lanzado sus redes sobre los votantes de Mélenchon argumentando que la división entre izquierda y derecha hoy carece de sentido y lo que marca la división política es el enfrentamiento entre patriotas y globalizadores. El lenguaje está bien escogido. Ser nacionalistas, que es lo que son, no suena bien en Europa --Cataluña es en este sentido una de las excepciones--. En cambio, en Francia, patriotas fueron los que se opusieron al nazismo, o sea que el odio a los alemanes es lo que se quiere inocular a la población.

Este planteamiento populista, ni de derechas ni de izquierdas, utilizado entre nosotros por Podemos y los nacionalistas catalanes, se abre paso porque, efectivamente, el discurso entre la extrema derecha y la extrema izquierda solo diverge, formalmente, en el discurso xenófobo de unos frente a la retórica buenista de los otros. Digo retórica porque, por ejemplo, en Cataluña las campañas de nuestros nacionalistas en favor de los refugiados contrasta con llamar colonos a muchos conciudadanos que se resisten a perder su identidad, incluidos los padres o abuelos de algunos de ellos que reniegan de sus orígenes para camuflarse en el ambiente dominante.

¿Por qué hemos llegado a esta situación? La respuesta es la incapacidad de la izquierda para dar amparo a los perdedores de la globalización, la digitalización, la robotización y en general los avances tecnológicos. La izquierda socialdemócrata se ha desdibujado porque su gran aportación de postguerra --el Estado del bienestar, las políticas redistributivas, la defensa de los trabajadores-- no se ha sabido adaptar a los nuevos tiempos. En lugar de dar soluciones a los excesos de la globalización, a los paraísos fiscales, al abuso de los poderosos, instituciones financieras y multinacionales, han desdibujado su discurso hasta confundirse con el de la derecha. Por su parte, la izquierda de inspiración comunista --la palabra ya no se usa por el hundimiento político y económico del comunismo-- ha optado por olvidarse de los valores característicos de la izquierda --la solidaridad, la igualdad, la libertad, la fraternidad-- y apuntarse al estatalismo más pedestre y al nacionalismo, que es lo que preconiza sin citarlo expresamente cuando defienden la soberanía nacional frente a Europa, el proteccionismo.

¿Por qué hemos llegado a esta situación? La respuesta es la incapacidad de la izquierda para dar amparo a los perdedores de la globalización, la digitalización, la robotización y en general los avances tecnológicos

Si queremos preservar la globalización, que ha sacado de la pobreza a decenas de millones de personas en muchos países, y que para una persona de izquierdas, al menos en mi concepción, debería ser un objetivo nuclear, es necesario que la izquierda renueve su discurso y dé respuesta a los problemas de los perdedores de la globalización para que no acaben siendo instrumentalizados por el populismo-nacionalismo más pedestre, que puede llevarnos a la Europa de la primera mitad del siglo pasado, de infausto recuerdo.

Por eso es trascendente que la experiencia de Macron --espero que gane la segunda vuelta de las presidenciales-- sea un éxito. Y para ello es necesario que no olvide a los perdedores de la globalización y ponga fin a los abusos de los más poderosos. La izquierda socialdemócrata supo repartir la riqueza, ahora hay que buscar nuevas fórmulas para no dejar desamparados a los más débiles, a los menos preparados para beneficiarse del nuevo orden económico y político. Pero no sirven las recetas del pasado.

La dicotomía no es entre patriotas y globalizadores sino entre los que quieren preservar el modelo de sociedad nacido en la Europa occidental tras la Segunda Guerra Mundial y los que, siendo o no conscientes de ello, nos pueden devolver a los enfrentamientos, nacionales pero al final también ideológicos, de la primera mitad del siglo XX. Votantes de Bernie Sanders apoyando a Trump. Maduro enarbolando una estelada y financiando la toma de posesión de Trump. Putin y partidarios de Mélenchon alinedos con Le Pen... De este batiburrillo no saldrá un mundo mejor. Los que pueden deberían esforzarse en abordar con urgencia y rigor los muchos problemas de nuestra sociedad antes de que sea demasiado tarde.