Desde sus orígenes regionalistas, el nacionalismo ha tenido muy clara una premisa: de lo conseguido, ni un paso atrás. Y si en algún momento este movimiento se ha visto forzado a dar marcha atrás, sus ideólogos políticos han considerado que ese retroceso --por pequeño que fuera-- sería sólo para tomar más impulso y alcanzar en el siguiente salto el techo más alto posible para sus aspiraciones separatistas. Así sucedió con las dictaduras de Primo de Rivera o de Franco, con aquella efímera amenaza de la Ley Orgánica de Armonización del Proceso Autonómico (LOAPA) de julio de 1982, con los recortes del último Estatut o con la última sentencia del Tribunal Supremo sobre el procés.

Cuando Sánchez formuló en el debate del pasado lunes la posibilidad de desarrollar algunas iniciativas legislativas con la intención de frenar la insaciable dominación separatista, no era consciente que la expresión bíblica Noli me tangere (no me toques) es una máxima innegociable para la Iglesia y el credo nacionalista. En su afán electoralista por epatar o emular, Sánchez fue tan ingenuo que adelantó tres medidas que afectarían a (casi) todas las autonomías y podrían frenar la deriva totalitaria y la intolerancia del independentismo: aprobar que sea necesaria una mayoría de dos tercios de los parlamentos para el control de sus respectivas televisiones autonómicas, introducir en el currículo educativo una asignatura sobre concordia y Constitución, y precisar en el Código Penal la ilegalidad en la convocatoria autonómica unilateral de referéndums. Fue cerrar su boca y los vientres procesistas comenzaron a expeler y evacuar todo tipo de excrementos contra los socialistas. Es fácil imaginar cuál pudo ser la inmediata respuesta de Iceta que, manos a la cabeza, gritó Peeeeeedro!què has fet!

Entre el vertedero tuitero destacó la reacción (sic) de Jaume Asens, el otrora asesor de Puigdemont, concejal con Colau, reciente número dos de Unidas Podemos en el Congreso y, de nuevo, candidato de En Comú Podem: “Intervenir TV3, intervenir l’educació i convertir en delicte el dret a vot. No és el PP, ni Cs ni Vox. Són les receptes de Sánchez per Catalunya”. A un espectador sensato que viera el debate le puede costar comprender cuál es la capacidad de entendimiento de Asens, pero de lo que no se puede dudar es que el líder podemita hizo una interpretación falsa de la propuesta sanchista. Dicho de otro modo, su tuit fue la de un reaccionario de tomo y lomo que, ante cualquier posibilidad de reforma o cambio a favor del fortalecimiento de la democracia, responde con la versión paranoica del victimismo y la imaginaria represión del Estado español al poble català.

 

Es posible que Asens reconozca, como han hecho algunos soberanistas, la defunción del procés; sin embargo, no cabe duda que no ha perdido la esperanza en su resurrección. Así como Jesucristo, después de resucitar, le dijo a María Magdalena “noli me tangere”, la reacción de Asens fue también “no me toques, no me toques” que el cielo de la República catalana nos espera. Aunque la propuesta de Sánchez fue solo de palabra, al menos sirvió para recordarles a estos fanáticos que -en su camino celestial- de momento viven en el purgatorio, y no sabemos por cuánto tiempo. ¿Se imagina que el pontífice lo cierra y los soberanistas se quedan dentro? Como sucedió con la clausura del limbo -el purgatorio infantil-, quizás el papa Francisco podría ayudar para ello.