Pensamiento

Pactar para transformar

2 julio, 2016 00:00

Fernando de los Ríos (una de las cabezas mejor amuebladas del socialismo español) fue elegido miembro de la Comisión Ejecutiva del PSOE en el congreso extraordinario de 1920. Poco tiempo después, junto con otro compañero, fue designado comisionado para viajar a la Unión Soviética con la finalidad de ver las posibilidades de ingreso del partido en la Tercera Internacional. Durante su entrevista con Lenin, De los Ríos le preguntó cuándo permitiría su gobierno la libertad de los ciudadanos. Tras una larga diatriba el mandatario ruso le respondió: "¿Libertad para qué?".

Es urgente reformar la Constitución, pero para ello es necesario el acuerdo y el consenso de derecha e izquierda, y si no, no hay reforma posible

Me ha parecido oportuno traer a colación esa referencia histórica porque tras los resultados de las elecciones generales del pasado 26J muchos se preguntan: ¿Y ahora, qué? Ciertamente, el PP ha salido reforzado de esta contienda y ha puesto una considerable distancia con las izquierdas que, además, han quedado fragmentadas. Ahora bien, una cosa es obtener una mayoría más o menos cómoda para gobernar y otra configurar una mayoría suficiente para establecer acuerdos de Estado para llevar a cabo las grandes transformaciones que este país necesita.

Vamos a ser razonablemente optimistas y vamos a suponer que con los resultados del 26 de junio se impone el sentido común. Nadie se empecina en hacer lo que no toca, Rajoy se tira a la piscina y es capaz de lograr los votos necesarios para que su investidura salga adelante y puede configurar un ejecutivo.

A mi juicio, el primer paso que se debería dar sería realizar un diagnóstico exhaustivo de la situación de país lo más compartido posible. Luego plantear un tratamiento en el que se pudieran comprometer el máximo de agentes políticos y sociales. Y quiero subrayar lo de agentes sociales porque, sin el compromiso y la colaboración activa de la sociedad civil, no saldremos adelante.

No se puede perder de vista que estamos ante cuestiones excepcionales que exigen medidas que afectan a nuestra convivencia y a las reglas de juego que, en un momento determinado, nos dimos a nosotros mismos.

Así, por ejemplo, es urgente reformar la Constitución, pero para ello es necesario el acuerdo y el consenso de derecha e izquierda, y si no, no hay reforma posible. Algo similar se podría decir de la ley electoral, entre otras cuestiones.

De igual manera, resulta imprescindible impulsar, desde la inversión pública y privada, un crecimiento económico sostenido que cree empleo de calidad. Hay que recuperar, de forma urgente, el pacto de Toledo y dar una solución al asunto de las pensiones. Nuestros mayores no pueden seguir en la incerteza de qué va pasar con sus pagas y el sistema necesita una reforma en profundidad que lo haga viable.

También hay que establecer con Europa una relación que fortalezca la posición de España; ya que pese a ser la cuarta economía de la Eurozona, el papel de nuestro país en el concierto internacional es irrelevante.

Veremos si los actuales líderes políticos saben estar a la altura de las circunstancias y son capaces de anteponer los intereses del país a los intereses personales o de partido

No podemos tolerar que la pobreza en nuestro país tenga rostro infantil. Por eso, es urgente tomar medidas para hacer frente a la pobreza y la desigualdad que atentan a la cohesión social y, eso, en una sociedad desarrollada como la nuestra, no debería ser aceptado.

Hay que llevar a cabo una reforma fiscal progresiva que acabe con la vergüenza e indignidad de la evasión y que no dé cuartel a la economía sumergida. Asimismo, no basta con derogar la LOMCE, se hace imprescindible un gran acuerdo sobre educación.
En ese contexto, resulta absolutamente imprescindible llevar a cabo una regeneración democrática de las instituciones que no sea tan solo un cambio de nombres y caras. Hace falta, también, un cambio de talante que acerque la política a los ciudadanos y que ésta sea comprensible para ellos. Además, es preciso luchar decididamente contra la corrupción.

En la ya mencionada reforma de la Constitución, se deberían blindar determinados derechos sociales, así como afrontar sin mayor dilación la cuestión territorial.

Es necesaria una mayor claridad y simplificación competencial, se debe clarificar la solidaridad interterritorial. De igual manera, se hace imprescindible un nuevo acuerdo sobre financiación que tenga en cuenta el principio de ordinalidad y, a su vez, desarrollar un plan de inversiones con criterios claros y transparentes y, ¿cómo no?, llevar a cabo la reforma del Senado para convertirlo en una auténtica cámara territorial.

Estoy convencido de que más pronto que tarde la ciudadanía se dará cuenta de quién está por la labor y quién por salir en la foto y el postureo, y actuarán en consecuencia, premiando a quien intente el acuerdo y sancionando a quien ponga obstáculos. Veremos si los actuales líderes políticos saben estar a la altura de las circunstancias y son capaces de anteponer los intereses del país a los intereses personales o de partido.

Lo he escrito en alguna otra ocasión y me parece oportuno repetirlo: tal y como está las cosas, una reedición de los pactos de la Moncloa en versión siglo XXI, con todas las diferencias que se quiera, no estaría nada mal. Al fin y al cabo, si entonces la situación del país era sumamente delicada, hoy, en otro contexto y con otros actores, no lo es menos.