Quizás tenga algo de razón José Antonio Zarzalejos, cuando escribe que el Gobierno de España tiene poco de coalición y mucho de yuxtaposición, que sus ministros laboran adosados pero no comunicados. Lo cierto es que los correligionarios de Pablo Iglesias apretaron de lo lindo para trepar al barco gubernamental y hacerse un hueco en el puesto de mando. Eso fue así y, ahora, a más de un ciudadano le cuesta discernir si esa tripulación es apta para navegar o no. Henchidos de furor marinero subieron a bordo, soltaron amarras y recogieron presurosamente la pasarela, no fuera caso que los anaranjados pretendieran embarcar. La marinería podemita es diversa y heterogénea. Unos vienen del peronismo, otros sacralizan lo bolivariano y, unos cuantos más, juegan al anticapitalismo vintage. Los más moderados sueñan con ser socialdemócratas de izquierdas. La argamasa que unifica toda esa tropa es más una mezcla de negaciones que no un compendio de propuestas factibles.

¡Qué le vamos a hacer si son así!, exclaman, no sin cierta desazón, los partidarios de las fuerzas progresistas con cultura de gobierno. Pero ya saben ustedes que la mar no siempre es plácida, que los escollos existen y vencer la fuerza de las corrientes exige temple y sentido común. Y es que basta con leer la prensa de estas últimas semanas, o seguir las tertulias de televisión, para constatar que la marinería podemita está excesivamente revoltosa. No le place la velocidad de crucero que imprime el capitán Sánchez, tampoco las escalas técnicas que sugieren sus ministros más aventajados. Con pueril impaciencia --recuerden aquello de La enfermedad infantil del ‘izquierdismo’ en el comunismo-- pretenden poner los motores de la nave a toda máquina, sin importarles demasiado el rumbo ni las disponibilidades de víveres o combustible. No hace falta ser doctor en Ciencias Políticas por la Complutense para adivinar qué circunstancias han llevado a Unidas Podemos a buscar la singularización exprés. Veamos.

Una de ellas puede ser la proximidad de las elecciones catalanas del 14 de febrero en las que, En Comú Podem, ha de procurar salvar los muebles. De ahí el constante mariposeo político de personajes, como Pisarello y Jaume Asens, intentando a la desesperada chupar cámara y colocar mensaje. Otra circunstancia, no menor, es la debilidad orgánica de la formación morada. Últimamente ha sido noticia las disidencias territoriales, la fuga de cuadros y la relajación organizativa de las bases de Unidas Podemos. Pablo Iglesias necesita revitalizar a los suyos al precio que sea, incluso poniendo en riesgo la estabilidad gubernamental. Los morados están tentando a la suerte con su exagerada agresividad contra la monarquía. El video que media España pudo visionar en TVE, comparando la familia real con la mafia, no es de recibo. Muchos republicanos de toda la vida vemos en esas acciones un oportunismo, sin el don de la oportunidad, que nos convierte temporalmente en monárquicos funcionales. Para otra ocasión dejo las exigencias que han manifestado respecto al CGPJ, la política exterior, los asuntos económicos y los guiños insinuantes a cierto secesionismo.

Permítanme una pequeña boutade marxista al hilo de lo expuesto. Una de las escenas más hilarantes de la película Una noche en la ópera de los hermanos Marx, es la de su famoso y abarrotado camarote. Pablo Casado se ha referido a él en el Congreso insinuando, sin gracia, lío en el Gobierno; un servidor prefiere hacerlo como paradigma de peticiones  improcedentes. La sublime guasa de la película se inicia cuando todos los servicios del barco acuden con la intención de satisfacer las demandas de los pasajeros. Poco a poco el camarote se llena de tal modo que es imposible entrar. Un camarero intenta tomar nota para servir la cena. De forma recurrente la comanda se ve ampliada por la conocida petición de Chico: “Y también dos huevos duros”. Las últimas semanas han sido pródigas en desavenencias gubernamentales y en petición, por boca de Unidas Podemos, de ‘huevos duros’ añadidos al menú del ejecutivo. Lo que en la comedia cinematográfica es motivo de chanza y diversión, en la gestión política gubernamental puede devenir un conflicto serio. El intento desmesurado de marcar perfil de UP ha levantado, gratuitamente, contra el gobierno a algunos sectores de la sociedad. Craso error que, de repetirse en exceso, puede convertir la yuxtaposición --de la que nos hablaba Zarzalejos-- en muro de separación. ¿Está Pablo Iglesias dispuesto de nuevo a cortocircuitar la existencia de un gobierno progresista en España? El vicepresidente y los suyos juegan con fuego, han estado a punto de provocar una crisis institucional de graves consecuencias al azuzar a la ciudadanía contra la monarquía. Alguien debería decirles que pedir huevos a deshora es indigesto y perjudicial para salud democrática.