Cuantas más veces recuerda José María Aznar que él dejó un Partido Popular (PP) unido y un espacio de centroderecha unificado y cuanto más advierte de que la misión principal de Pablo Casado es reconstruir esa unidad, más se le deshilacha al actual presidente del PP la madeja del centroderecha.

La última implosión ha sido la provocada por el giro de Ciudadanos (Cs) al romper con el PP en Murcia y presentar el miércoles una moción de censura junto al PSOE en la región y en varios ayuntamientos, entre ellos el de la capital. Pero la moción ha durado solo dos días. El viernes, el presidente de Murcia, Fernando López Miras, frenó la iniciativa al incluir como consejeros en su Gobierno a tres diputados tránsfugas de Cs, que dieron marcha atrás y anunciaron que votarían en contra de derribar al PP. Un nuevo golpe de teatro y un lamentable espectáculo de transfuguismo, compra de voluntades y “comportamientos mafiosos”, según Cs, o “corruptos”, en opinión del PSOE, que solo pueden alejar aún más a la ciudadanía de estas formas de hacer política.

Como respuesta a la moción de censura en Murcia, la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, disolvió la Asamblea y convocó elecciones anticipadas para el 4 de mayo, cuya celebración depende de un embrollo jurídico y de la decisión de los tribunales, que deben pronunciarse sobre si las mociones de censura presentadas con urgencia por el PSOE y Más Madrid impiden o no la celebración de los comicios.

El movimiento de Díaz Ayuso es arriesgado porque el PP puede ganar las elecciones, pero es dudoso que consiga la mayoría absoluta, y en ese caso Ayuso quedaría solo en manos de Vox, ya que la recomposición del pacto con Ciudadanos es imposible después de lo sucedido y de que la presidenta madrileña expulsase de inmediato del Gobierno regional a los consejeros naranjas.

El acercamiento de Ayuso a Vox rompe la estrategia que Casado había plasmado en su brillante y duro discurso durante la moción de censura contra Pedro Sánchez presentada por Vox en octubre. En ese discurso, el presidente del PP escenificó la ruptura, al menos retórica, con Vox, partido al que calificó de “pinza de Sánchez” que solo pretende “suplantar al PP”. Dirigiéndose a Santiago Abascal, le dijo: “No queremos ser como usted, no somos como usted”, y le negó su capacidad para “liderar la nación más antigua de Europa”. Casado contrapuso “el liberalismo reformista”  al “populismo antipluralista”, “la economía abierta”  al “proteccionismo autárquico”, “la vocación europea y atlantista”  al “aislacionismo” y “el interés general” al “oportunismo del cuanto peor, mejor”, como diferencias entre el PP y Vox.

Ahora, ¿dónde queda todo eso cuando Casado repite la consigna lanzada por Ayuso de que en mayo se elegirá entre “socialismo o libertad”, un eslogan que también ha hecho suyo la dirigente de Vox Rocío Monasterio? Los últimos pronunciamientos de Casado parecen indicar que da un nuevo  bandazo en la relación con Vox y vuelve al seguidismo de la extrema derecha tras la ruptura aparente en la moción de censura de octubre.

El drama del PP es que no sabe qué hacer con Vox: si se aproxima a sus posiciones, blanquea a la extrema derecha, que sale beneficiada, y pierde el centro, con lo que la deseada unificación del centroderecha se reduce a la unificación de la derecha con la extrema derecha. Si se desplaza hacia el centro, por el contrario, pierde el otro flanco, el del voto más ultra, y fracasa el intento de conseguir la unidad de toda la derecha. Vox se ha convertido para el PP en la perfecta expresión de que “ni contigo ni sin ti tienen mis males remedio”.

Además, la decisión de Ciudadanos de aliarse con el PSOE en Murcia, rompiendo el cordón sanitario que instauró Albert Rivera, trastoca todo el mapa político y deja al PP atrapado junto a Vox y al albur de los próximos movimientos de Cs. Ahora mismo, hay otra moción de censura en Castilla y León, presentada por el PSOE contra el Gobierno del PP y Ciudadanos, y un pacto en Andalucía entre el PP, Cs y Vox que depende de la actitud del partido de Inés Arrimadas. El transfuguismo en Murcia, sin embargo, deja en ridículo a Ciudadanos y muestra la inconsistencia y la debilidad del partido.

Sin un proyecto claro, sin alianzas, sin un liderazgo capaz de unir al centroderecha, Casado y la cúpula del PP no pueden estar peor. Sin embargo, el líder popular presenta las elecciones de mayo en la Comunidad madrileña como un intento de unificar el centroderecha por “la base”, mediante la participación de los votantes. Es una aspiración tan ilusoria como desesperado ha sido el llamamiento del secretario general, Teodoro García Egea, dirigido a los dirigentes, militantes y simpatizantes de Ciudadanos para que abandonen a su partido en masa y se integren en el PP.

Si la unificación del centro derecha deben hacerla los votantes o los militantes, sin el impulso de las direcciones de los partidos, singularmente del PP, incapaz de diseñar una estrategia definida y seguirla sin vaivenes, Pedro Sánchez puede respirar muy tranquilo.