España no deja de ser un actor más en la cada vez más interconectada economía mundial. Una gripe en alguna de las grandes zonas económicas del mundo nos acaba provocando casi siempre algún estornudo. Los economistas que tengan interés en conocer cómo va a evolucionar el mundo, como los buenos futbolistas, tienen que levantar la cabeza. Mirarse el ombligo, no poner “las largas” y observar el mundo con perspectiva 360 grados te suele llevar a predicciones erróneas.

Hace ya algún tiempo que vengo avisando que el mundo está híper endeudado --la deuda global se encuentra en los 182.000 billones de dólares, un 60 % más que al comienzo de la crisis financiera de 2007--. Los grandes centros de decisión financiera acabarán llevando a cabo acciones para limitar y reducir la deuda de empresas y gobiernos. La tendencia a subir tipos de interés y endurecer las condiciones de acceso a crédito irán enfriando el crecimiento económico. La economía seguirá desacelerándose durante los próximos trimestres.

Además de esta losa, aspectos relacionados con decisiones políticas, también están influyendo mucho en el campo económico. El Brexit y la populista política presupuestaria italiana nos afectaran. También, aunque estén lejos, nos seguirán afectando las crisis financieras turca, brasileña y argentina. La incertidumbre sobre los precios del petróleo, la escalada de tensiones comerciales Made in Trump y la dudas que genera la elevada deuda pública china también marcarán la agenda económica durante los próximos meses.

En España, por desgracia, tampoco tenemos la misma “munición” para hacer frente a turbulencias económicas que hace 10 años. Con una deuda pública rozando el 100% del PIB --en 2008 era el 39.50%-- tenemos mucho menos colchón para reaccionar. No exagero si digo que si sufrimos otro “resfriado” nos manda derechito a la UCI. Estamos en una situación delicada que la actual clase política debería tomarse muy en serio.

Olvidarse de la disciplina presupuestaria, del control del gasto y embarcarse en un sinfín de promesas electoralistas pone en riesgo nuestra salud financiera. Necesitamos diseñar amortiguadores fiscales para disponer de margen de maniobra frente a la próxima recesión y para reducir los costes financieros del servicio de una deuda pública tan elevada. No hacerlo es una manera irresponsable de jugar con cientos de miles de puestos trabajo y con la prosperidad de nuestras empresas.

Como en España somos tan “listos”, además de los retos que acabo de enumerar anteriormente, nos inventamos otros: la crisis territorial separatista, la amenaza latente sobre la monarquía parlamentaria, la falta de una política de Estado en educación, el poco protagonismo a la investigación científica o la insuficiente valentía política para hacer frente al reto de poder pagar las pensiones. En definitiva, tenemos serias amenazas “de fuera” y nos inventamos dificultades “en casa”. Ese ombliguismo nos debilita.