Debo decir, primero, que no estoy de acuerdo con la Ley de Educación Celaá por mi experiencia escolar. No soy un narciso, pero ya tengo una experiencia personal.

Tengo una educación de casi veinte años entre la primaria (4 años), Bachillerato y COU (siete años) y Universidad (7 años). Nunca he repetido un curso. Como soy de familia humilde tuve que trabajar en banca. De los dieciocho años hasta los veinticinco no viví, porque alternaba con la política, vivía la política en primera persona. Mis amigos de entonces (de café) y de ahora lo saben. Militaba en política porque aquella dictadura no me gustaba, por eso soy constitucionalista. No me gusta mirar al pasado. No me gusta el gusta el blanco y negro. Prefiero el color. Lo único que me gustaba, que no es poco, es la juventud que los jóvenes no valoran.

Dejo la política y vuelvo a la Educación. De niño admiraba a dos hombres: mi maestro, --estudiaba en la escolanía de la Catedral de Lleida, que era pública, porque la España de los 60 era nacional católica, con dos años en los maristas, (en la privada), y catorce de bachiller y universitario-- y el médico de cabecera, que entonces se consideraba un semi Dios.

Sólo estudié con chicas en la facultad. (He devorado libros pero mi educación fue la familia, con el ejemplo de mis padres, y tuve mucha suerte porque estas cosas no se eligen).

Con diecisiete años, la chicas eran del planeta Venus y nosotros de Marte. En este sentido la educación es mejor. Mi madre que antes de la guerra estudiaba en Francia, sólo estudiaba con chicas, como en toda Europa, la católica y la protestante. Por eso me indigna que la nueva Ley de Educación no quiera subvencionar a los colegios del Opus, que diferencian por sexos. Eso no pasaba con el PSOE de Felipe González, ni con el de José Luis Rodríguez Zapatero, pero sí con el de Pedro Sánchez por culpa del (Sin) Iglesias. El Tribunal Superior de Justicia de Cataluña ha rechazado lo aprobado en verano por el Govern de la Generalitat. Yo no soy del Opus, pero no entiendo que un gobierno autonómico o nacional pueda interferir en un centro privado. En Cataluña no pinta nada Colau.

Defiendo por igual la escuela pública y la concertada. Ésta solo está en las ciudades. En los pueblos sólo existen las publicas, por eso ambas se necesitan.

El uso del castellano como lengua vehicular en Cataluña en un 25%, como indicó el Tribunal Supremo y que recogió hace siete años la Ley Wert, la Generalitat se lo pasó por el forro de la entrepierna alegando que los chicos catalano hablantes ya lo hablaban bien, y es cierto. No más bien, sino casi igual porque el castellano es más fácil hablarlo y leerlo. Entonces me equivoqué. Defendía que los chicos tenían derecho, como los catalanes, a su lengua materna. Es una Declaración Universal de los Derechos Humanos.  Pujol no quería que hubiera más nacionalistas, era una obsesión.

En Cataluña todos  somos bilingües, porque lo somos. Les cuesta más a los extranjeros, pero lo necesitan serlo para integrarse y tener mejor trabajo, por eso los padres lo aceptan pensando en lo que más quieren. La política de normalización lingüística en catalán dura 40 años. Es la obra predilecta de Pujol.