Los resultados de las últimas elecciones en Cataluña fueron enormemente descorazonadores, porque todos, absolutamente todos, nos fuimos a la cama con la sensación de que habíamos perdido.

El independentismo ha vuelto a sacar menos votos que las opciones que propugnan mantenerse en España, aunque sea realizando cambios. Esto les conduce, si no cambian de estrategia, a la travesía del desierto y a generar una sociedad y un discurso bronco que disminuye radicalmente la calidad de vida de todos. Nos conduce a vivir permanentemente estresados sin resolver ninguno de los problemas que tenemos, y eso no es bueno ni para la salud, ni para la sociedad.

Los partidos constitucionalistas, o que propugnan realizar cambios siguiendo las reglas del juego, no pueden construir una alternativa política desde Cataluña que permita forzar los cambios en España, aunque saquen más votos.

La derecha ha ganado claramente las elecciones, ante una izquierda minimizada que propugnaba entendimiento y pacto. Sin embargo la derecha no puede gobernar porque los dos partidos que la lideran, Ciudadans y Junts per Catalunya, serán incapaces de construir alternativas de gobierno viables.

La izquierda no suma para gobernar y es dudoso que entre los partidos que la representan pudieran ponerse de acuerdo para hacerlo.

Los partidos independentistas, si suman. Sin embargo, a consecuencia de las tácticas que han seguido, de enfrentamiento con la legalidad, tienen a muchos de sus líderes imputados. Junts per Catalunya ha ganado el segundo puesto en las elecciones prometiendo a los catalanes la liberación de los presos, promesa que, si lo consiguieran, se me antoja lejana, porque ni siquiera han sido juzgados. Siguiendo las mismas tácticas, más bien empeorarán su situación. Por eso, a pesar de que los tres partidos independentistas suman, los dos mayores empeoraran la situación personal de sus líderes si mantienen la línea marcada por la CUP. Tanto Esquerra Republicana como Junts per Catalunya tendrán que recolocarse y esto los aleja de la CUP, que aunque siga siendo una vez más como la clave para formar gobierno independentista, ha sido duramente castigada por sus electores. El mensaje independentista debería suavizarse, pero suave no gobierna y bronco aumenta los costes personales de sus líderes.

Cataluña ha perdido porque no ha conseguido ninguna opción clara de futuro, y sí la imagen de continuismo de la inestabilidad y el desasosiego

En el bando independentista, difícilmente los parlamentarios imputados podrán ir a votar y, por tanto, los que van en las listas tendrán que ser sustituidos si no quieren perder las votaciones parlamentarias.

Cataluña ha perdido porque no ha conseguido ninguna opción clara de futuro, y sí la imagen de continuismo de la inestabilidad y el desasosiego.

En clave española, el PP y el partido que representa a Podemos en Cataluña han sido duramente castigados y el Partido Socialista ha subido poco. Por tanto, Ciudadanos se convierte en la fuerza moral que ha conseguido ganar al independentismo y se coloca en buena posición en unas posibles elecciones generales, pero sigue de oposición en Cataluña y el cuarto de la lista en España.

Esto quiere decir que el independentismo debería cambiar sus planteamientos radicales, resituarse y aceptar que sus métodos de enfrentamiento, son eso, enfrentamiento, pero no vehiculizan la consecución de sus objetivos y perjudican a la sociedad y a las instituciones catalanas.

Estamos en un tablero de ajedrez y la partida no la gana nadie. Quizás es el momento para destapar la olla y dejar que el vapor se escape. Quizás es el momento de rebajar la soberbia y reconocerse mutuamente. España como país debe redefinirse, hacerse mayor y plantear alternativas políticas para construir juntos un nuevo proyecto que nos ilusione a todos.

Y yo voy a empezar a gritar que estoy harta del expolio de escaños de este sistema electoral que lleva cuarenta años regalando el gobierno de Cataluña a los mismos que sistemáticamente son sus perdedores.