Nací en la Clínica Montserrat, en el centro de Lleida. A los 17 años, cogí las alforjas para estudiar Periodismo. Eso ocurrió a mediados de los 70, hace más de 40 años. Luego, durante casi tres décadas, fui director de Revista del Vallès, hasta que a los 55 años, una bala traidora me rompió la médula y me retiró. Soy un tipo con suerte esquiva. No pienso como cuando tenía 21 años, pero amo a Cataluña y España como entonces. Mis amigos lo saben.

He querido escribir sobre el debate del pasado lunes para explicar la decisión de mi voto, que casi nadie entenderá. Porque soy un animal político, que en las primeras elecciones de 1977 daba mítines en media docena de teatros en Barcelona, con apenas 19 años, como representante universitario.

Normalmente voto tapándome la nariz, pero esta vez no votaré, porque no me gusta nadie. Empezando por Pedro Sánchez, porque es la versión 5.0 de José Luis Rodríguez Zapatero. De Pedro me gusta el valor que tuvo al enfrentase al aparato del PSOE. El partido socialista es profundamente democrático, ya que en ningún otro una persona gana al status quo. Me gustan los políticos valientes, pero como no me gustaba Zapatero, tampoco me gusta esta versión 5.0.

Tampoco me gusta Pablo Casado, aunque no es como Mariano Rajoy --la Historia será muy injusta con él--. La política tiene esa naturaleza. Sólo hay que haber militado para saber que los enemigos no están en la acera contraria, sino en la propia. Rajoy pasará a la Historia como don Tancredo al envite separatista, pero no podía hacer otra cosa. No me gusta Profident Casado, el PP echará en falta a Rajoy.

El problema que tengo con Albert Rivera es porque lo conocí cuando nadie lo conocía. Me utilizó como primer escalón de un cohete que le llevará a la mierda. No hay que conocerlo personalmente, el batacazo se lo dará por no haber pactado en abril con el PSOE. Está arrepentido, pero el tiempo no corre marcha atrás.

En el caso de Pablo Iglesias, el problema es que no ama a España, y defiende la autodeterminación como si Cataluña fuera una colonia. Hace tres años vi un video en el que decía que la palabra "España" le disgustaba. Además, nunca me ha gustado el comunismo. Es una idea tan perversa como el nazismo.

A Santiago Abascal no lo veo mala persona, pero no soy nacionalista. Tampoco me gusta que considere eso de los españoles, primero. Como no me gusta Salvini, no votaré a Vox. Prohibir los partidos separatistas sería echar gasolina al fuego. Es lo que sueña Puigdemont. Entiendo a Abascal, porque él y su familia han sido amenazados por ETA. Yo también lo fui por Terra Lluire, pero eso no me ha radicalizado como a Jiménez Losantos.

No hace falta que diga por qué no votaré.