Hoy escribo desde Madrid. Aunque alguno no lo crea, un simple viaje profesional. Hay mundo más allá de Cataluña. Curiosamente, aquí es uno de los lugares donde menos se entiende ese pequeño territorio al nordeste de la península.
En Cataluña, cuando algunos escribíamos sobre dos bloques inamovibles, otros seguían pensando que los votos cambiarían de un lado a otro. Pero la realidad es la que es. La división de Cataluña en dos bloques es incuestionable. Nadie que votara independentista votaría constitucionalista, ni nadie que votara constitucionalista votaría independentista. Las cosas son claras, muy claras. Y eso no es un problema, es un problemón.
Quizás es momento desde Barcelona de apostar por la unilateralidad y convertirla en la 18ª comunidad autónoma de España
La sociedad esta fracturada en dos, y por desgracia el territorio también. Un área urbana constitucionalista, con epicentro en Barcelona, y un área independentista más rural. Con esos datos ahora es tiempo de imaginación. Donde la política de la imposición no ha funcionado, debería imperar la de la lógica y coherencia.
Las cosas claras: Barcelona no es Cataluña. Quizás es momento desde Barcelona de apostar por la unilateralidad y lanzar una reforma constitucional sin concesiones. Convertir Barcelona, y los municipios que se adhieran, en la Comunidad Autónoma de Barcelona, la 18ª comunidad de España. A veces, los retos se batallan desde la practicidad. ¿No quieren democracia? Pues esa votación de una nueva comunidad autónoma es democracia. Los problemas se solucionan con operaciones quirúrgicas. Y España no es una excepción.