Cantaba Serrat: "Nos empeñamos en dirigir sus vidas sin saber el oficio y sin vocación". Recuerdo esta estrofa de su canción Esos locos bajitos mientras leo una reciente entrevista al escritor norteamericano Paul Auster que preguntado por su infancia dice: "Fui muy afortunado de crecer en un momento en el que el modelo educativo imperante era muy liberal y consistía en que los niños gozaran de abundante tiempo libre para jugar y leer". Añade que "los padres no supervisaban obsesivamente a sus hijos, les concedían libertad, no eran como los padres helicóptero de hoy en día, siempre revoloteando, sobre protectores y miedosos".

Paul Auster nació en 1947 por lo que probablemente el modelo educativo de entonces no pueda aplicarse al momento actual. La sociedad ha cambiado, y mucho. Yo también recuerdo disponer de bastante tiempo libre en mi infancia y estoy hablando de los años setenta en España. A ello también contribuía el hecho de que internet no existía, los teléfonos móviles eran algo propio de la ciencia-ficción y solo teníamos dos canales de televisión. Aunque ahora parezca mentira, en una ciudad como Barcelona jugábamos en la calle. Leíamos, devorábamos libros, porque era la manera de conocer el mundo mientras merendabas galletas con chocolate.

La idea general es que los niños tienen que estar preparados aunque realmente nadie sabe para qué

Hoy las cosas son distintas. Todos tenemos mil y una ocupaciones y nos parece que los días no tienen suficientes horas, en especial para nuestros hijos. Los niños pasan el día en la escuela y su jornada se alarga con las actividades extraescolares, en ocasiones inevitables, porque no hay nadie que pueda estar con ellos cuando salen del colegio debido a los horarios laborales de sus progenitores y, en otras, son consecuencia de la obsesión de algunos porque sus hijos tengan todas las horas ocupadas. Clases de música, de baile, de dibujo, de fútbol, de kárate, de patinaje, de inglés... La lista es interminable y muchos tienen dos o más actividades a la semana, a lo que debe añadirse, si se trata de una actividad deportiva, el sábado o el domingo para ir a competir. La idea general es que tienen que estar preparados aunque realmente nadie sabe para qué. Se les insiste en que el mundo es una selva, que lo tienen muy difícil y en lo importante que es ser alguien en la vida (habría que aclarar qué se entienden por "ser alguien").

La empresa Addeco ha presentado este verano el informe ¿Qué quieres ser de mayor? con las respuestas de dos mil menores, de 4 a 16 años. El 20’3% de las niñas afirma que quiere ser profesora y después, por este orden, doctora, veterinaria, peluquera, cantante, enfermera, policía y fotógrafa. El 18,2% de los niños quiere ser futbolista, profesión que supera con creces la de policía, seguida por la de maestro y la de youtuber. Los resultados no pueden valorarse sin saber concretamente la franja de edad de los que contestan para apreciar la madurez de sus respuestas. De hecho pienso que esta encuesta no tiene ningún interés, más que el puramente anecdótico. No recuerdo haber pensado nunca en lo que quería ser de mayor, ni que me preocupara por ello. Si alguien con poderes adivinatorios me hubiera revelado a qué me dedicaría, le habría contestado que su bola de cristal necesitaba una buena limpieza. Y que fuese a tomarle el pelo a otra.

Terminaba Serrat su canción: "Nada ni nadie puede impedir que sufran, que las agujas avancen en el reloj. Que decidan por ellos, que se equivoquen. Que crezcan y que un día, nos digan adiós". Sabias palabras.