Pensamiento

Ni Dios ni Mas nos lo va a quitar

25 agosto, 2015 00:00

El colega Rafael Núñez escribía el 20 de agosto, en este portal, un interesante artículo titulado '¿Unionistas, españolistas, constitucionalistas?' en el que planteaba un debate con el método socrático de ironía-dialéctica-mayéutica; en roman paladino: pregunta-respuesta-parto.

El esquema socrático quedó incompleto porque hubo respuesta a la pregunta, pero no el alumbramiento (parto) de una palabra exitosa, imposible de encontrar en el diccionario de la RAE que tiene 91.333 entradas en su última edición de octubre del pasado año.

Llamarles soberanistas o independentistas es una ventaja dialéctica, porque equivale a otorgarles palabras que conceptualmente son positifas: soberanía o independencia

De ese parto quiero hablar, pero cambiando las reglas del juego semántico planteado por el hábil periodista. No voy a rehuir del parto, pero a su tiempo. Al corolario de mi planteamiento. Al final.

Al rival, ni agua (no me gusta llamarles enemigos porque entre ellos tengo algunos amigos, de los que hablar de este tema queda prohibido, para preservar nuestra amistad forjada antes de esta epidemia).

Llamarles soberanistas o independentistas es una ventaja dialéctica, porque equivale a otorgarles palabras que conceptualmente son positifas: soberanía o independencia. Nadie cuestiona estos dos conceptos filosóficos, todos queremos ser soberanos y no dependientes.... Ambas ideas argumentalmente son positifas...

No hay que darles ventaja, sino endosarle una palabra con regusto amargo, negatifo, que no sea peyorativa, ni mucho menos un insulto (quien insulta se descalifica). Y esa idea es la de quien quiere separarnos del resto de los españoles. O sea, los separatistas.

El problema de esta palabra que funciona tanto como sustantivo como adjetivo, es que fue usada hasta la nausea por el franquismo. Salvo cuando era utilizada por los coros y danzas de la Sección Femenina, la dictadura calificaba separatistas a todos quienes izaban la senyera que estaba en un cuarto del escudo franquista.

Este inconveniente ha pasado a mejor vida después de cuarenta años de lao muerte del dictador. El franquismo está en el Museo Arqueológico de la Historia del pasado siglo.

Debemos llamar a quienes nos quieren separar, como lo que son, con el sufijo, separatista. No hacerlo así es darles ventaja dialéctica

De hecho, TV3, La Nostra, utiliza en su libro de estilo esa palabra para calificar a los ucranianos pro rusos que luchan por separarse de Ucrania para volver a la madre Rusia. La tele utiliza esa palabra fea para calificar a los terroristas que pretenden separarse del Estado al que forman parte... TV3 no les llama independentistas, siéndolo, sino que salvaguardan esa palabra que tiene resonancias positifas en su universo mental.

Es un planteamiento semiótico. TV3 es altamente profesional. Por esta misma razón debemos llamar a quienes nos quieren separar, como lo que son, con el sufijo, separatista. No hacerlo así es darles ventaja dialéctica.

¿Y nosotros, catalanes no separatistas, cómo nos definimos?

No me considero unionista porque no estoy separado; ni españolista porque no soy seguidor del RCD Espanyol, ni tampoco constitucionalista, porque, aunque lo sea, nacionalmente no me identifico con una Constitución. Mi patria es algo más que una Carta Magna, que una Ley, por bonita que sea. Es algo más íntimo. Se lleva en el corazón.

No me gustan los ismos ni los istas que, como todos los sufijos acabados en itis, equivalen a irritación, una inflamación. Una patología (lo explico con más detalle en mi artículo ‘Por qué no soy nacional-ista’).

¿Qué soy? ¿Qué me siento? Como he nacido en Cataluña, y mi mujer y mis hijos también (en Lleida están enterrados mis abuelos); todos nos sentimos lo que somos: catalanes y españoles. A palo seco.

Y ese sentimiento nacional no nos lo va a quitar ni Dios... ¡Ni Mas!