Aunque la actualidad es la que es, tenemos también que pensar en el futuro. Cuando pase esta ola de duelo contaminada por fuertes dosis de rabia que no benefician a nadie, los deberes pendientes seguirán ahí, y el futuro de nuestra industria es, sin duda, uno de ellos.

Las colonias textiles que jalonan el Llobregat, los hoteles en las fábricas de papel de Beceite, los centros comerciales de La Maquinista o La Farga, el auditorio Euskalduna en Bilbao, las chimeneas del Poblenou y tantos otros ejemplos nos recuerdan que en donde hoy hay un activo turístico o un equipamiento antes había una fábrica.

Dicen que las economías avanzadas evolucionan hacia un mayor peso del sector servicios y un menor peso del sector primario. Es cierto, pero no lo es menos que salvo excepciones las economías fuertes retienen una importante actividad industrial.

La propia Unión Europea aspira a que el sector industrial signifique al menos el 20% de su PIB, pero en España en lugar de converger, divergimos. En el año 2000 la industria significaba el 18,7% del PIB y ahora solo el 16%, mientras que, si nos centramos en la industria manufacturera, es decir, excluyendo la construcción, en ocho años se ha caído del 16,2% al 12,6%... una catástrofe.

Hemos vivido unos años en el que se primaba la fabricación en países de mano de obra barata, pero parte de esa tendencia se está revertiendo al ver en los países avanzados los problemas de gestionar un país solo financieramente. Y para compensar los países en los que están las sedes de las multinacionales tienden a replegar la capacidad productiva europea en detrimento de la periferia. No solo Estados Unidos cree en "America first". No hace falta trasladar nada, con invertir en los países de origen para el futuro los países “factoría” languidecen con el paso del tiempo, algo que está ocurriendo en España, donde cada vez cuesta más que las multinacionales realicen inversiones en renovar el tejido productivo. Cada vez hay menos inversiones industriales de terceros en nuestro país.

En España, el sector industrial supone algo más de 0,5 billones de euros, la cuarta parte de lo que significa en Alemania, dos billones, país cuyo PIB es 2,75 veces el nuestro. Es absolutamente falso que se produce solo en lugares baratos, si no que se lo digan a Alemania, Japón o Francia. Si perdemos empleos industriales no es porque somos un país caro.

Cuando una industria cierra se pierde algo irremplazable. En España cierran cada año entre 15.000 y 20.000 bares, pero también abren más o menos los mismos en función del ciclo económico. Cuando una industria cierra es muy difícil que otra la reemplace y, además, el efecto arrastre es tremendo. Una planta de montaje de automóviles, por ejemplo, genera en su entorno entre tres y cinco puestos de trabajo de calidad por cada uno que emplea directamente, cifra que puede subir hasta diez si sumamos todos los puestos indirectos afectados. Con muy poco ruido se han ido cerrando en los últimos años la planta de Santana en Linares, Irisbus en Barcelona, la de camiones Nissan en Ávila o la de bastidores de Mercedes en Barcelona. Me temo que no serán los últimos cierres en el sector que más impulsa el entorno. No es que seamos menos competitivos, es que sobran fábricas de coches en el Europa y cada vez más la producción se va a concentrar en Alemania y Francia. Y hemos de ser conscientes que no es lo mismo el cierre de una planta industrial que el de una empresa de servicios, sea ésta de la naturaleza que sea. Tenemos en nuestro país unas pocas joyas que hay que cuidar y mimar.

Cataluña significa el 24% de la industria española. Hay que aprovechar esta riqueza, asegurarla y potenciarla. Lo malo es que nuestro pasado fue mejor que el presente y éste apunta a que será mejor que el futuro. Así lo dicen las estadísticas y estudios de todo tipo y condición. Hemos pasado de ser uno de los motores de Europa a finales de los 90 junto Lombardía, Rhone-Alp y Baden-Wurttemberg, a estar en el furgón de cola, somos la región 140 de Europa en innovación y empuje industrial.

El entorno no ha ayudado, es cierto. Antes, con una Europa de menor tamaño, éramos una de las regiones donde la relación coste / calidad era mejor. Ahora ni somos los más baratos, ni los más grandes ni los que más deciden. Los sindicatos son los primeros que se han dado cuenta de una realidad que avanza tozudamente. Ofrecen flexibilidad, ajustes y recortes para mantener empleo de calidad, por su culpa nunca se ha cerrado una fábrica, pero nos faltan empresarios y directivos de multinacionales que apuesten por España. Sin ellos estamos muertos, porque son la necesaria correa de transmisión con sus centrales. Las administraciones están dormidas, pero imagino que despertarán en algún momento, esperemos que no sea demasiado tarde.

O nos ponemos todos las pilas, o tendremos cada vez más parajes turísticos o equipamientos que antes fueron fábricas. Es verdad que también generan riqueza, pero mucha menos y de manera más frágil.