¡Pútrida patria! Ayer fue el último día del procés (compendio de tretas y estratagemas menores), y ahora empiezan la sacralización y el martirio. El poder político catalán es arbitrario y despótico. A medida que pierde consenso se acentúa su soledad, una característica de la charca. Quien gana legitimidad al tiempo que pierde representatividad está condenado al fracaso. El Príncipe está a punto de caerse; pero su alter ego, Puigdemont, el dogo veneciano que gobierna Cataluña, proclama una constituyente en sus últimos compases.

El virus del nacionalismo está tratando de construir una justificación psicológica para llegar a un conflicto real; trata de persuadir y contaminar a la gente para justificar lo injustificable; la nación es el catafalco de sus mejores hijos. La nación "es la guerra" ha dicho Emmanuel Macron. "La gente necesita estar dispuesta a matar y morir por sus objetivos. Esto, afortunadamente, tarda un tiempo en suceder", escribe Slavanka Drakulić, la gran cronista de los Balcanes, autora del libro, Café Europa, la vida después del comunismo y colaboradora de NYTimes, The Guardian y Süddeutsche Zeitung. Y afortunadamente lo retoca en el plano de las intenciones: "Hay que tener esperanza en que aún estamos a tiempo de explorar posibilidades que eviten un conflicto fatal en España". ¿Lo conseguiremos?

En medio de la confusión, el fiscal Carlos Jiménez Villarejo nos recuerda que la paz se edifica bajo el imperio de la ley

En medio de la confusión, el fiscal Carlos Jiménez Villarejo nos recuerda que la paz se edifica bajo el imperio de la ley. Bajo la férula del nacionalismo rampante, el mejor exponente del Ministerio Público levanta principios en medio del desconcierto. Es un hombre de honor, con las palabras justas. Se ha preguntado mil veces por qué los indepes no aman la democracia que tanto proclaman. Ver a Villarejo sobre el entarimado junto a la Estación de Francia, mirando de frente a la bestia, nos conmovió a todos, el pasado domingo. Es un ciudadano puesto en pie frente a la ola de intolerancia que nos envuelve. Es el espíritu de Montaigne frente a los Pensamientos de Pascal; es el humanismo marxiano frente a la intolerancia de los que nos quieren arrojar en brazos del aislacionismo. Se ha negado a ser un palanganero de izquierdas en una revolución conservadora, que desgraciadamente abrazan los comunes de Colau. Dice no, cuando lo fácil sería franquear el paso a los jóvenes bárbaros de Jordi Sànchez (ANC), que ayer tomaron la calle y rodearon el Parlament, donde reside la soberanía popular conculcada.

Ayer, con sus palabras, Puigdemont trató de evitar su imputación judicial. El concepto de "República catalana" sustituyó al final al de "República catalana independiente" o "unilateral". Y, paralelamente, la Mesa del Parlament confesó que no había admitido a trámite el resultado del referéndum, tratando de evitar también a Forcadell el trámite ante los tribunales. ¡Un inmenso fraude de ley! Digo lo que sé que no me inculpa, pero digo lo que quería decir. El infantilismo es el peor virus de la política. Los hechos son los que son, no ya ante la sociedad, sino ante los tribunales. La independencia no se proclama, "se toma", dice la CUP, a la espera de una respuesta dura del poder. Es probable que la magistrada Mercedes Armas del TSJC y el fiscal Francisco Bañeres tomen medidas cautelares a partir de los cargos ya existentes. ¿Pueden detener a Puigdemont? "Dependerá de los matices", dice Ignacio González Vega, portavoz de Jueces para la Democracia.

Los dirigentes soberanistas se lo apañan, pero a todos nosotros se nos caen encima unos cuantos meses más de estrés

Los dirigentes soberanistas se lo apañan, pero a todos nosotros se nos caen encima unos cuantos meses más de estrés. Entramos en la Constituyente que el eurodiputado Ramon Tremosa (el segundo de Hortalà en la cátedra de Teoría Económica de Pedralbes) sitúa como el paréntesis que atraerá las adhesiones internacionales, tal como ocurrió en Estonia. Espérate sentado, amigo Tremosa. Europa ha dicho que no y punto. En Bruselas y Frankfurt "no se chupan el dedo", tercia Pepe Borrell, el magnífico ex presidente del Parlamento Europeo, último cartesiano y miembro de la nobleza socialista, que acabará echándonos una mano. Espero.

Los líderes raciales, como Jordi Sànchez, presumen de dormir en páramos solitarios y de restañar sus heridas junto a las Hespérides. Pero a la hora de la verdad, van y vienen del combate institucional con naturalidad, como aquel que se sube en el metro de Fontana y se baja en Correos. Al presidente de la ANC le rodean la decepción y la frustración, pero él insiste empujado por el dolor de los no sucumben ante la herejía; se ve asimismo como a Tomás Moro en la Torre de Londres; y ya sabemos cómo deleita la vida de los santos al catalanismo montserratino. Frente al héroe recreado, Villarejo aboga por la vía constitucional dotada de contenido social, el mismo contenido que se cargó Artur Mas cuando privatizó parte de la sanidad catalana y sacó a miles de niños de las aulas para meterlos en furgones. El fiscal está por la verdad y conoce mejor que nadie el negocio mezquino en el que se mece el nacionalismo de mantel y misa de domingo.

Villarejo explora el espeso magma de la razón mientras que Sànchez es el poder del libro que contiene la revelación

Los líderes independentistas tergiversan. Hurgan en la democracia para convertirla en teocracia, un régimen republicano, pero del reino de Dios. Proclaman que protegen a los corderos y machacan a los lobos. Tienen que amonestar e instruir a los dóciles, pero levantan falsos testimonios y eliminan a los fuertes que ofrecen resistencia.

Villarejo explora el espeso magma de la razón mientras que Sànchez es el poder del libro que contiene la revelación; representan la tolerancia frente a la intolerancia, la libertad frente a la tutela, el humanismo frente al fanatismo, la Restitutio frente a la Institutio; la fraternidad contra el sigilo secretti que rodea a Puigdemont y a sus satélites civiles. Son la luz de la inteligencia ante la oscuridad de la tierra imbuida de falsa sacralidad; la conciencia frente a la violencia; Castalio contra Calvino; Erasmo frente a Lutero.