Los cupaires vuelven por sus fueros; todo o nada, con el orgullo de samurái bajo el filo de su propia catana, y así hasta el día del harakiri. ¿Es este el modelo situacionista que quieren Carles Riera y Dolors Sabater? Mientras Tristán Tzara se retuerce de risa en su tumba, los de la CUP amenazan al Govern con este plazo: o referéndum en esta legislatura o fin de la colaboración. Es su Plan B ante la Mesa de Diálogo. Quieren forzar una votación sobre la consulta en el plenario del Parlament a pesar de que el Constitucional prohibió los debates en la cámara sobre la autodeterminación y sobre el rechazo de la monarquía, dos iniciativas por las que Roger Torrent fue apercibido penalmente.

Aragonès aguantará y la Mesa con Madrid avanzará dentro del marco constitucional; después diremos que esto ya estaba escrito. Llegará un día en que, libres del dolor de muelas, nunca más volveremos al dentista. Cuando los cupaires se alejen del poder, el mapa ideológico de la cámara catalana dejará de ser un magma para convertirse en un río, aunque con márgenes de escarpia por la inoperancia de Junts. Carles Puigdemont deberá aceptar su duro regreso antes de disfrutar de las medidas de gracia y Laura Borràs podrá dejar la presidencia de la Mesa alejándose, con un frufrú de enaguas a su paso. Con el colapso de lo viejo, los cruces transversales se harán posibles de nuevo. Quizá regresará la política: el arte de convertir el disenso en consenso.

En Europa, los astros se alinean; la socialdemocracia europea revive con la victoria de Olaf  Scholz en Alemania, ministro de Economía sin complejos keynesianos en la Gran Coalición de Ángela Merkel . La coalición Semáforo (SPD-Verdes-Liberales) gana a la unión Jamaica del centroderecha, articulada alrededor del CDU. Todo un giro de las llamadas “fuerzas tractoras” de la UE. Donde no habrá giro es en el centroderecha español. Los ecos que llegan de Santiago de Compostela, en plena convención del PP, nos hablan de la solitaria voz crítica de Mariano Rajoy: “No estamos para hacer ideología. Olvidemos los eslóganes, el dogmatismo, la demagogia y el sectarismo. Con eso no se sale de la crisis”. El dardo del ex presidente va dirigido a Vox.

Mientras congrega a su mayoría partidista, a Pablo Casado le crecen los enanos ¿O los amigos? En una declaración inesperada, la Sala de Gobierno del Supremo advirtió el lunes de las consecuencias graves que puede entrañar la no renovación del Consejo General del Poder Judicial (CGPJ), porque impide nombramientos de magistrados para cubrir vacantes, producto del bloqueo del PP. La misma sala de gobierno del alto tribunal propone a los jueces de lo militar que se hagan cargo de las plazas en excedencia. Si Casado no se mueve, muy pronto veremos a magistrados de lo militar --jueces de probada virtud profesional-- removiendo los delitos del procés por rebelión y malversación, que todavía están pendientes. Y Casado no se moverá; esperará a que los jueces cuelguen sus togas en el perchero de Capitanía.

La CUP hunde sus raíces en el pasado y allí se queda. A Sabater y Riera les llegará pronto un segundo folio (obras completas) de Shakespeare; no parecen entender que la conspiración requiere el toque palaciego que ellos rechazan. Cada vez que le visitan, Pere Aragonès les obsequia con la sonrisa de Fernandel y el gesto de Groucho Marx. Se acuerda de Artur Mas y de su asesina política (Anna Gabriel); el president rememora la afrenta y afila sus dientes. No hay nada que moleste más a la izquierda autoproclamada que la izquierda deseada.