No me puedo creer que Xavier Sala Martín, exégeta de la riqueza, quiera reinar sobre una nación pobre, abandonada por más de 4.000 sedes sociales de empresas grandes, medianas y pequeñas, motores de nuestra forma de vida. Los independentistas quieren una nueva Cataluña; un país tabla rasa, una realidad performativa, que les otorgue el puente de mando. Destronan a Caixabank o Banc Sabadell para instalar sus hipotéticos fondos chinos o el dinero en rublos convertibles de los magnates rusos que se encargarán de atraer la inversión. El reino embrujado de Blancanieves.

Desde aquel 6 de setiembre de 2017, el día en que el Parlament pervirtió su función (no olvidemos que la cámara existe para evitar que la mayoría aplaste a la minoría), la economía sabe que se cuece un imperativo categórico. Alguien ha sentenciado: vamos a empobrecer la economía catalana para luego enriquecerla. ¿Cómo? Vamos a suspender pagos e inyectar capital al mismo tiempo, que es algo así como engordar a un pavo de Navidad. Así lo expone un bróker endiablado de los que han sido atraídos por los contactos internacionales de Sala Martín, Elsa Artadi o Jordi Galí, vectores de la Pompeu e intelectuales orgánicos de la toma de la Bastilla: "Hinchas los activos sin ganar valor neto, después los pones en el mercado y la inercia del llamado per (el ratio precio-beneficio) hunde sus precios, pero tu compras y recompras hasta que el precio de capitalización equivalga al del per. Ya estás en la par y de ahí en adelante todo lo que suba es beneficio". Pregunto: ¿Primero habrá que buscar una Bolsa que te permita operar y en la que coticen estos activos? digo.

Así sigue el hilo: a un proceso bajista de formación bruta de capital le sucederá otro de ventas ventajosas. Los que hayan invertido comprando a precio de ganga ganarán mucho al vender y ya tenemos a la nueva clase dirigente. Mientras tanto, la mayoría a sufrir. "Quien marcha sobre su dolor, marcha hacia las alturas", dice Hiperión en el destino trágico del pueblo alemán, que muy pronto será el catalán.

Fácil, fácil, fácil, pero no cuela. Unos cuantos especuladores no van a sustituir a miles de empresas que, además de ganar dinero, dan trabajo a millones. Volvamos al prestigioso profesor de Columbia: Sala Martín es de los que defienden la independencia desde el rigor (pagaremos las pensiones con las cotizaciones, tendremos un banco emisor que trabajara con euros de forma pactada con el BCE, mantendremos el superávit comercial... dice en su libro És l'hora dels adéus?), pero estos mismos detalles científicos no encuentran explicación a la fuga de empresas.

Sala Martín es de los que defienden la independencia desde el rigor, pero estos mismos detalles científicos no encuentran explicación a la fuga de empresas

El país mesocrático anda solo o se lo cree; los optimistas dicen: "Nuestra clase media no tiene fronteras". No tendrá fronteras mientras mantenga su nivel de rentas, pero si se apaga la luz, la broma acabará en desgracia. Sala Martín ha reconocido que no entiende la postura de las empresas y bancos que se van para no perder el paraguas del euro. Y es que los manuales no lo explican todo; además la exactitud científica de los teoremas matemáticos, dejando aparte su belleza, se llevan mal con la realidad. La realidad es cambiante, política y caprichosa. No hay ceteris paribus que lo explique. El panorama es este: mientras los políticos --Puigdemont es el paradigma-- sueñan con un final heroico rodeado de canto, la economía se refugia en la verdad constatada. Pero de repente, algunos de sus mejores hijos (Sala Martín y Mas-Colell lo prueban) apuestan a la carta mas alta de la sentimentalidad. O esperan ganar en río revuelto.

El profesor en activo publicó en 2005 (¡hace 12 años!) su teoría del crecimiento demostrando que la pobreza global disminuye, un enunciado que destronó a Jeffrey Sachs (formado en Harvard) y a su libro La pobreza de las naciones. La disputa Martín-Sachs ofreció en el cambio de siglo una alternativa al debate clásico de ámbito mundial entre los monetaristas de Friedman y los socialdemócratas de Galbraith. En Columbia ganó Sala Martín, y al verlo en el programa de TV3 Economia en colors defendiendo el librecambio que está liberando de la pobreza eterna en Asia y África pensé en su programas dictados como consultor del Fondo Monetario Internacional y sus ataques al Banco Mundial por lo que el economista considera maniqueísmo humanitario. ¿Pero y Cataluña?

No olvidemos que la independencia nos alejaría de la UE y aflojaría nuestros lazos en la Organización Mundial del Comercio (OMC). De su apuesta circunstancial por la pobreza como camino para labrar la nueva riqueza no caben dudas: Sala Martín vende en casa que la humanidad se enriquece pero él espera la caída de los precios de nuestros activos. ¿Para qué? Para invertir. Una paradoja macabra. Sala Martín, un personaje exento de genuflexión y sin tendencia al reclinatorio, quiere para sus paisanos lo contrario de lo que predica. Por sus americanas fosforescentes, acabará siendo el Arsenio Lupin de la oratoria económica. Si la teoría ampara al interés, entonces vale pensar que nuestros mandarines le dan al oráculo per fer calaix. Descabalgaron posiciones académicas de alto voltaje en EEUU y regresaron a casa para ganar dinero.

Sala Martín, un personaje exento de genuflexión y sin tendencia al reclinatorio, quiere para sus paisanos lo contrario de lo que predica

Ahora se encuentran ante la gran oportunidad de escalada en el statu quo que ofrece nuestro país, mediano en materia de altos estudios, pero pródigo en oportunidades, dado el exceso de confianza que sus ciudadanos practican con los sabios reinsertados. Los cerebros económicos de agua dulce (conservadores de las universidades de los grandes lagos, como Pittsburgh, Chicago, Rochester y Minneapolis) o agua salada (social-liberales de la costa americana, como Harvard, MIT, Princeton y Stanford) se hacen valer. Ellos han venido a combatir l'avara povertà di Catalogna reflejada por Dante en el Paraiso VII de la Comedia. Algunos tomarán previsiblemente la versión de Martín de Riquer, según la cual la pobreza avara se debió a la austeridad de la Corona de Aragón, mientras que para otros valdría el practicismo de Josep Pla. El escritor ampurdanés redujo el debate de la avaricia a una cuestión de sonoridad, al decir que Dante tomó la frase que mejor encajaba con sus bellos y exactos endecasílabos.

Sala Martín se clasifica él solo, al margen de la intención taxonómica de este artículo. Su ciencia trata de ser sencilla como lo hubiese querido Guillermo, el monje de la Navaja que dividió ciencia y superstición. Pero ha levantado un muro entre su teoría y su divulgación. En las aulas de NY lucha contra la pobreza, mientras que en Cataluña alienta su llegada para mal de millones de ciudadanos. Si todo va como narra el bróker demoníaco, el profesor comprará barato y venderá caro, como lo hicieron Eduardo Arnus y Manuel Girona en la fiebre del oro.