El lunes por la noche, Pere Aragonés no estuvo presente en el acto protocolario de saludo al Jefe del Estado, antes de la cena de la patronal, Fomento del Trabajo. Después se apuntó al ágape en compañía de la alcaldesa, Ada Colau, donde el president, en su turno de palabra, afirmó que el Govern persigue “la amnistía y la autodeterminación”. Portazo en las narices de Felipe VI. Si no conociéramos el tono mediano del hotelero de Pineda de Mar, pensaríamos que le había dado un pronto. 

El hombre que representa a Cataluña por mandato de las urnas se pasa la ley de bases por el arco de triunfo. Y eso no es todo. Parece que el contacto con la economía excita la carnalidad de los indepes. El mismo Jaume Giró, a la sazón consejero de Economía y ausente en la noche de Fomento, consideró que no era el momento de coincidir con el Rey sin que éste “haya pedido todavía perdón por el 1-O y por su discurso del del 3 de octubre de 2017”. Atómico.

Unas horas antes de la recepción barcelonesa, el mismo lunes por la mañana, el PP impuso el silencio institucional en la despedida de Almudena Grandes, en el Cementerio Civil de Madrid. El alcalde, Martínez-Almeida, y la presidenta de la comunidad, Díaz Ayuso, no acudieron, como es conocido, ni mandaron representantes al sepelio de la escritora. Ella, que sucede por méritos propios a los grandes gatos de la capital, como Galdós y Gómez de la Serna, se quedó sin representación de las administraciones próximas al ciudadano. Esta mujer “de amor rendido a los otros” --así la define el editor Juan Cerezo-- no lo merecía. Y menos por despecho, por simple sectarismo.

Almudena sonríe desde lejos; piensa en un “Madrid en el que nadie es más que nadie” y agradece haber llegado tan lejos como su tía abuela, que “fue nombrada Miss Chamberí en la verbena del Carmen”. Supo estar en este caos “maravillosamente ordenado”, a espaldas de Palacio, en la corte de los milagros de Valle. Ha regalado su alma a la inmortalidad, como lo hizo Ortega, “la masa encefálica”, en palabras cachondas de Indalecio Prieto. Ella persistirá, como Cernuda o Chaves Nogales; seguirá rondando calles, como el paraguas negro de Azorín; recorrerá desde arriba los andurriales del exilio, como Machado y Corpus Barga; moderará el mundo desde la glorieta de Rosalía o en el jardín de Mariana Pineda; sobrevivirá comprometida con su inteligencia y se lo permitirá todo salvo no hacernos reír.

El enésimo vacío del Govern al Jefe del Estado en Barcelona y el silencio institucional en el entierro de Almudena Grandes son dos expresiones de la España incómoda. No son la misma España. La de los indepes es fruto del desafecto; la España del PP y Vox emana de un derecho natural que no acepta el brillo cervantino de una mujer plebeya. No son la misma España, pero ambas anidan en el resentimiento.