Por las calles de La Habana corre el son cubano, mil veces cantado por Compay Segundo, que dice “María Cristina me quiere gobelná  y yo le sigo, le sigo la corriente….”, en el mejor slang de su bella y descascarillada ciudad. Mientras tanto, en el Madrid agostado por la canícula, Podemos mantiene su discurso crítico con la Jefatura del Estado, pensando que es el único argumento que le dará votos, al recoger el descontento de las bases socialistas. Qué poco conocen al PSOE estos muchachos. No saben todavía que la inteligencia reptiliana es inmarcesible.

Felipe VI y la Constitución del 78 son la garantía de la democracia, por definición. Si caen estos dos pilares, se abrirá el melón de la España territorial. Y zas, la Cataluña minoritaria de Torra ya lo celebra: “que dimita Felipe VI; en Cataluña no reconocemos a la monarquía”. Este hombre gris y taciturno habla en plural mayestático, como el Papa de Roma. A 40 grados a la sombra, nos va a dar algo.

La imagen de un Borbón saliendo de España repite la historia del desalojo de la consorte de Fernando VII y Regente, María Cristina, en la Gloriosa de Prim, el general que murió asesinado en la Calle del Turco (no me olvido de otros incontables soberanos desalojados, desde Carlos IV). Dicen que a Prim lo ordenó matar el conde de Montpensier, príncipe de la Casa de Orleans, que optó al trono y participó en la asonada de 1868, cuando Pavía fue derrotado en Alcolea. Aquello sí que eran intrigas palaciegas (“Maria Cristina me quiere gobernar.”) y, desde luego, no las queremos a ningún precio.

Han sido tres meses de presiones por parte del Gobierno a Zarzuela para forzar el exilio de Juan Carlos I. La debilidad de la Jefatura del Estado, que algunos tanto desean, sería fatalmente la manera más rápida de entrar en descomposición, ante una UE que nos mira atenta y dispuesta de rediscutir las ayudas y créditos destinados a la reconstrucción industrial tras el coronavirus. El modelo político, garantía de la Deuda Pública del Reino de España, ha sido puesto en peligro por los políticos de todos los partidos, juzgados por corrupción, con el aldabonazo incluido del rey emérito.

La justicia, última ratio del Estado de Derecho, tiene la palabra. No existe otra vía. Don Juan de Borbón, conde de Barcelona, pregonaba en su residencia de Estoril (ante destacados miembros del Consejo Privado, como Areilza, conde de Motrico, y otros nobles investidos por Alfonso XIII) que la corona no puede volver a salir de España arruinada. Por lo visto, Juan Carlos I le cogió la palabra a su padre, sin esperar jamás que una amante despechada pudiera desalojarlo de La Zarzuela, en vida. “Es la tontería de los hombres que creen poseer la erótica del poder, sin entender que sus admiradoras van exclusivamente por su dinero”, dijo en otro contexto Alicia Koplowitz, venturosa exvíctima de Alberto Cortina, exaccionista del Banco Zaragozano y de Cartera Central, un holding de funesta memoria. Otros prefieren destacar los atributos irrechazables, por lo visto, de Porfirio Rovirosa, aquel playboy, amigo del dictador dominicano, Leónidas Trujillo, convertido en Chivo, en la pluma genial de Vargas Llosa.

La debilidad de España robustece a los soberanistas, o eso creen ellos, incautos. Vamos tan mal en materia de equilibrio que incluso partidos como la ERC de Junqueras manifiestan sus desgarros, ante la intención de la cúpula de no votar los próximos Presupuestos Generales del Estado, especialmente si Ciudadanos da su conformidad. Ambos partidos están ante la disyuntiva de arrimar el hombro o abrazar el rencor. De momento, a Gabriel Rufián no se le oye glosar a su formación y el mismo Joan Tardà rechaza liderar las listas. La debilidad de ERC en los momentos clave, frente a Carles Puigdemont, resulta un prodigio de irresponsabilidad. ERC siempre gana por la mínima en los sondeos, pero a toro pasado, siempre le falta un casi.

Pedro Sánchez cerró ayer su turno ante los medios al decir que los despachos entre la Casa Real y la Moncloa “son siempre discretos”; ni prenda, en todos los morros de la oposición etrusca, empeñada en que España ha sido rescatada por Bruselas. El cierre de filas para proteger a la Jefatura del Estado es consonante “con el pacto de legislatura del Gobierno de coalición”, dice Sánchez. Hombre, eso no. A Podemos se le ve el plumero tanto, pero tanto, que pronto acabará dejando la legislatura, especialmente si sigue bajando en los sondeos.

Nos queda por saber ¿quién le pagará a Juan Carlos I su viaje a Costaguana o a Costa Rica o como se llame el último paraíso? Los gastos correrán a cargo de la Casa del Rey, que ya ha facilitado sus cuentas a la ministra Montero. “Podrán verlo en los presupuestos” dijo ayer Sánchez, en una larga cambiada. Es decir, lo sabremos si todavía nos quedan fuerzas para hincarle el diente al pendrive de Hacienda, con miles y miles de capítulos de ingresos y gastos. Ante tanto número, no estaría mal que el viaje a la Arcadia se lo pagara de su bolsillo el mismo emérito, antes de que la Fiscalía y el juez instructor le intervengan sus fondos. Sería un gasto menos y un gesto más.

Desde la Habana Vieja, la música recorre las arterias de América y las islas fiscalmente vírgenes del Golfo de México. Una tentación para contar y cantar. Entre la marimba y la guitarra, se bailan el vals y la mazurca, aunque nunca falta el son de Compay: “María Cristina me quiere gobelná…”