En un triste ferragosto de pandemia, suena esta cantinela bajo los soportales: “Juventud, juventud, solo tú existes”. Es la voz de Dorian Grey frente a la belleza representada en su propio retrato. Pero la ilusión durará hasta que el espejo revele el inexorable paso del tiempo, algo que no parece tener en cuenta Pablo Iglesias cuando habla desde el mismo cráter del poder: “Los jóvenes de este país impulsarán una república.” ¿A qué jóvenes se refiere Iglesias? ¿A las Juventudes Socialistas? ¿A los alcaldes progres de la fronda antirrealista? ¿Al frente futurista? ¿Qué narices es la juventud? ¿Una clase social? ¿Una marabunta? No sé si se da cuenta, pero el mismo vicepresidente es un tardo-joven, porque hace ya un tiempito del 15-M y los sondeos dicen que la plenitud de la calle no volverá.

Tampoco debería volver el vergonzoso pronunciamiento del Parlament del pasado viernes, contra la Corona, en nombre de todos los catalanes. Lo peor de la Montaña es que va de boquilla; se esconde detrás de un sol poble porque no tiene la convicción que demostraron los turiferarios jacobinos la noche de la Bastilla. Qué sencillo que es acusar a España de ser una especie de Bielorrusia de Lukashenko cuando lo haces al amparo de la libertad de un país con división de poderes. Torra considera que para gobernar solo es necesario “hacer creer a la ciudadanía” (una idea desarrollada por el politólogo Glyn Morgan), algo que sirve tanto para un rey de legitimidad divina como para un Govern que habla en nombre de todo un pueblo. Teocracia y populismo son extremos que se tocan.     

Las resoluciones contra la monarquía del pasado viernes en el Parlament salieron adelante gracias a los votos de la mayoría independentista (JxCat, ERC y la CUP). El letrado mayor de la Cámara, Joan Ridao, anunció sin embargo que parte de los textos no iban a ser publicados en el boletín oficial por atentar contra las advertencias del Tribunal Constitucional. Ridao, un exdirigente de ERC, que abandonó la política para profundizar en su carrera como jurista, fue nombrado letrado mayor a propuesta del presidente de la Cámara catalana, Roger Torrent (ERC). Como es bien sabido, el Parlament publicó las resoluciones, pero suprimiendo los puntos más controvertidos en los que se podría incurrir en responsabilidades penales. Fuera del texto quedaron la denuncia de una “monarquía delincuente” y un fragmento de la resolución que decía: “El único camino para superar este régimen monárquico es la constitución de una república catalana”. Después del tijeretazo, Torra ha montado en cólera y la guerra entre JxCat y ERC ya es a muerte.

Pedro Sánchez, por su parte, ha dejado claro ante su Ejecutivo que nada le apartará de su obligación de defender las instituciones y preservar la estabilidad del país; habla obviamente de la Jefatura del Estado, no estrictamente de la Corona. Asegura, contra viento y marea, que el Gobierno de coalición mantiene sus acuerdos y no flaquea a pesar de sus diferencias internas; aunque estas diferencias puede que acaben con todo, si Podemos sigue dispuesto a saltarse la Carta Magna del 78. De momento, Sánchez e Iglesias dicen haber blindado su unión antes de irse de vacaciones; concluimos que el presidente lleva el timón y que el vicepresidente nos impone una clase magistral de dialéctica. Pues qué poca gracia tiene la dialéctica en un país que va a la greña. Tampoco tiene gracia que la portavoz del PP, Álvarez de Toledo, predique una gran coalición constitucional Sánchez-Casado mientras se oyen de cerca los ataques furibundos contra Moncloa, lanzados desde Génova, la sede conservadora. Cayetana y Casado acaban de empezar y ya representan a las dos almas del PP. Han dividido a un partido reactivo; digo que serán jóvenes, pero no tan listos.  

Vivimos en el país del emérito que tuvo tanto mérito, pero que no supo bloquear a tiempo el tiro y la carga de su pantalón. Los príncipes saudís y la falsa Wittgenstein le llevaron al éxtasis del billete y la lencería. De momento, el pueblo lo tiene claro: errare humanum est: que pague lo que debe en Hacienda, como Cristiano y Messi, y a otra cosa. Al fin y al cabo, Juan Carlos I aprendió muy joven que cazar y amancebarse son dos deportes de rey.

Cuando vuelva septiembre, el fresco y el coronavirus coincidirán con el otoño caldo que preparan las tribus ideológicas de la España desatada. En el frente político los grandes pactos PSOE-PP parecen descartados, mientras Podemos ensaya su ruptura con Sánchez; en el institucional, la Corona dependerá de la Fiscalía; en el económico, puede haber una tregua si se confirma que Ciudadanos y el Gobierno aceptan un pacto de mínimos en los Presupuestos Generales del Estado. Finalmente, en el frente territorial pintan bastos si las elecciones catalanas desatan a una ERC amenazada por Puigdemont.

Los jóvenes turcos se dividen España: en el centro juegan la dama y el vagabundo, Cayetana e Iglesias; en la periferia, Torra, la CUP y los CDR, que quemaron Barcelona, piensan en ocupar el Parlament. No saben todavía que la juventud muere un poco cada día. Cuando Dorian Grey decidió acabar con su obsesiva belleza, atravesó su cuadro con un machete; y al cabo de unas horas, los criados hallaron a un anciano acuchillado.