En Francia, las legislativas de junio significan la tercera vuelta para Le Pen, en busca de una cohabitación clásica, como la tuvo Mitterrand con los republicanos Chirac y Balladur o el mismo Chirac, años después, con el socialista Lionel Jospin. En España, es al revés: nuestras legislativas vicarias empezaron ya en Castilla y León y ahora se concentran en Andalucía, donde Moreno Bonilla espera ganar los comicios de julio y prepara ya una coalición con Vox, ante el esperado descalabro de Ciudadanos, de Juan Marín.

El PSOE perdió bases y cohesión cuando Sánchez fumigó al Comité Federal de los barones, en 2017. Y a causa de esta falta de fuelle interno de los socialistas, el ensayo general de las elecciones generales de 2023 ha empezado ahora con ventaja para el PP, que cuenta además con el llamado efecto Feijóo.

El día a día tampoco favorece a Moncloa. Mañana jueves, 28 de abril, se votará en el Congreso el decreto del plan de medidas contra las consecuencias de la guerra de Ucrania, con la posibilidad de que Esquerra, Junts y Bildu voten en contra. El efecto Pegasus es un animal jurásico a los pies de la cama de Sánchez. Pronto será una migraña crónica; mucho ruido y poco más. El pretexto que esperaba el soberanismo para hacerse un nuevo harakiri ya que el soberanismo solo reverdece infligiéndose dolor; pero los juristas recuerdan que la ley del CNI permite al centro investigar casos que “ponen en peligro la integridad territorial”.

Si los indepes dicen no al decreto, a Sánchez solo le quedará esperar la abstención del PP. Feijóo exige que su plan de 55 folios presentado al Gobierno --con bajadas de impuestos-- sea debatido y aceptado en parte por Moncloa. Cuando gobierna, el PP hace lo contrario que ahora pide: sube impuestos y baja el nivel de bienestar. Pero el PSOE no ayuda; sale con la mirada hierática de su presidente, diciendo que un decreto es un decreto y solo vale aceptarlo o rechazarlo; otra cosa sería un proyecto de ley --argumenta-- cuyo trámite legislativo se haría eterno y no tenemos tiempo.

La Comisión de Secretos Oficiales aparece para investigar el Pegasus israelí que utilizó el CNI, contra 70 dirigentes del procés, con el visto bueno del Gobierno, y con plácet judicial, solo en casos individualizados. La citada comisión es el Ancho mar de los Sargazos y quien se mete en semejante charco no avanza ni retrocede. No hay más que ver la cara de póker que se le pone a la ministra de Defensa, Margarita Robles, cuando le hablan del contraespionaje, un oficio de tinieblas, alta distinción de oficiales sin tropa. En el subsuelo del poder, las razones de Estado bailan una danza secreta para que nosotros vivamos en una inocente gratitud muelle y sin hacer preguntas.

Desde que Iván Redondo se marchó de Moncloa, el ajedrez se ha instalado a Génova 13. El PP abre la partida con saltos de caballo (Mañueco) y movimientos de reina (Moreno Bonilla), hasta dejar sin peones y alfiles al adversario. Con el teléfono en una mano, Feijóo felicita a Macron por su europeísmo frente al populismo ultra de Le Pen, mientras que, con la otra mano, mueve la torre (Abascal), hasta el fondo del tablero: jaque mate a Sánchez.

El hombre piensa: “Lo que no quiero en casa del vecino, a mí me viene bien”. A Europa lo que es de Europa. ¿Y a España qué? "Aquella prosperidad que tan alto fue subida y ensalzada, ¿qué fue sino claridad que, cuando más encendida, fue matada?", dejó escrito el clarividente Manrique. Hoy se cumple su eterno retorno.