Hay dos que trabajan: Inés Arrimadas y Miquel Iceta, cada uno a su manera, tratan de reunir esfuerzos compartidos hacia sus respectivos espacios. Un tercero, Oriol Junqueras, confecciona su lista con el rabillo puesto en Bruselas, donde se ha instalado el Govern de Puigdemont en el exilio, la última mascarada. La ciudadanía está sedienta de unas gotas políticas de verdad, después de tantos años de metalenguajes divisorios que nos anclan en Caribdis, el monstruo marino ensimismado en el estrecho de Mesina. Me atrevo a decir que Arrimadas y Miquel Iceta realizaron los mejores discursos de su carrera en sede parlamentaria el día de la DUI, cuando la Regenta les dio el turno de palabra.

Inés pide una fronda compartida para alcanzar la cabeza de puente de la playa. Iceta reúne a los retazos más nobles del socialismo renano. Avistamos caras conocidas, como la de Raimon Obiols, el gran camarada renaciendo siempre en los momentos de auténtica necesidad; o el egarense Pere Navarro, muestra de equilibro y serenidad. Si volvemos a las fuentes no hay pérdida. Portes Obertes del Catalanisme toma partido de cara a las elecciones del 21 de diciembre: "Valoramos apoyar el papel central que ocupa el PSC en el espacio catalanista", aseguraron fuentes de esta asociación, integrada por las plataformas Tercera Via (vinculada a PSC e ICV) y Construïm (UDC). En el mismo tren viajan el exalcalde Jordi Hereu, el exdirigente de Unió Jordi Casas y el exdiputado del PP Jordi de Juan. Por su parte, Units per Avançar, nacida de la antigua UDC, también aboga por ese apoyo a Iceta el 21D. La confluencia entre el socialismo y la democracia cristiana ruge de nuevo en esta parte meridional de Europa. El humanismo de raíz cristiana, base de la Carta Magna europea, se abre paso en medio de la confusión identitaria.

La confluencia entre el socialismo y la democracia cristiana ruge de nuevo en esta parte meridional de Europa. El humanismo de raíz cristiana, base de la Carta Magna europea, se abre paso en medio de la confusión identitaria

Arrimadas busca un pacto constitucionalista, pero es demasiado pronto para unir a PP, C’s y PSC. Tampoco estamos en el escenario post Ibarretxe del País Vasco, que colocó a Patxi López de lehendakari. No hemos pasado por ninguna ETA y hay que decir bien claro que el independentismo catalán solo es una murga indolora, tanto más porque los comités en defensa de la república (que mal suenan con este toque guerracivilista) se han quedado en casa. En Madrid, los estrategas de C’s quieren unos comicios duales: ¿Arrimadas o Puigdemont?; y está muy bien eso de encarnar las campañas, pero casi les diría que hablen con sus representantes catalanes (Carrizosa y sus amigos académicos) que, a día de hoy, conocen muy bien la malignidad intrínseca de los dualismos.

C’s tiene ante sí el reto de desandar lo que anduvo la Uniò Democràtica primigenia de Antón Cañellas. Aquella UDC se inscribió en la UCD de Suárez, mientras que al C’s catalán de hoy le conviene desmarcarse del C’s español. Inés es simplemente deliciosa, cuando transacciona al margen del españolismo fatuo, que le vale a Rivera para crecer en el granero de votos de las filias y las fobias. En todo caso, Arrimadas nos devuelve la esperanza en la moderación, el espacio de centro-derecha reformista, que en la Transición fue capaz de reunir un mobiliario maravilloso con piezas Luis XVI (Molins, Antonio Masferrer, Mas Cantí, Güell de Sentmenat, entre otros) camino de un remoce versallesco, que se quedó en salón de té.

Arrimadas nos devuelve la esperanza en la moderación, el espacio de centro-derecha reformista

Puigdemont habla ya desde el exilio. No sabe hasta qué punto la Grand Place puede resultar aburrida y triste más allá de los mejillones rebozados que ofrecen sus dudosos restaurantes. Qué largas son las tardes en Bruselas, sobre todo si uno busca entre las brumas el bajo relieve de los belgas decapitados por Felipe II o los rincones del odio contra la figura emborronada del Duque de Alba, el hombre del saco en las escuelas valonas y mucho más en las de Flandes. Pero la historia negra de España es eso, historia. Puigdemont no se da cuenta de que el mundo legalista del Tratado de Lisboa no ofrece ni un céntimo por sus desvaríos. Le persigue el Fiscal Maza (Mazinger Z), el jefe devaluado de un ministerio público capaz de deslizar aquello de “más dura será la caída” en unos escritos que no llegarán tan lejos como pretenden sus cargos de rebelión y secesión, dictados sin apenas argumentos.

El Estado juega al acojono de los secesionistas, pero que yo sepa en la confesión marianista no está previsto el martirologio. El presidente nos ha librado del dolor de muelas de un Govern machacón que buscaba a los buenos catalanes en los purgatorios de la memoria. El daño de los inmorales dirigentes indepes ya está hecho, pero del trayecto procesal casi sería mejor olvidarse. Respiremos aire puro, mientras el fiscal prepara un arsenal retórico e interpretativo. No llegará el reo al cadalso como no llegó en la querella de los bufones (la guerre des Coins), la controversia parisina que enfrentó durante años (siglos, porque sigue ahí) a los defensores de la música francesa, agrupados tras Jean-Philippe Rameau, con los partidarios de italianizar la ópera, reunidos en torno a Jean-Jacques Rousseau. Dicen que Garnier se inspiró en aquella disputa musical en algunos acabados del marmóreo edificio, que superó al II Imperio, a la Comuna de París y al desapego feroz de la emperatriz Eugenia de Montijo.

El Estado juega al acojono de los secesionistas, pero que yo sepa en la confesión marianista no está previsto el martirologio

Entonces fue todo un juego de imitaciones y espejos. En nuestra querella, relacionada con la estructura territorial de España, el exordio de Mazinger Z es verbalmente duro, pero solo como un aviso a navegantes (dicen en Moncloa), a pesar de que los Jordis duerman en Soto del Real. Las acusaciones de Maza y los recusatorios de las defensas se representan ante el gran teatro del mundo. Son los nuevos autos sacramentales calderonianos a los ojos del monarca y de la ciudadanía, pero no pasarán del proscenio. Son el gesto atemorizante del lenguaje del poder. Después de Puigdemont y Junqueras, me atrevo a decir que Madrid nos ha arrebatado la vergüenza ajena, una de nuestras fortalezas estéticas en tanto que pueblo mediterráneo.

La entraña jurisdiccional española en la que habitan los procesos políticos es el latín ignorado por la gente honesta, orgullosa de su castellano o catalán puros y elegantes. Es la hora de construir, el flanco escogido por Arrimadas e Iceta; ella, la simplicidad de Ockham; él, la complejidad del hombre que renueva. Antes de que llegaran, los de la Acracia aislacionista lo habían desmontado casi todo y no precisamente en el sentido de la destrucción creativa, que preconizaban Sombart y Schumpeter.