Narcís Serra Serra se va a sentar en el banquillo por presuntas irregularidades cometidas cuando estaba al frente de Caixa Catalunya. Junto con él lo harán casi 40 individuos que le arroparon en el máximo órgano de mando de la entidad.

A todos ellos se les imputan delitos de administración desleal por haber aprobado considerables aumentos de sueldo al director general Adolf Todó y su adjunto Jaume Massana en 2010. A la sazón, la caja estaba en plena crisis, a punto de desplomarse. Justo ese año, echó a la calle a 1.600 empleados y requirió una ayuda urgente de 1.250 millones de euros del ente público FROB para evitar el naufragio.

Según los magistrados, los miembros del consejo autorizaron los ascensos salariales "con aparente abuso de sus cargos, en perjuicio de la entidad y de los intereses generales, y contra las recomendaciones de la Comisión Europea y el FROB". En el momento de ocurrir los hechos, la gestión desleal se castigaba con penas de seis meses a cuatro años de cárcel.

Según los magistrados, los miembros del consejo autorizaron los ascensos salariales "con aparente abuso de sus cargos, en perjuicio de la entidad y de los intereses generales"

Narcís Serra lo fue todo en política. En el periodo 1979-1982, alcalde de Barcelona. Luego, bajo la égida de Felipe González, ministro de Defensa durante nueve años y vicepresidente del Gobierno otros cuatro, además de diputado del Congreso durante 18.

En 1995 se vio compelido a dimitir, al descubrirse un infame caso de escuchas ilegales del servicio de espionaje español. El CESID --predecesor del CNI-- había instalado al margen de la ley un dispositivo para grabar conversaciones telefónicas a una larga lista de ciudadanos.

Cuando se destapó el chanchullo, Serra arguyó puerilmente que el CESID se limitaba a hacer "unos barridos aleatorios del espectro radioeléctrico". Pero el sistema no debía ser demasiado aleatorio, pues captó con profusión conversaciones del rey Juan Carlos, de los ministros, de los grandes banqueros y de numerosos periodistas que casualmente escribían en medios poco favorables al Gobierno socialista.

Tras su vergonzosa renuncia como vicepresidente del Gobierno, Serra movió cielo y tierra para asaltar la jefatura de alguna de las grandes compañías españolas

Tras su vergonzosa renuncia, nuestro paisano se pasó al sector privado. Movió cielo y tierra para asaltar la jefatura de alguna de las grandes compañías españolas. Tenía en el punto de mira a Repsol y Telefónica, participadas por La Caixa, pero le cerraron la puerta a cal y canto. Entonces cambió de presa y se lanzó a por La Caixa, con idéntico resultado.

Como premio de consolación, la Telefónica de César Alierta, siempre generoso con los dineros de la empresa, le soltó un par de bicocas menores: sendas vocalías en consejos de sociedades filiales, donde el trabajo es tan escaso como alta la retribución.

Finalmente, Serra intrigó con denuedo para escalar la cúspide de Caixa Catalunya, dominada por la Diputación de Barcelona, a su vez feudo del PSC. No lo tuvo fácil. Su ilustre primo Antoni Serra Ramoneda ocupaba esa poltrona desde hacía nada menos que 20 años. Se aferró a ella como una lapa y se resistió con uñas y dientes. No hubo más remedio que desalojarlo por las bravas.

Las hablillas en los medios judiciales señalan que los transcritos trapicheos de don Narcís sólo le acarrearán consecuencias leves

El puesto era una auténtica canonjía. Por una parte, no requería ni doblar el espinazo ni una dedicación extenuante, pues carecía de funciones ejecutivas, que eran competencia del director general. Por otra, estaba jugosamente remunerado, a razón de 175.000 euros anuales más dietas.

Pero a Serra aun le parecía poco y no tardó en hacerse con otros momios paralelos. Por ejemplo, relevó al director general como representante de la caja en Gas Natural. Con una particularidad digna de nota. Antes, los suculentos devengos del puesto --170.000 euros al año-- se ingresaban en las arcas de la caja. En lo sucesivo, Serra, ante sí y por sí, decidió que pasasen a engrosar directamente su peculio personal.

Las hablillas en los medios judiciales señalan que los transcritos trapicheos de don Narcís sólo le acarrearán consecuencias leves. A lo sumo, unas penas que eludan la entrada en prisión.

Serra también es objeto de indagaciones de la fiscalía por ciertas operaciones ruinosas que acabaron costando casi mil millones de euros a Caixa Catalunya. Por ese frente, el correctivo puede ser más temible

Pero no es el único problema procesal al que se enfrenta. También es objeto de indagaciones de la fiscalía por ciertas operaciones ruinosas que acabaron costando casi mil millones de euros a Caixa Catalunya. Por ese frente, el correctivo puede ser más temible.

A lo largo de su dilatada carrera política, Narcís Serra demostró tener más conchas que un galápago. Así logró salir indemne por los desafueros perpetrados, que no fueron pocos.

Tras abandonar el sector público por la puerta trasera, le dio por entrar de lleno en el campo de las finanzas. Y su suerte comenzó a torcerse. Nunca pudo imaginar que "la caixa de tots" iba a precipitarse por el despeñadero. Y que ahora la justicia le pediría a él, con 73 años a cuestas, estrechas cuentas por el descalabro.