La farmacéutica barcelonesa Ferrer Internacional no acaba de despegar. Es este uno de los mascarones de proa del sector catalán. Aunque arroja rendimientos sustanciosos, hoy factura lo mismo que doce años atrás.

El estancamiento obedece, entre otros motivos, a un par de trasiegos realizados en 2019. Consistieron en el traspaso de su división de medicamentos genéricos a un grupo indio y en la cesión del grueso de su renglón químico a un fondo de EEUU.

El objetivo de tales operaciones no fue otro que centrar la empresa en el tratamiento de las enfermedades del sistema nervioso central y las pulmonares, así como en la investigación propia.

La firma cuenta con dos propietarios. Uno es Sergio Ferrer-Salat Serra di Migni, titular del 95,9%. El otro, su hermana Beatriz con el restante 4,1%. Hasta el año 2020 también figuraba con un 1% el tío de ambos José Vilarasau Salat, expresidente de Grupo La Caixa.

Vilarasau permaneció como socio de Ferrer casi medio siglo. Vendió sus títulos a la propia compañía por 4,2 millones. Sin embargo, a punto de cumplir 92 años, sigue siendo miembro del consejo de administración, con el beneplácito de su pareja de sobrinos.

El origen del grupo se remonta a 1953. Por esas fechas, Carlos Ferrer Salat, que estaba a punto de acabar la carrera de ingeniero químico, dio en fundar junto con su primo Jorge Ferrer Batlle los Laboratorios Ferrer. Carlos, polifacético donde los haya, se proclamó aquel mismo año campeón de tenis de España y participó en la afamada Copa Davis.

A comienzos de los setenta, Jorge decidió retirarse de la sociedad y puso en el mercado su lote del 40%. Carlos Ferrer carecía entonces de fondos suficientes y aquel fue adquirido por Banco Industrial de Cataluña y Banco Catalán de Desarrollo. Para suplir las funciones ejecutivas que su primo desplegaba, Carlos efectuó entonces el fichaje probablemente más afortunado de su vida. En 1974 recabó los servicios de Rafael Foguet, quien venía ejerciendo la dirección general del gigante químico Cros. Y sin más preámbulos, lo nombró consejero delegado de los laboratorios. Foguet desempeñó el cargo durante 30 años hasta su jubilación. Cuando se incorporó a Ferrer, los ingresos de la entidad no llegaban a los 10 millones de euros. Cuando cesó, rebasaban los 240.

A principios de los 80, la compañía alcanzó su cénit y llegó a ocupar el primer puesto del escalafón del ramo en Cataluña. Luego, en el transcurso de esa década se vio superada en volumen de giro por Esteve Almirall, dos colegas de Barcelona, también de capital familiar.

En cuanto a los fajos de valores que obraban en poder de los bancos, a Carlos Ferrer le sonrió la suerte. En los 80, tanto BIC como Cadesbanc atravesaron serias dificultades. El primero llegó incluso a alojarse en la UVI bancaria, articulada a la sazón por el Banco de España.

Carlos aprovechó la oportunidad para rescatar sus respectivos manojos a buen precio y con pago en cómodos plazos, hasta hacerse con el control total de la sociedad.

El emprendedor alentaba grandes inquietudes. Por ejemplo, constituyó el Banco de Europa, que acabó como el rosario de la aurora. Además, presidió la patronal catalana, la española –de la que había sido fundador­­– y después la europea.

Aún le quedó tiempo para dedicarse a su gran pasión, el deporte. En 1987 ascendió a la presidencia del Comité Olímpico Español e impulsó un vasto programa de ayudas a los deportistas, con vistas a la cita estelar de los Juegos Olímpicos de 1992.

Carlos falleció súbitamente en 1998. De conformidad con la atávica tradición vernácula del “hereu”, legó a su hijo Sergio el grueso del consorcio fabril, más la histórica mansión de Pedralbes, con asombrosas vistas a toda la ciudad hasta bien entrado el mar.

Beatriz, dos años mayor que Sergio, le dejó un pequeño paquete de acciones de Ferrer, además de varios bienes inmuebles, incluida una espléndida finca en la Costa Brava.

FERRER EN CIFRAS (En millones de €)
Año Ventas Beneficio
2021 562 15,3
2020 554 6,2
2019 625 10,2
2018 640 16,6
2017 634 8,7
2016 615 10,9
2015 598 8,4

Sergio ha confiado desde entonces la gestión al consejero delegado y se limita a devengar los dividendos. En el último decenio la compañía ha repartido nada menos que 60 millones.

El laboratorio se mantiene hoy en el pelotón de cabecera del ramo regional del fármaco. En 2021, la facturación consolidada se cifró en 562 millones, con un flujo de caja de 40. La robustez forjada por el irrepetible Carlos Ferrer y su fiel ejecutivo Rafael Foguet se plasma en el importe de los fondos propios contabilizados por la casa, que suma 272 millones.

La empresa cumple en breve sus primeros setenta años de existencia. Al igual que sus cofrades Esteve Uriach, ha enajenado una parte no menor de sus activos, a fin de mudar sus actividades. El tiempo dirá si semejante decisión estratégica fue un acierto o no.