Hace tiempo se contaba un chiste que decía que Dios ofreció a los hombres tres dones: ser inteligente, ser honrado y ser del Partido Popular. Pero sólo se podían elegir dos. La defenestración de Pablo Casado tras una revuelta interna hace verosímil el chascarrillo. Casado murió después de denunciar que había comportamientos que tal vez eran legales pero parecían claramente inmorales. Se refería a los negocios del hermano de Isabel Díaz Ayuso con la Comunidad de Madrid. Se desdijo al poco tiempo, pero ya era tarde.

Que el PP se ha abonado a defender la legalidad de sus comportamientos en todos los ámbitos, ignorando la moralidad, es ahora un hecho. Y el paladín de esta forma de actuar es Núñez Feijóo. En pocos días, además de avalar el derecho de la familia de Díaz Ayuso a hacer buenos negocios con dinero público, ha realizado una defensa bastante innecesaria (por increíble) de Juan Carlos de Borbón. Afirma Feijóo que, dado que no se le puede procesar, todo lo que ha hecho es correcto. El mismo razonamiento que le lleva a bendecir lo conocido del hermano y la madre y la herencia del padre de Díaz Ayuso. Y probablemente a suspender la aplazada venta del edificio de Génova, asociado a la corrupción del partido, según su antecesor. O sea que en el PP, parecer corrupto ya no supone problema alguno.

Para que nada falte, ha asumido una defensa pasiva del pacto alcanzado en Castilla y León entre populares y sus primos de Vox, dejando claro que su moral no tiene nada que ver con la practicada por Angela Merkel. En Castilla y León, Núñez Feijóo ha jugado a dos barajas: lo pactado no es ilegal, dice, ni cosa suya sino de Fernández Mañueco. Por si luego van mal dadas. Él, asegura, ni se ha enterado, como tampoco se enteró en su día de que la persona que le invitaba a navegar en yate era un narcotraficante.

Casado cayó por inocente. Se dejó grabar unas declaraciones defendiendo la moralidad por encima de la legalidad, como Cristina Cifuentes se dejó filmar con unas cremas en el bolso. Hay cosas que son demasiado serias, como la moral y la propiedad privada. La propiedad pública es otro asunto. Se le puede meter mano con condiciones: que sea dentro de la legalidad y, si no es así, que no te pillen o que te pillen con defectos de forma.

Que su comportamiento se ajustó a la legalidad vigente fue lo que adujeron los que colaboraron con la dictadura de Franco (Fraga, entre ellos) y fue también lo que pretextaron bastantes de los condenados en Nuremberg. Incluso Adolf Eichmann se presentó a sí mismo ante el tribunal que le condenó diciendo que él era un mandado que se limitaba a cumplir las leyes. Todo lo hecho era legal. ¡Viva una legalidad tan laxa!

Núñez Feijóo no ha ido tan lejos. Ni siquiera ha mencionado la moralidad, quizás sabedor de que en ese campo tiene poca defensa. Está pillado. Como pillaron a Díaz Ayuso en lo del hermano y el padre, como pillaron a Esperanza Aguirre cuando aparcó en un carril bus para sacar dinero de un cajero, como pillaron a Correa y el Bigotes y a Ignacio González y Francisco Granados y a Zaplana, Camps y Rita Barberá. En el límite de la legalidad y fuera de la moralidad.

Son comportamientos inmorales desde una perspectiva laica y desde la moral cristiana que casi todos ellos dicen practicar. Lo que ocurre es que mienten también sobre sus creencias. Si de verdad pensaran que hay un Dios que ha creado un cielo y un infierno y que incumplir sus mandamientos les daría ventajas en esta vida pero los condenaría al fuego eterno en la otra, tendrían conductas diferentes.

Lo que llama la atención es la inconsistencia de los cristianos que los votan. Se comprende que lo haga la jerarquía eclesiástica, la misma que dice que quiere ganarse el cielo y que inmatricula todo lo que puede --y el PP le consiente-- para vivir bien en la tierra. Pero los que tienen la fe del carbonero y creen de verdad en los dogmas católicos y otras ruedas de molino no se comprende que voten a un partido que muestra una moral tan desviada de los mandamientos que dicen que dio Dios.

Esos mandamientos no hablan de la legalidad sino de la moralidad. Algunos creyentes sostienen que están inscritos en la conciencia de cada individuo. Aunque les falta la letra pequeña. Así, por ejemplo, el quinto que dice “no matarás” tiene un complemento que reza: “Salvo en caso de guerra, aplicación de la pena de muerte u otras conveniencias a decidir por el interesado”. Si a pesar de todo se falla y se peca, no importa, alguien habrá dispuesto a perdonar los pecados y los cobros de comisiones y los pactos con partidos enemigos de una moral basada en la caridad. Después de todo, Vox salió de una costilla del PP. Sangre de su sangre, carne de su carne. Son de la familia.