El miércoles, 26 de febrero: protocolo de altos vuelos en Moncloa, como punto de partida de la mesa de negociación Govern-Gobierno y trato exquisito de Sánchez a Torra, un cadáver político en el armario ropero. Jueves, 27 de febrero: bronca monumental en la sesión de control en el Congreso, marcada por ataques furibundos de la derecha; una fatal mezcla de insultos y anécdotas que surte el efecto contrario y acaba cohesionando el pacto PSOE-UP-Nacionalismos-Cantonalismos. El Gobierno supera con nota el examen del techo de gasto y los presupuestos generales son ya una realidad. Por la tarde, al llegar a la mesa, la resaca matutina aglutina a todos los representantes del lado catalán, que sin embargo se habían dividió por la mañana en el techo de gasto: ERC apoyó al Gobierno y JxCat se opuso en un nuevo alarde de resentimiento.

Puigdemont y Torra caen en saco roto al no advertir a tiempo que el Gobierno cuenta ya con más apoyos que cuando fue investido Sánchez. La mesa, de momento, es un altar de la cortesía por más que se exija la autodeterminación y se conteste que no, con determinación. Finalmente, esta enigmática mesa del buen rollo fija su próxima reunión en marzo seguida de un posterior paréntesis, que se alargará hasta superar el trámite de las cuentas públicas, cuyo final marcará la agenda electoral catalana.

En 48 horas, de miércoles a jueves, el mapa político de España sufrió una profunda modificación: en las votaciones sobre el techo de gasto, además de PSOE y Unidas Podemos, el Gobierno encontró el respaldo de PNV, Más País, Compromís, Nueva Canarias, Coalición Canaria, PRC y Teruel Existe. Esquerra Republicana, EH-Bildu y BNG se abstuvieron, lo que también suma. PP, Vox, Ciudadanos, UPN y Foro Asturias votaron en contra; y por su parte, JxCat y la CUP, vergüenza ajena, votaron también por el no. Lo más indepe huele a carcundia, como tantas veces hemos dicho desde esta misma columna. El Congreso aprobó así la senda de estabilidad presupuestaria hasta 2023, una medida que todavía tendrá que ser avalada por el Senado y que constituye el primer paso para la elaboración de los presupuestos de 2020.

María José Montero / FARRUQO

María José Montero / FARRUQO

María Jesús Montero, portavoz y ministra de Hacienda, compareció para señalar que, a lo largo del verano, se pondrá fin a la prórroga de las cuentas del 2018. A la tercera va la vencida --Montero la intentó dos veces, después de la moción de censura contra Rajoy--. La senda de corrección del déficit público para los próximos años queda así: 1,8% del PIB en 2020; 1,5% del PIB en 2021; 1,2% del PIB en 2022 y 0,9% del PIB en 2023, con el objetivo de adaptarla a la realidad "económica y social” del país. Montero puede con todos y obsequia a Sánchez con tres años de vida en Moncloa. Pero la voz monocorde de los expresidentes, Felipe y Aznar, se deja sentir de nuevo; González subraya que la mesa es una "performance para lo que viene en otoño con las elecciones catalanas”. Para Aznar, el pacto rompe el protocolo democrático basado en la ley y daña seriamente a la democracia. Al fin juntos, aunque sea en bolos de estricta etiqueta constitucional.

Tienen razón sus señorías senatoriales, pero ¿quién nos arreglará lo nuestro algún día? Y por nuestro, entiendo la Cataluña numerosísima que defiende la Constitución del 78, la más longeva de la historia de España. ¿Quién defiende, sin garruladas, la Cataluña constitucional? Sánchez ha dado un paso con el brazo de Montero, una mujer preparada, sin complejos ni distingos, armada con bellos pendientes agitanados, chaquetas de mercadillo y complementos de alta costura. Esta sevillana y trianera, que no es poco, llegó a la política desde el hospital Virgen del Rocío; Chaves la promocionó y Susana Díaz la frenó. Pero la antes inquilina de San Telmo acabó recurriendo a Montero para que le cuadrara los números de la Sanidad andaluza y los presupuestos de la comunidad autónma. María Jesús, Marisu, morena de verde luna, fue un remolino y hoy pone a punto la Hacienda del Estado.

La temperatura ambiental del planeta no es la de un enfermo imaginario. La cosa va en serio: Italia y Francia están en números rojos, Alemania se estanca y las bolsas de todo el mundo se derrumban, pero, como dice Fernando Simón, “no se pongan todavía la máscara del Corvi, cuando lo realmente grave es la boina de contaminación que pende sobre Madrid”. Christine Lagarde considera que la crisis del coronavirus no requiere todavía una respuesta del BCE; pero la elegante dama del cachemir es demasiado lenta, comparada con su antecesor, Mario Draghi. Este último, a la vista del percal, estaría ya volcando millones de euros sobre las plazas al sol de nuestros millones de parados (siguiendo una conocida alegoría de Milton Friedman, relacionada con la expansión monetaria).

El nuevo mapa fiscal de la España socialdemócrata incrementa el bienestar por la vía del gasto y disminuye las tensiones y diferencias territoriales. De Montero depende ahora el rigor del ingreso tributario. Ella siempre apunta y tira, bajo el rizo leonino de su cabellera. La ciencia de esta doctora en medicina por la Universidad de Sevilla no es incompatible con la oratoria de su discurso ni con la exactitud implacable de sus teoremas. Sabe que los números son los versos de la razón.