Los nacionalismos gallegos y vascos, con un mayor o menor énfasis en convertirse en estados, han virado de manera significativa en sus planteamientos radicales para dar paso a formas más “cordiales” de representación política y ampliar sus bases electorales a sectores sociales que antes no les votaban. Si uno tiene el humor de leer sus programas, o recabar en sus mítines y manifestaciones, sus dirigentes han dado una visión distinta a los estereotipos a los que estábamos acostumbrados. Es difícil ya establecer, por ejemplo, una conexión directa con ETA en el caso de Bildu o de los planteamientos teóricos históricos izquierdistas del BNG. Ya en marzo de 2011 los dirigentes de Bildu rechazaron la acción armada de los restos de ETA en Francia, en la que cayó herido un gendarme. Es verdad que ambas formaciones han surgido del ensamblaje de grupos distintos que, a veces, han provocado enfrentamientos muy duros sobre las líneas que seguir.

Bildu nació de una coalición electoral de 2011 cuyos principales componentes eran Eusko Alkartasuna y Alternatiba, a los que se fueron sumando otros colectivos como Araba Bai, Herritarton Garaia y personas independientes, algunas procedentes de la extinta Batasuna, lo que dió pie para que la abogacía del Estado y la Guardia Civil hicieran un informe sobre la vinculación de Bildu a Batasuna y, por tanto, como una estrategia de ETA. Sin embargo, el Tribunal Supremo dictaminó en 2011, por 9 votos a 6, considerar las impugnaciones de la Abogacía del Estado. El PNV rompió los posibles apoyos al gobierno del PSOE por la sentencia. Pero el Tribunal Constitucional aceptó la legalidad de la coalición después de una amplia discusión en su Pleno en mayo de 2011. El objetivo era aglutinar el voto nacionalista de izquierdas en las elecciones municipales, Juntas Generales del País Vasco y al Parlamento de Navarra, aunque no consiguió una unidad consistente puesto que en diversas circunscripciones las distintas organizaciones se presentaron separadas y otras, como Sortu, no se integraron al ser ilegalizadas por el Tribunal Supremo al considerar que eran una continuidad de las fuerzas que habían sostenido a ETA. Desde entonces la fragmentación ha ido disminuyendo con el propósito de aglutinar a un electorado que tiene características sociales diferentes y, en algunos casos, contradictorias, pero con una proporción alta de gente joven.

El Bloque Nacionalista Galego (BNG) tiene su origen en 1960, cuando se constituyeron la Unión do Povo Galego (UPG) y el Partido Socialista Galego (PSG), diferenciándose de los partidos comunistas y socialistas clásicos. En 1975 surgió la Asamblea Nacional-Popular Galega (AN-PG) como movimiento social impulsado por la UPG. En 1981 UPG y PSG formaron una coalición para las elecciones gallegas. Pero en 1982 se constituyó la Asamblea Constituyente del BNG con la agrupación de la mayoría de los colectivos nacionalistas e independentistas (UPG; PSG y AN-PG). También sufrió crisis internas y escisiones como la de 1983 en que parte del PSG se unió a Esquerda Galega (EG) y abandonó el BNG que solo obtuvo un diputado en 1985, el del profesor Xosé Manuel Beiras.

En 1986 de la UPG surgió el Partido Comunista de Liberación Nacional que al principio se integró en el BNG, pero después sería expulsado, en 1987, por apoyar las candidaturas de Batasuna al Parlamento Europeo. Otras formaciones más de centro como la Coalición Galega cuya base principal la tenía el Partido Galeguista con antiguos militantes de UCD consiguieron 11 diputados, junto a diferentes organizaciones galleguistas que sufrían crisis y escisiones. Desde la Asamblea Extraordinaria del BNG de 2009 y la XIV Asamblea Nacional en 2013, y a pesar de las tensiones orgánicas e ideológicas con escisiones varias del galleguismo de izquierda y de centroizquierda, se ha producido una aglutinación electoral que ha proporcionado un 23,80 % de los votos en las elecciones de 2020 (310.077), con un apoyo significativo de jóvenes, al igual que en Bildu, de menos de 35 años, convirtiéndose en la segunda fuerza política con el liderazgo de Ana Pontón.

En todo este galimatías de siglas, con sus matices ideológicos, lo que se está produciendo es la aplicación del modelo de Convergència y Esquerra Republicana de tal manera que se abandonen las proclamas nacionalistas más radicales, se emplee la táctica de penetración social en todo tipo de Instituciones como lo hizo Pujol, se invierta en los profesores de la educación primaria y secundaria, y vaya cuajando un entramado nacionalista que configure una posible convergencia entre Cataluña, Galicia y Euskadi para confluir en una reivindicación soberanista que supere la actual estructura Autonómica, en una deriva difícil de prever que conduzca a una división entre españolismo y nacionalismo, sin que se sepa cuál es la solución posible.