Estoy de acuerdo en que no pudo ser casual que, justo cuando aparecía el semblante de Puigdemont ocupando toda la pantalla, sonara la voz de Paquita la del Barrio llamándole "maldita sabandija", "rata inmunda", "animal rastrero", "adefesio" y "escoria de la vida". Esas casualidades no existen, y con ello no quiero decir que la performance -muy lograda, hay que admitirlo- fuera obra de los responsables del programa de TV3 Planta Baixa, no están tan locos como para jugarse las alubias de esta manera. Si no fue casual ni fue tampoco hecho a propósito por los realizadores, no queda más que una opción: fue obra de Dios, que en su infinita sabiduría quiso hacernos partícipes de la revelación. Revelación para unos cuantos, no para quienes hace años sospechamos que el expresidente catalán reúne tales y muchas otras características, ninguna de ellas buena. De hecho, cuando sucedió todo, yo estaba comiendo en casa -una tortilla a la francesa, por si alguien se lo pregunta-, y tuve la sensación de que la voz no procedía del televisor, sino del más allá, quizás del cielo, donde un coro de querubines interpretaba “Rata de dos patas”. Confieso que me postré de hinojos ante el televisor. No fue hasta horas después, cuando vi las furibundas reacciones en las redes sociales de los feligreses de Puigdemont, que supe que no había sido solo yo quien había asistido al portento divino, sino que se había podido apreciar en todos los hogares. Así se las gasta Nuestro Señor, no se limita a aparecer por mi casa.

Dicen que Dios escribe recto con los renglones torcidos, pero esta vez usó renglones rectísimos, no quiso dejar lugar a dudas sobre el mensaje que nos quería mandar a los pobres mortales. A los pobres mortales que en aquellos instantes tenían sintonizada TV3, puesto que -según averigüé después- en el resto de las cadenas del país no hubo coro de querubines, ni siquiera un ángel solista, que plasmara tan fidedignamente la figura del expresidente catalán. Probablemente Dios, que todo lo sabe, era consciente de que son precisamente los espectadores de la televisión catalana quienes más necesidad tenían de conocer los epítetos a que se ha hecho merecedor aquél que los gobernó hace unos años. Desde que se apareció la Virgen en Fátima, no había conocido el mundo fenómeno divino como el del otro día en TV3. No es extraño que presentadora y tertulianos que se encontraban en aquel momento en el plató, quedaran acongojados y en silencio cual pastorcillos portugueses. Alguien quiso hacernos creer que la mudez de todos ellos se debió al miedo que tenían de perder su puesto de trabajo. Nada más lejos de la realidad, fue una actitud de respeto, incluso de temor de Dios, ya que se dieron cuanta al instante de que estaban ante un portento sobrenatural. La cruda verdad siempre intimida, pero cuando procede del Altísimo, enmudece al más pintado.

Se guardó el Señor -no podía ser de otra manera, puesto que su amor es infinito- de deleitarnos con los versos que seguían a los que nos hizo escuchar: «Porque un bicho rastrero, aun siendo el más maldito, comparado contigo se queda muy chiquito». Versos que harían referencia a la vergonzosa fuga de Puigdemont. Tal vez los guarde para posterior ocasión, si percibe que los hombres no hacemos caso del primer aviso. Si una cosa tiene Dios -al Antiguo Testamento me remito- es que es muy insistente. El Tipo tiene mucha paciencia, aunque cuando se le acaba, se le acaba de verdad, y capaz es de mandar unas cuantas plagas sobre quienes insistan en venerar al becerro de Waterloo. O peor, sobre todos los catalanes en general, que si se enfada no hace distinciones entre justos y pecadores (recordemos Sodoma). No será que no nos ha avisado.