La vocación periodística, como el sacerdocio, necesita de tres obligaciones. En el caso de ellos: pobreza, castidad y obediencia. En nuestra profesión también son tres pero de distinta naturaleza. No son renuncias sino principios: eres lo que das; que lo que des sea verdad; y, cuando te equivoques, rectifica (sin pedir perdón porque la cuadriga de tus enemigos pasará por encima de ti), teniendo en cuenta que en la recámara hay pocas balas porque estás jugando con la credibilidad del equipo. No todos los sacerdotes cumplen con sus votos. Es la vergüenza de la Iglesia; no avergüences a tu empresa.

El buen periodista es el que intenta llegar siempre al fondo de las cosas. Cuando se ve clara una cuestión, es lícito tomar partido a favor de quien tiene la razón. Si no se ve claro, no juzgar

1. Filosofía. Somos prensa comarcal. Además de informar, tenemos que servir a los intereses de la ciudad y la comarca. Eso quiere decir que se apoyará todo tipo de iniciativas que sirvan para fomentar el desarrollo de nuestros pueblos. Hacer una revista no es elaborar una mercancía para vender en el mercado. Es un proyecto intelectual, y como tal debe ser coherente en el devenir diario y consecuente con su propia Historia.

2. Honestidad. Intentar ser objetivos, pero por encima de todo ser honestos. El buen periodista es el que intenta llegar siempre al fondo de las cosas. Cuando se ve clara una cuestión, es lícito tomar partido a favor de quien tiene la razón. Si no se ve claro, no juzgar. Dar la palabra a cada cual y mantenerse al margen. Pero siempre tener claro que delante de la máquina debemos olvidar nuestras filias y fobias personales o políticas.

3. La importancia del por qué. No olvidar la regla del periodismo: toda historia debe contar qué ha pasado, quién lo ha hecho, cuándo ha sucedido, cómo ha sido y por qué. En el por qué está la diferencia que separa el buen periodista del vulgar. En todo suceso late una explicación que el lector quiere saber para entender la noticia. Es fundamental.

4. La otra cara. Como norma, siempre debemos investigar la cara oculta de la noticia. La realidad es un poliedro con muchas caras. Normalmente, es tan interesante lo que se oculta como lo que se enseña. Más: mostrando lo que se oculta se entiende mejor lo que se enseña. Los lectores son quienes lo agradecen. Es el periodismo de profundidad. Es más difícil, pero aquí se demuestra la valía del periodista. Nunca te rindas.

5. Lo bueno, breve. Lo más interesante de una información tiene que estar al principio. Es la forma de atrapar al lector. Recordar la máxima de Baltasar de Gracián: "Lo bueno, si breve, dos veces bueno". Frases cortas, lenguaje claro y ágil. Abundar en detalles innecesarios paraliza el ritmo de la lectura y frena el interés del lector por lo que estamos contando. No olvidar nunca que los lectores son gente inteligente. El lema es prohibido aburrir.

6. La fuerza del impacto. El título tiene que impactar: incitar a leer. Obligar al lector para que no pase la página. El título no tiene por qué ser explicativo, para eso ya está el subtítulo y los subrayados. Uno tiene que explicar la noticia, y los otros deben resaltar los aspectos más importantes de la misma. No puede haber páginas basura. Cada reportaje, cada artículo, incluso el breve, tiene que estar escrito como si de él dependiera el interés de la edición. A cada noticia el periodista debe exprimirle el máximo jugo, sacarle el máximo interés. No existen páginas paja.

7. A cada cual, lo suyo. En política se puede ser agresivo: el político está protegido por una dura capa de piel de elefante, además vive del contribuyente y de la opinión pública. En economía se tiene que ser prudente: están en juego intereses económicos y puestos de trabajo. En sucesos y sociedad, cautos. Las personas no públicas son tremendamente vulnerables y extremadamente susceptibles cuando su nombre aparece impreso, especialmente si la historia no es agradable. Recordar siempre que tenemos en las manos un arma demasiado poderosa para no ser conscientes de su fuerza.

En política se puede ser agresivo; en economía se tiene que ser prudente, y en sucesos y sociedad, cautos

8. No matar a la gallina. Los políticos son, por antonomasia, la principal fuente de información política. Viven de la imagen que proyectan, por lo que siempre intentan vendernos su cara más amable. Nunca, ingenuos. Educados --pero suspicaces--, siempre. Seamos conscientes de que van a intentar utilizarnos. Como norma, no debemos dar como veraz una información que dañe a sus contrincantes sin haberla contrastado. Si no se hace así, entraremos en la dinámica de descalificaciones que dañan la credibilidad del medio. Observar la regla: no matar a la gallina que pone los huevos de oro, salvo que sean de latón.

9. Cautos con las denuncias. Cuando se culpe a algún personaje de actuaciones de carácter delictivo, habrá que tener siempre suma prudencia. Si son declaraciones de terceras personas, habrá que conservarlas grabadas. En todos los casos, evitar la ligereza. Estamos muy próximos a las personas --a sus familiares y a sus amigos-- y, por cuestión ética y estética, no debemos cebarnos con los caídos. Ni siquiera si resultan ser chorizos convictos y confesos. La revista no es un instrumento para hacer daño, sino el heraldo de lo que pasa.

10. Respeto a las lenguas. Ser sensibles a la lengua de cada cual. La mitad de la población tiene el catalán como lengua materna. La otra mitad tiene el castellano. Ambas nos merecen el mismo respeto. Las dos son nuestras. Vivimos de la lengua, y a ella nos debemos. Huir del 'cata-llano'.

Estos diez mandamientos se resumen en dos: no engañar nunca al lector porque la credibilidad es nuestro futuro, y, cuando nos equivocamos, dar la cara y explicar cuál fue nuestro error.

PD: Este decálogo fue escrito en la primavera de 1992 y estaba enmarcado en un cuadro que presidía la sala del consejo de redacción de la revista que dirigí durante casi treinta años.