La constitución de la mesa de diálogo entre el Gobierno de Pedro Sánchez y el Govern de Quim Torra, que finalmente se reunirá el miércoles, ha sido la historia de nunca acabar o de nunca empezar. El PSOE y ERC propusieron el lunes 24 como una manera de presionar a Torra, que estaba enredando con la exigencia del mediador para retrasar la mesa, pero el presidente de la Generalitat se lo tomó como una ofensa, rechazó la fecha por “motivos personales” y envió a la Moncloa una carta que era un puro reproche y en la que proponía cinco fechas para reunirse. De inmediato, Sánchez aceptó el miércoles 26.

En la carta, Torra propone ya un orden del día en el que el primer punto es el “reconocimiento y ejercicio del derecho de autodeterminación de Cataluña” y el segundo el “fin de la represión, amnistía y reparación”. También figuran un “sistema de validación y propuesta de mediación internacional” y “reconocimiento de todas las partes en conflicto, incluyendo prisión y exilio”.

Este planteamiento solo puede significar que Torra y su mentor, Carles Puigdemont, desean que el fracaso se produzca pronto, aunque quizá no inmediatamente para que ERC, impulsora de esta vía, se desgaste cuanto más mejor. Pero presentar los objetivos finales de la negociación ya desde ahora y a cara descubierta revela qué entienden por diálogo los sectores agrupados en Junts per Catalunya (JxCat), que no es otra cosa que conseguir lo que quieren, en la línea del “referéndum o referéndum”. Esta franqueza tiene la virtud de desenmascarar a quienes se han pasado años pidiendo diálogo y acusando a la otra parte de bloquearlo cuando en realidad lo único que querían era el todo o nada.

En este sentido, son reveladoras las declaraciones de la presidenta de la ANC, Elisenda Paluzie, partidaria de la vía unilateral, cuando afirma que si apuestas por el pragmatismo y por el diálogo “tal vez acabas transmitiendo la impresión de que la independencia es imposible”. Tiene toda la razón porque, en pura lógica, si aceptas una mesa de negociación quiere decir que en ella no puedes aspirar a conseguir lo máximo, la independencia desde su punto de vista. Otra cosa es que de sus manifestaciones se desprende que, en su opinión, la independencia sí que es posible por la vía unilateral, lo cual indica el grado de realismo de Paluzie.

JxCat y ERC llegan a la mesa más divididos que nunca: enfrentados por la figura del mediador, por la filtración de la reunión de los partidos y las entidades independentistas --donde, al parecer, se ofreció a ANC y Òmnium participar en las negociaciones, que afortunadamente rechazaron-- y por cualquier iniciativa que tome uno u otro partido, sobre todo desde que los republicanos acataron la retirada del escaño a Torra.

Quizá no por casualidad se destapan ahora comentarios privados de hace tres años que confirman que el enfrentamiento entre JxCat y ERC viene de antiguo. Están contenidos en el sumario sobre el presunto fraude en la Diputación de Barcelona y proceden del teléfono móvil de uno de los imputados. En un grupo de Whatsapp, la actual portavoz del Govern, Meritxell Budó, entonces alcaldesa de La Garriga, se refiere a ERC diciendo: “Está claro que gobernamos con el enemigo”, mientras que el conseller de Interior, Miquel Buch, que en enero de 2017 era alcalde de Premià de Mar, afirma: “Que imputen a Junqueras, que se esconde por todas partes, porque lo que quiere es ser candidato”.

La guerra abierta entre los dos partidos independentistas se suma al obstruccionismo de Torra y Puigdemont y es otra de las razones para perder cualquier esperanza sobre los resultados de la mesa de diálogo al menos hasta que las elecciones autonómicas aclaren el panorama.