ERC vive en un eterno sinvivir. Sin renunciar a su objetivo mayor, la independencia, los republicanos quieren gobernar Cataluña, ser el partido referente del independentismo y coger fuerzas para cuando toque el “volver a hacerlo”, aunque esta vez sin calendarios ni fechas históricas. Para conseguirlo necesita que la nueva etapa de diálogo se consolide para poder presentarse como el referente. En Cataluña y en Madrid. En Cataluña para fortalecer su liderazgo. En Madrid para erigirse como el socio necesario del Gobierno de Pedro Sánchez, porque sin Sánchez el panorama será mucho más sombrío para Cataluña, sin duda también para España, con Casado en Moncloa aliado con Vox. ERC necesita que la actual mayoría perviva al tiempo que trabaja para que se vea claro que su supervivencia depende de los independentistas “sensatos” catalanes.

Este camino obliga a ERC a sobrerrepresentar continuamente porque en todo quiere ser protagonista. Quiere ser novia en la boda, niño en el bautizo y muerto en el entierro. Necesita que cualquier movimiento sea una victoria porque el aliento de Junts en la nuca es una constante, y cuando no, Puigdemont se pone estupendo agitando las aguas radicales del independentismo anunciando su vuelta a España para el año que viene o apoyando a los presos de ETA que ven “vulnerados sus derechos” según la retórica belga del expresidente. Por eso, ERC gesticuló casi hasta lo grotesco cuando puso la Ley del Audiovisual como contrapeso a su apoyo a los presupuestos. Como decíamos hace unas semanas, consiguió como éxito una anchoa dentro del océano presupuestario. Para consolidar su liderazgo, Aragonès apuntilló a la nunca fiable CUP dándoles el salto con los comunes para que los presupuestos fueran aprobados. No dudó en atornillar a Junts, que a desgana aceptó el acuerdo, y ordenó al siempre díscolo e imprevisible Maragall ponerse de rodillas y aceptar los presupuestos del Ayuntamiento de Barcelona.

Se puede decir que los republicanos han salido bien parados de estos dos pulsos porque todo se trabaja pensando en el 2023. Municipales y generales encima de la mesa con el objetivo de minar el camino a los de Junts, pero también al PSC. Arrumacos con los comunes, sí, pero sin aspavientos. Por eso, ERC ha sacado pecho con la reforma laboral. Es la nueva victoria que llevarse a la boca. Como contrapeso, la mesa de diálogo. O viceversa.

ERC sabe que debe presionar a Sánchez para que convoque la mesa de diálogo, porque el interés en Moncloa es más bien escaso. Dicen que han tenido reuniones discretas pero con avances nulos y a esto se aferra el Gobierno socialista. Sin avances no hay reunión, dicen desde Moncloa, pero aunque los hubiera tampoco se reuniría la mesa antes de las elecciones de Castilla y León y de la cumbre de presidentes en La Palma. Por tanto, Sánchez no moverá pieza hasta después del 13 de febrero y luego, ya veremos, en función de la magnitud de la derrota en las autonómicas castellanoleonesas.

Por tanto, ERC ha encontrado una nueva horma para su zapato. Toca apretar y la reforma laboral es todo un regalo porque “no es la reforma que Cataluña necesita”, dijo Roger Torrent, que ha hecho pública su carta a los Reyes Magos. Reclama tres cosas fundamentalmente, a sabiendas de que el rédito será escaso. A saber. Prevalencia de los convenios autonómicos, recuperación de las competencias sobre los expedientes de regulación de empleo y aumento de la cobertura de los despidos. La última es todo un imposible porque la reforma de Yolanda Díaz no ha tocado la salida del mercado de trabajo, solo la entrada para reducir la temporalidad, y la estancia para dar de nuevo poder a la negociación colectiva. Tampoco la prevalencia de los convenios parece encaminada. Foment está en contra y los sindicatos UGT y CCOO de Cataluña no están por la labor porque saben de la dificultad de la negociación de este tipo de convenios sin el amparo de un convenio marco nacional. Saben, cosa que ERC parece desconocer, que la fuerza sindical es limitada en algunos sectores y convertir los convenios autonómicos en prevalentes un paso atrás en las condiciones laborales y salariales. Solo, la recuperación del papel de la Generalitat para validar los ERE, perdida con la reforma laboral de 2012, tiene un cierto sentido y contaría con el apoyo de sindicatos y empresarios.

Saben que el resultado es incierto pero ERC necesita sacudir el espantajo --Junts y la CUP aprietan-- y sacará de paseo la convocatoria de la mesa a cambio de apoyo en la reforma laboral. La fecha límite para convalidar el real decreto de reforma laboral es el 7 de febrero. Elecciones, el 13. Gabriel Rufián será el encargado de subir el precio del apoyo de ERC. Quizás la salida será que el Gobierno acepte su tramitación como proyecto de ley para incorporar enmiendas, que no cabreen a la patronal, en este trámite. Tendremos mucho ruido y seguramente pocas nueces, porque la mesa de diálogo ni está ni se la espera. Sánchez no se lo puede permitir. Ya puso como excusa lo urgente --la pandemia-- sobre lo importante --la mesa--, aunque lo urgente de verdad son las elecciones autonómicas que marcarán el futuro de la legislatura. Se augura de nuevo tensión. Nadie quiere que la cuerda se rompa, pero seguimos en el Dragon Khan.