Cada domingo desde hace un año tengo por costumbre leer el horóscopo semanal que escribe Andrea Gumes en la revista Vogue. No conozco a Gumes personalmente, pero solo por llamarse como yo ya me cae bien. Además, tiene una manera de escribir que me resulta muy amena y divertida, y siempre me sube la moral. “Querida Sagi, esta semana estás que te sales...”, podría ser el inicio de una de sus columnas.

Para esta semana, me anunciaba la llegada este lunes de “Mercurio retrógrado”, un fenómeno astronómico que ocurre cuando este planeta, desde la perspectiva de la Tierra, parece cambiar de dirección de forma abrupta y empieza a moverse hacia atrás, como si se desplazara en sentido contrario. Se trata de un evento muy temido por los creyentes en el horóscopo, ya que, según los astrólogos, afecta de forma importante en el comportamiento del ser humano, provocando períodos de inestabilidad, confusión, aturdimiento .. y como consideran que Mercurio es el planeta de las comunicaciones, creen que también genera desacuerdos y malentendidos.

Gumes, sin embargo, me decía que no me preocupara demasiado: para los Sagitario, Mercurio entraba en posición retrógrada en el sector de las amistades y las relaciones, augurando que esta semana “quizás vuelven alguna(s) persona(s) a tu vida. Seguramente te queda algo por cerrar, Sagi”.

Después de leer esto, mi mente empezó a hacerse ilusiones: ¿me escribirá G. para decirme que me echa de menos y tiene ganas de volver a verme? ¿Que nos debemos una cena?

Desafortunadamente, el señor G no ha dado señales de vida --él se lo pierde-- pero han ocurrido cosas mejores. El mismo lunes, Instagram me anunció que tenía un follower nuevo: era C. A., un antiguo compañero del colegio, a quien no había vuelto a ver desde el día que terminamos la Selectividad: “¡¡Hola Andrea!! ¿Qué tal? Cómo va la vida? Soy C. A.. fuimos juntos a los Salesianos en BUP y COU!! Me has salido como posible contacto y me ha hecho gracia!!!”

Su mensaje me hizo pensar enseguida en Mercurio retrógrado. ¿Cómo no me iba a acordar de C.A, el único chico guapo de la clase (en el grupo de Letras Mixtas había solo cuatro chicos), que encima jugaba a tenis?

Le contesté enseguida, poniéndole al día de mi vida, y él hizo lo mismo: se dedica a entrenar a jugadores profesionales de tenis, también es osteópata y tiene una hija de cuatro años, que “es lo mejor que me ha pasado en la vida”, me escribió.

Dijimos de vernos un día, aunque lo más probable es que no ocurra nunca. Da igual. Me conformaré con los bonitos recuerdos que me despertó su mensaje. C.A era una especie de amor platónico para todas las chicas de la clase, porque él ya tenía novia, una chica de un curso inferior, con la que me dijeron que acabó casándose. Todavía debo guardar por alguna parte una postal que me envió en unas vacaciones de Semana Santa desde Córdoba, donde me escribió, de cachondeo: “Andrea, si no estuviera con Cristina, ni me lo pensaba”. ¿Será que sí tenemos algo por cerrar?

El miércoles, Mercurio retrógrado siguió con su trabajo: un antiguo jefe me propuso ir a comer juntos para ponernos al día, después de seis años sin vernos. La situación se intuía un poco extraña, porque nuestra relación laboral había terminado de forma brusca y desagradable, aunque siempre nos caímos bien. Pero él, con la excusa de felicitarme por mis columnas de los sábados, de las que dice ser fan, tuvo la iniciativa de retomar el contacto y “perdonarnos mutuamente” por nuestras conductas impulsivas en el pasado y empezar de cero. Gracias, Mercurio retrógrado. Fue una gran idea. Ahora solo queda que el señor G. me llame para invitarme a cenar una de sus fantásticas tortillas de patata.

Mercurio deja de retrogradar el 18 de octubre.