Ya sé que lo que voy a decir no tiene buena prensa, que lo correcto es subrayar la enorme irresponsabilidad que sería ir a otro adelanto electoral. Que a dos semanas para que venza el plazo toca exigir a los partidos altura de miras y sacrificios a todos. Pero seamos sinceros, si ERC y Junts per Catalunya son incapaces de ponerse de acuerdo como llevan ochenta días demostrando de forma patética, y si los republicanos no quieren sentarse a hablar con el PSC, que es quien ganó las elecciones, no hay otra alternativa que volver a preguntar a la ciudadanía. Es muy improbable que Pere Aragonès pueda sacar adelante la investidura con algunos votos prestados del partido de Carles Puigdemont y el apoyo de los Comunes y la CUP, aunque tampoco entren en el Govern. Si Junts no participa por las razones que sean en el reparto de la mitad del botín de la Generalitat, no va a facilitar la elección del candidato republicano. Cualquier excusa será buena. Y aunque por un casual, fruto solo del desquicio en el que está inmersa la política catalana, pudiera lograr 54 votos a favor frente a los 53 que con toda seguridad votarían en contra (PSC, VOX, Cs y PP), un ejecutivo monocolor de los republicanos que cuentan con solo 33 diputados de 135 de la cámara no tendría estabilidad ninguna, a lo sumo duraría un año, que es la pausa obligatoria que marca el Estatuto hasta poder convocar nuevas elecciones.

Pretender que el PSC regale sus votos a Aragonès por sentido de la responsabilidad, pese al enorme desprecio que los republicanos expresan día sí día también hacia los socialistas, o porque a Pedro Sánchez le convenga para garantizarse los apoyos recíprocos en el Congreso, sería el suicidio del socialismo catalán. Y este es un lujo que ni la socialdemocracia ni el constitucionalismo puede permitirse. Por tanto, lo mejor dentro de lo malo es ir a nuevas elecciones para explicitar cuanto antes que el ciclo del procés se ha acabado, que el cisma independentista no tiene vuelta atrás, que Junts no quiere pactar con la realidad y que ERC tampoco quiere aceptar que cualquier solución de futuro pasa por entenderse con la principal fuerza del constitucionalismo, el PSC, partido que cuenta con un poder municipal muy importante y que también se sienta en el Gobierno de España.

El mayor riesgo de una segunda repetición electoral es que, a mediados de julio, que es cuando se celebraría, la participación fuese tan mala o peor que la anterior, cuando a penas rebasó el 51% del censo, aunque dentro de dos meses la pandemia va a estar muy cerca ya de quedar atrás gracias a la vacunación y, por tanto, el ánimo colectivo  será ya diferente. En ese escenario, es muy probable que el catalán sentimentalmente independentista envíe a los suyos a 'hacer puñetas' tras una década de engaños y una incompetencia manifiesta para atender a los problemas socioeconómicos principales que no hace falta relatar. Y si no es así, si pese a todo les vuelven a votar religiosamente y la abstención castiga sobre todo a las fuerzas constitucionalistas, pues, oiga, qué vamos a hacerle, entonces es que Cataluña no tiene remedio y nos merecemos la ruina.