La razón frente a la fuerza. Ya lo dijo Miguel de Unamuno en su famoso discurso en el Paraninfo de la Universidad de Salamanca el día de la Raza de 1936 frente a lo más granado del bando nacional. Ahora lo dicen ni más ni menos que 55 sociedades científicas a nuestras descoordinadas administraciones, “ustedes mandan, pero no saben”. Y probablemente la sensibilidad de aquellos oyentes, ejemplificados en el “tolerante” fundador de la legión, Millán-Astray, sea similar a la de quienes va dirigido este claro y duro mensaje, nuestros arrogantes políticos que hacen lo que más les conviene por mero tactismo agravando con su mala gestión la ya de por si compleja crisis sanitaria, social y económica que nos azota, por no hablar de los flagrantes errores legales que comenen cuando tratan de cercenar nuestras libertades.

Hasta ahora habíamos oído quejas de algunos médicos “estrella” o de presidentes de colegios médicos, rápidamente etiquetados por la prensa del movimiento por su tendencia política o por sus ganas de figurar. Pero ahora estamos ante un manifiesto que representa a unos 170.000 profesionales de la medicina. Descalificar a todos parece algo difícil.

Pero no solo tienen motivos para la queja justificada quienes se dedican de una u otra manera a la investigación, que son buena parte de los profesionales porque los médicos nunca dejan de aprender, sino que también se quejan los médicos que acaban de acceder al ejercicio de su profesión, los MIR, por unas condiciones tercermundistas (incertidumbre con las fechas y forma de los exámenes, mileuristas, guardias de 24 horas, descanso en camas a las que no se les cambian las sábanas cuando las usa otro médico, …). Ni tampoco les faltan razones para protestar los médicos que han peleado como jabatos para lograr su plaza y ahora no entienden como todo son facilidades para que vengan médicos de otros lugares. Ni a los que ven amenazado el ejercicio privado de su profesión por la posible aplicación del IVA general a sus servicios, lo que reducirá su facturación y, de rebote, congestionará aún más la sobre saturada sanidad pública. Y a todos estos agravios se suma la presión que están teniendo los profesionales de la atención primaria que no solo tienen que tratar decenas de pacientes sino además  han de llenar infinitos formularios que muchas veces se pierden por el camino de unas administraciones incompetentes.

No hace mucho aplaudíamos a los sanitarios desde los balcones siguiendo las consignas del gran hermano que nos encerró. Ahora es el momento que nos acordemos de ellos y entendamos sus reclamaciones, que en realidad son las de todos. Porque tuvimos la mejor sanidad del mundo y nos la han robado. Los recortes y la mala planificación la han erosionado hasta hacerla irreconocible y por muy buena voluntad que pongan los profesionales las carencias ya son estructurales, la culpa no es de la covid. Las listas de espera no las generan la falta de camas sino la falta de profesionales para atenderlas aunque paradójicamente muchos profesionales tienen que emigrar hastiados de no encontrar un trabajo relativamente estable y decentemente pagado.

La planificación de la sanidad es probablemente uno de los ejemplos más claros de lo mal que funciona nuestro estado pseudofederal. En 1981 se produjo el primer traspaso de competencias, a Cataluna. Pero en veinte años solo se transfirió el Insalud a seis comunidades más: Andalucía, País Vasco, Galicia, Navarra, Comunidad Valenciana y Canarias. Nadie más quería comerse el marrón de la gestión de la sanidad. Finalmente en 2001 se transfirió al resto de comunidades autónomas, quedando el Ministerio de Sanidad prácticamente vacío de contenido. Y a partir de ahí cada cual hizo lo que quiso: se recortó en épocas de crisis, se hicieron hospitales en época de elecciones, se probaron modelos de colaboración público-privado, la planificación de recursos fue incoherente por no decir inexistente y la salud dejó de ser un bien común para todos los españoles, como demuestra la última gracia de la Generalitat con una aplicación de seguimiento de contagios diferente al resto de España.

En primavera los médicos demostraron que no son como los pilotos de avión o los controladores aéreos y no hicieron huelga en el peor los momentos, pero nos la estamos ganando a pulso, por muchos aplausitos que les dediquemos.